19 abril 2024

DUALIDAD ANÍMICA PROFESIONAL

 



¿Nos hemos planteado el estado emocional de su intimidad, correspondiente a esas personas que, en el ejercicio de su actividad profesional, a diario nos hacen reír, reflexionar, distraer, soñar, dinamizar, comprometer, imaginar, “caminar”, ilusionar, sentir, reaccionar, dudar, escribir, leer, compartir, reaccionar, cambiar, mejorar, querer, sonreír, solidarizar, luchar, rectificar…? ¿Valoramos, en su justa medida, el esfuerzo admirable, la mentalización que realizan esos profesionales, por abstraerse de su problemática personal, ya sea coyuntural o estructural, aparentando todo lo contrario de lo que sienten, sufren o les abruma? ¿Cómo pueden “aparcar” esa su convulsa, en ocasiones, privacidad o intimidad, ofreciendo una imagen muy diferente de su dolor, confusión o desánimo ante el auditorio, más o menos insensible, de los demás?

Obviamente, pensamos en el difícil trabajo de los actores y actrices, cuando se suben a un escenario o se sitúan antes las cámaras de cine;  también nos acordamos de los “payasos”, bajo la gran carpa de los circos, cuya misión es provocar las risas de los espectadores; de igual modo, nos “emociona” la labor de los profesionales sanitarios, en las clínicas y hospitales, cuando cuidan a los enfermos en su dolor y necesidad; en los maestros y profesores, cuando a diario han de ofrecer una imagen motivadora y dinamizadora a los alumnos, para educarles y colaborar en sus graduales aprendizajes; admirable también la vocación solidaria de clérigos, sacerdotes y monjas, en las parroquias, en los púlpitos, en los monasterios, en los conventos y en los centros residenciales para mayores, enfermos y otras personas que sufren innumerables carencias;  incluso también en los profesionales de la política, que han de forzar su doble imagen, en función de las funciones que realizan o desempeñan.

Unos y otros han de aparentar y “protagonizar” un estado de ánimo positivo, en donde priman las sonrisas y las esperanzas, cuando ellos, en los “declives” de su intimidad no sienten en absoluto ese optimismo que deben mostrar, casi de continuo, ante los demás. Veamos una sencilla, pero significativa, historia, inmersa en este contexto.

Santiago Ramos y Tania Corredera, 27, 23 años, respectivamente, trabajan como equipo de animación, en las instalaciones de un grandioso complejo hotelero de la costa onubense. Santiago realizó un módulo profesional de animación sociocultural, durante su época de formación escolar, mientras que su compañera también realizó cursillos sobre esta modalidad, organizados por la concejalía de cultura y deportes del municipio donde nació y viven sus progenitores. Él es sanluqueño y ella almonteña.

Tania está embarazada, a partir de una noche de fiesta en la que ambos jóvenes perdieron el control de su conciencia. Entre ellos no había, no hay, verdadero amor. Solo esa atracción física entre dos jóvenes que trabajan juntos, para fomentar la diversión y entretenimiento entre los numerosos clientes del hotel. Tania quiere tener a su hija, mientras que Santi asume que debe afrontar la compleja responsabilidad que ha contraído. Ese “deber” que a muchas personas tanto les cuesta “digerir” y aplicar en los actos cotidianos.

Pero esta noche a partir de las 21:30 h, al igual que ayer, como también, previsiblemente, mañana, ambos estarán en ese pequeño escenario de la gran sala de recreación, con las sonrisas en sus rostros y la voluntad pericial en sus almas. Comenzarán la noche con una simpática sesión de bingo. Después habrá un espacio amplio para el divertido Karaoke. Mañana hay programado una competición de chistes, para generar banales risas. Y como cada noche, a las 22:45, sonará música en vivo o “enlatada” para el baile de los asistentes: danza gitana, pasodobles, boleros, merengue, latina, salsa, bachata, romántica, etc. Uno y otro actúan como diestros mantenedores de la grata y ruidosa velada.

Durante la mañana y la media tarde, también han desarrollado actividades de animación: ejercicios de aerobic para el mantenimiento. Paseos senderistas programados por los alrededores del hotel. Juegos adaptados a todo tipo de edades (petanca, tiro con ballesta, blanco de dardos, juego de la rana. También han dirigido labores de cerámica, hilados, elaboración de jabones y, por supuesto, enseñanzas de bailes. El programa de actividades tiene una amplia oferta para que los residentes, la mayoría pertenecientes a la tercera edad, disfruten lo mejor posible.

Santi y Tania, siempre con las sonrisas “a flor de piel”, dinamizan las vacaciones de la amplia clientela que se hospeda en el hotel. Un número importante de esos residentes pertenecen al programa de turismo social, en los viajes Imserso. Todos ellos ríen y gozan estas jornadas vacacionales, bien dirigidos por dos dinámicos jóvenes que, algunas mañanas, tardes o noches, tienen que motivar profesionalmente esa diversión, cuando ellos precisamente no están “animados” y más ahora, por el problema “relacional” que los vincula. Sin embargo, sacan fuerzas de flaqueza y no pierden la sonrisa ni ese intenso ánimo que deben generar en los demás. Es la dualidad psicológica que profesionalmente, muchos días con arduo esfuerzo, han de asumir y aplicar respetando las condiciones de su contrato laboral. –

 

José L. Casado Toro

Abril 2024


18 abril 2024

KATHERINE MANSFIELD, CENTENARIO DE "UN PÁJARO HERIDO"

 

Artículo de Jesús Isaías Gómez López, Filología Inglesa, Universidad de Almería. Publicado en la revista digital The Conversation.

Este 2023 se han cumplido cien años del fallecimiento de la escritora Katherine Mansfield, una mujer que vivió y amó rápido y que escribió algunos de los mejores relatos del siglo XX.

Una neozelandesa con alma inglesa

Nacida como Kathleen Mansfield Beauchamp el 14 de octubre de 1888 en Wellington (Nueva Zelanda), Katherine fue la tercera de los seis hijos del matrimonio compuesto por Harold Beauchamp y Annie Beauchamp. De ascendencia inglesa y procedentes de la alta burguesía neozelandesa, inculcan en ella una rígida educación acorde con la estricta moral victoriana de la época.

Mansfield ingresa en la escuela de primaria Karori en 1895. Allí, con apenas doce años, vive su primera experiencia amorosa con su compañera Mahata Mahupuku, nieta de un jefe maorí.

Tras pasar por prestigiosas instituciones educativas de Wellington, sus padres deciden enviarla a estudiar al Queen’s College de Londres junto a sus hermanas Vera y Charlotte, entre 1903 y 1906. Regresa a Wellington en 1906 con el alma arrebatada por el glamour de la vida literaria de Inglaterra, y consigue volver a Londres en 1908, con la firme decisión de convertirse en escritora con tan solo diecinueve años.

Londres tumultuoso

El 1 de octubre de 1908 publica en Native Companion su primer relato, “Vignettes”, por el que recibe dos libras. La pieza tiene muy buena acogida entre la crítica y exhibe ya el talento de una joven escritora destinada a ser una de las maestras del relato corto en lengua inglesa del siglo XX.

Tras apenas un año en Londres, Mansfield queda embarazada del joven violinista Garnet Trowell. En febrero de 1909 conoce al profesor de canto George Bowden, de 34 años de edad, con el que se casa al mes siguiente.

Pero 1909 será un presagio de la convulsa y apasionada vida de la autora: Mansfield abandona a Bowden en la misma noche de bodas, es despachada definitivamente por su amante Garnet Trowell en abril y en junio pierde el hijo que esperaba de este.

Mientras tanto, entre 1908 y 1910 escribe y publica poemas y relatos en distintas revistas literarias. En 1911, Mansfield conoce a John Middleton Murry, fundador y editor de la revista Rhythm, donde también empiezan a publicarse muchos de sus relatos. Ambos inician una relación sentimental a principios de 1911 y se casarán en 1918, tras divorciarse de su primer marido.


Lesley Moore

Durante este tiempo también tiene contacto constante con su íntima amiga Ida Baker, a quien conoce desde su etapa en el Queen’s College. Con el tiempo, Baker adoptará el nombre literario de “Lesley Moore” a petición de Mansfield, y pasará a ser su confidente y amante.

Baker y Murry serán los pilares sobre los que Mansfield se sostendrá emocional e intelectualmente. Conocedores de la relación que la escritora mantiene con los dos, ambos consienten un modelo sentimental poliamoroso en una época en la que el concepto mismo es impopular y el término ni siquiera existe.

Según Murry, Baker es “de lejos y con diferencia, la mujer más importante en la vida de Katherine Mansfield: criada, amiga, compañera, confidente, esposa…”.

En diciembre de 1920, con treinta y dos años, Mansfield alcanza el reconocimiento unánime de la crítica tras la publicación de su colección de relatos Bliss and Other Stories en la editorial Constable, de Londres, considerada una obra maestra de la literatura modernista en lengua inglesa del pasado siglo.

Con una salud frágil, acosada por la tuberculosis y una gonorrea sistémica contagiada en 1909 por el donjuan y traductor polaco Floryan Sobieniowski, a quien había conocido en Baviera en el verano de 1909 y con quien mantuvo una tórrida y breve aventura amorosa, la escritora presiente el final de su vida.

Tras diversos intentos desesperados por recuperar la salud, incluso con terapias alejadas de toda base científica, fallecerá en Fontainebleau (Francia) el 9 de enero de 1923.

Mansfield y el pájaro

Un año antes de su muerte, durante su estancia en el palaciego hotel Château Belle Vue, en Sierre (Suiza), Mansfield compone, a modo de metáfora zoomórfica, el poema “El pájaro herido” (“The Wounded Bird” en el original inglés). Según Ida Baker, será el “penumbroso sol de la habitación de Mansfield en el Château Belle Vue la fuente de inspiración del poema”.

La imagen de “un pájaro herido”, como título y asunto central del poema, refleja el estado de ánimo de una Katherine Mansfield que empieza a comparar la calma, la tenue luz y la paz del lugar con el trayecto final de sus días:

“En la amplia cama

bajo la colcha verde bordada

con flores y hojas siempre en suave movimiento

ella es como un pájaro herido que descansa en un estanque”.

Katherine Mansfield, El pájaro herido y otros poemas

 

Pero su descanso en ese “estanque” que es su habitación de hotel no le devolverá las fuerzas necesarias para remontar el vuelo, pese a la insistencia de una voz lírica que se resiste a fenecer hasta el último suspiro:

“¡Oh, aguas – no me cubráis!

¡Quisiera contemplar largo y tendido esas hermosas estrellas!

Oh, estas mis alas, levantadme, levantadme,

que no estoy mortalmente herido…”

 

Dos reputados estudiosos de la vida y obra de la autora, Kimber y Davison, encuentran un símil entre las «alas» encharcadas que se repiten en la primera y última estrofa y «los pulmones» también encharcados, de mucosidad y sangre, de Mansfield.

Este poema es la memoria literaria definitiva de la neozelandesa, escrito días después de su último relato, El canario, y en la misma habitación. En ese escenario también escribe su testamento, con apenas treinta y tres años, en presencia de su amante y amiga Ida Baker, testigo fiel de su infortunado final:


“Creo que la idea de la muerte ya empezaba a atormentarla: no la muerte en sí, sino la idea de que aún tenía mucho que escribir, que contarle al mundo, que aclarar, si bien le faltaba tiempo para expresarlo con palabras”.


Aunque Mansfield vive el amor por todos sus amantes con idéntica intensidad, John Murry es relegado a un segundo plano durante los últimos dos años de su vida, porque finalmente la intención de Mansfield es fundirse con Baker en un solo ser, como manifiesta en la última carta que le escribe, el 22 de diciembre de 1922:

“Sabes que no debes preocuparte por mí. Es exactamente como si tomaras un poco de mi carne y la royeras. No te ayuda ni a ti ni a mí. La preocupación es un derroche de energía. Es, por tanto, un pecado. Y si tú derrochas tu energía, se destruye la energía que hay en mí, por lo que pecas de dos maneras”.

 


16 abril 2024

TE ECHO DE MENOS





 

Veintiséis meses y dos días sin ella y ni un solo momento, ni un solo día había dejado de echarla en falta y salvo durante el sueño, siempre inquieto y entrecortado, le seguía doliendo su ausencia, como el primer día.

Todos los entendidos en la materia coincidían en vaticinarle que aquello con el tiempo se iría atenuando. Según ellos, con el paso de los días se iría acostumbrando y con el retomar de la vida al fin la iría olvidando hasta dejar de sentirse mutilado.

Pero ninguna de estas predicciones, tan bien intencionadas, se había cumplido en su caso. Su fantasma lo perseguía, estaba siempre presente en su día a día de dolor y desesperanza.

 Visitar el lugar donde la había sepultado en un rincón de su jardín era el único consuelo que se permitía desde el día que en que despertó en la cama de aquel hospital, rodeado de máquinas e invadido de tubos. En su desorientación tardó algunos minutos en reconocer su ausencia. Y entonces comenzó esta agonía.

Hoy se dirigía una vez más, renqueante, hacia allí. Necesitaba confirmarle a su mente que no soñaba y que su dolor era real, aunque ella no formaba ya parte de él.

Hoy, veintiséis meses y dos días después, se encaminaba apoyado en su bastón, cojeando y decidido, al montículo bajo el rosal donde había dado tierra a su pierna derecha nunca ausente para él, nunca olvidada….

Caminaba con un nuevo pavor oprimiéndole el pecho, ahora más que nunca, por que un viejo y conocido dolor acompañado de hormigueo se había instalado sordo en su pantorrilla izquierda esa mañana. Dentro del bolsillo de su chaqueta, su mano apretaba fuerte el puñado de pastillas atesorado cuidadosamente durante veintiséis meses y dos días, con las que pensaba descansar por fin.

 

 

Adela Bravo

Málaga.


13 abril 2024

CITAS PARA REFLEXIONAR

 


No hablaré mal de hombre alguno y de todos diré todo lo bueno que sepa”


(Benjamin Franklin, Boston 1706-Filadelfia 1790; científico, inventor (pararrayos) y editor; Presidente de la Academia de Filadelfia, diplomático y uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América)


UN POEMA PARA EL SÁBADO: JOAN MANUEL SERRAT

 

«Barquito de Papel»

Barquito de papel,
sin nombre, sin patrón
y sin bandera,
navegando sin timón
donde la corriente quiera.

Aventurero audaz,
jinete de papel
cuadriculado,
que mi mano sin pasado
sentó a lomos de un canal.

Cuando el canal era un río,
cuando el estanque era el mar,
y navegar
era jugar con el viento.
Era una sonrisa a tiempo,
jugando a ser feliz
de país en país,
entre la escuela y mi casa.
Después el tiempo pasa
y te olvidas de aquél
barquito de papel.

Barquito de papel,
en qué extraño arenal
habrán varado
tu sonrisa y mi pasado,
vestidos de colegial.

Cuando el canal era un río,
cuando el estanque era el mar,
y navegar
era jugar con el viento.
Era una sonrisa a tiempo.

Joan Manuel Serrat

1971




Joan Manuel Serrat Teresa  ​ (Barcelona; 27 de diciembre de 1943). Es un cantautor, compositor, actor, escritor, poeta y guitarrista español. Premiado con la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio «por su brillante carrera y su contribución a la cultura y el arte españoles».

Su obra tiene influencias de otros poetas, como Mario Benedetti, Antonio Machado, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Joan Salvat-Papasseit y León Felipe  entre otros; así como de diversos géneros, como el folklore catalán, la copla española, el tango, el bolero, y del cancionero popular de Latinoamérica, pues ha versionado canciones de Violeta Parra y de Víctor Jara. Es uno de los pioneros de lo que se dio en llamar la Nova Cançó​ catalana.

Ha sido reconocido con numerosos doctorados honoris causa por su contribución a la música y literatura española, además del Grammy Latino Persona del Año en 2014, entre otros importantes galardones.


12 abril 2024

¿QUÉ HABÍA ANTES DEL BIG BANG?

 

Artículo de Emilio José García Gómez-Caro, Responsable Unidad de Cultura Científica, Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC).

Este artículo forma parte de la sección The Conversation Júnior, en la que especialistas de las principales universidades y centros de investigación contestan a las dudas de jóvenes curiosos de entre 12 y 16 años. 

Pregunta de Rodrigo, de 14 años. IES Alfaguara. Yunquera (Málaga).


Por mi trabajo, suelo dar charlas sobre astrofísica, especialmente a escolares. Una de las preguntas que siempre surgen al final de la conferencia es precisamente esta, qué ocurrió antes del Big Bang (las otras son “¿dónde se expande el universo?” y “¿qué pasa si te caes a un agujero negro?”).

Durante mucho tiempo, solía responder de la misma manera: “¿Qué sentido tiene preguntar por un período anterior al origen del tiempo? No existe un ‘antes’ del tiempo cero. ¡Eso sería como preguntar sobre tu existencia antes de que nacieras!”. Hasta que, en una ocasión, una niña comenzó a enumerar detalladamente todo lo que había sucedido entre su padre y su madre “antes” de que ella “existiera”. La detuve a tiempo.

La experiencia cotidiana nos muestra que cada acontecimiento es consecuencia de una causa previa. Nada surge espontáneamente porque sí. ¿Por qué nuestro universo debería ser diferente? Cuestionarse qué existía antes del Big Bang es una pregunta inevitable y muy lícita, hasta el punto de que la ciencia no ha dejado de explorar posibles respuestas. Pero no es una tarea fácil. Ni siquiera comprendemos plenamente el supuesto origen del universo.

De hecho, antes de abordar esta pregunta, deberíamos empezar definiendo qué entendemos por Big Bang.

La teoría del Big Bang habla de todo menos del Big Bang

El término Big Bang (Gran Explosión en inglés) fue enunciado por primera vez, y con cierta ironía, por el brillante físico Fred Hoyle para expresar su desacuerdo con “esas teorías que sugerían que toda la materia fue creada en una gran explosión en un instante determinado del pasado remoto”.

Sin pretenderlo, Hoyle acuñó un concepto que, desde el punto de vista del marketing científico, hoy todo el mundo conoce. Sin embargo, este término genera una imagen errónea: la de nuestro universo naciendo como resultado de una gran explosión.

En realidad, este modelo cosmológico –sólidamente asentado en la teoría de la relatividad general y en unas extraordinarias pruebas observacionales– nos muestra que el universo que podemos observar no siempre ha sido igual, sino que ha evolucionado a lo largo del tiempo.

Si proyectáramos la película del cosmos hacia atrás y viajáramos hacia el pasado, ocurriría algo alucinante: la distancia entre dos puntos cualquiera del espacio se haría cada vez más y más pequeña, hasta alcanzar un estado en que el universo sería extraordinariamente denso y caliente.

Si continuáramos retrocediendo en el tiempo, ¿podría llegar un momento en el que todo el cosmos estuviera concentrado en un solo punto? No podemos saberlo. Justo antes de llegar a ese instante, las leyes de la relatividad general pierden validez, se vuelven locas. Es lo que denominamos una singularidad.

Tradicionalmente, a este instante se le denomina Big Bang. Pero lejos de ser una gran explosión, representa un límite en nuestra comprensión actual de las leyes del universo. Para entender lo que sucedió en esos instantes iniciales, necesitaríamos una teoría física más completa que la actual. Es como si el proyector de la película se rompiera justo antes de llegar al inicio.

No sólo desconocemos qué ocurrió antes del Big Bang, sino que incluso nos resulta difícil comprender lo que sucedió un ínfimo instante de tiempo inmediatamente después.

Rebotes, burbujas, colisiones y multiversos

Lo curioso es que, precisamente en estos escenarios límite, donde nuestras teorías se “rompen”, es donde surge un verdadero laboratorio de ideas para explorar nuevas teorías físicas. En la última década, se han propuesto numerosos intentos de crear un marco teórico que explique de manera natural lo que sucedió antes de lo que llamamos el Big Bang.

Por ejemplo, físicos de renombre como Roger Penrose o Abhay Ashtekar han desarrollado teorías en las que nuestro Big Bang podría haber sido el resultado de un “rebote” de un universo
anterior que colapsó y dio origen al nuestro.

En otros modelos, el Big Bang se produce por la colisión de unas entidades fundamentales llamadas branas. Y para algunos, nuestro universo es como una burbuja en expansión contenida dentro de otro universo que ha estado expandiéndose eternamente.

La física cuántica actual incluso permite la existencia previa de un “falso” vacío cuyas fluctuaciones de energía pueden amplificarse generando un paisaje de multiversos en los que nacen y mueren muchos universos. El nuestro, simplemente, sería uno más.

Algo más lacónico fue el célebre Stephen Hawking, que en una de sus últimas entrevistas defendía que “por difícil que sea de imaginar, quizás simplemente no hubo tiempo antes del Big Bang”.

Todas estas teorías, aunque muy especulativas, no son meros pasatiempos de físicos teóricos aburridos. En ellas podría estar la clave, el chispazo de creatividad, que conduzca al desarrollo de una teoría más completa que englobe a nuestros modelos actuales.

Sin embargo, la mayoría de estas alternativas encierran un “pequeño” problema: sugieren que cualquier rastro de un universo anterior se borra por completo después del Big Bang, lo que nos deja sin esperanzas de encontrar evidencia alguna sobre lo que pudo haber existido antes.

Así que, si me vuelven a preguntar sobre qué hubo antes del Big Bang, quizás debería responder que no lo sabemos y que quizás nunca lo sepamos. Tal vez, entonces, una estudiante levante la mano y me explique con detalle qué ocurrió antes de que existiera nuestro universo.

El museo interactivo Parque de las Ciencias de Andalucía colabora en la sección The Conversation Júnior.

 


11 abril 2024

CAMINO A ES VEDRÁ


 

 

Dámaso Jubrique era un hombre atormentado en ese momento. Corría, al borde del colapso, hacia Es Vedrá, mientras fuera de su Alpine 300, la oscuridad le iba ganando la partida a la luz. Algo terrible podía ocurrir si no llegaba a tiempo, como la otra vez.

Tenía unos sesenta años y una constitución fuerte. Gastaba unas gafas redondas de lentes oscuros que, lejos de ser ordinarias, le daba un cierto aire de distinción. Era alto y bien parecido y tras dos matrimonios y varias relaciones, aún despertaba el deseo en las mujeres. Lucía una sonrisa dentífrica que dejaba ver una dentadura perfecta. Esta, junto con los labios, formaban una enseña tricolor que era su carta de presentación.

Su agitación se había convertido en angustia conforme anochecía. Tenía que llegar a Es Vedrá como fuera, y pronto. El pie sobre el acelerador estaba a punto de salir por el motor.

A Dámaso le gustaba su trabajo, en el que llevaba los últimos veinticinco años. Se desarrollaba en un sitio pequeño, que además era su vivienda, pero disfrutaba de unos anchos horizontes. Todos los días la misma rutina, la misma cadencia. Todo pautado y previsible, reglamentado. Y así era él, recelaba de la excepción y confiaba en la norma, en cualquier ámbito de su vida. Pero en esta ocasión algo la había roto de forma inesperada y debía remediarlo antes que fuera demasiado tarde, como la otra vez. Eso suponía saltarse algunas otras normas, como las de circulación, cosa que odiaba.

Los faros de su Alpine 300 acuchillaban ya la oscuridad, densa como la tinta y velada por una fina lluvia, mientras otra clase de sombra se instalaba en su ánimo. La premonición del fracaso lo atenazaba. El manto de la noche hacía tiempo que cubría todo y ahogaba su esperanza. Esta vez no tendría tanta suerte como la anterior. Sería el fin de su carrera y el principio del infierno. No podía repetirse la historia, tenía que llegar.

La lluvia ya había tornado de chubasco a chaparrón, cuando atisbó al fin Es Vedrá. Se mostraba aupada en un promontorio y llegar a ella ahora constituía su única razón de existir. Si hubieran anunciado en la radio que una bomba atómica había caído en Madrid o que se había acabado con las enfermedades, no habría pestañeado más de lo necesario para seguir conduciendo. Las últimas curvas las dio derrapando y apenas entreviendo el camino a través de la oscuridad y la cortina de agua.

Por fin llegó a la explanada frente a Es Vedrá y el chirrido del frenazo quedó opacado por un trueno formidable que pregonaba la galerna. Saltó del coche y llegó al portal, ya casi empapado. Entró corriendo en su casa y sin cerrar la puerta se dirigió a un piso superior. Subió a zancadas las escaleras y encendió una luz. Tras avistar el exterior, comprobó que todo estaba en orden y comenzó a recuperar su ritmo cardiaco habitual.

Dámaso bajó ya más calmado al salón, cerró la puerta de la entrada, se puso otra ropa y se sirvió un generoso vodka sin hielo. Respiró tranquilo mientras trataba de enviar la angustia recién sufrida al cajón de las pesadillas y recobrar la rutina que tanto buscaba. Tras unas hondas respiraciones y varios tragos al licor, que le obligaron a servirse otro, pareció dar por resuelto el problema. Se sentó en su sillón favorito, encendió la televisión y se quedó dormido con su ayuda y la del vodka. Cuando se despertó, la televisión seguía encendida y justo en ese momento mostraban algo que llamó su atención.

Unos minutos después, se levantó otra vez alterado, pero ahora más abatido que impetuoso. Se dirigió a un mueble de un extremo del salón y sacó una vieja Bereta del 38 que guardaba desde hacía años, cargada. Volvió a sentarse, apuró el vaso, amartilló el arma y se voló la tapa de los sesos con un disparó en la boca.

Fuera, entre la tempestad, un rayo de luz seguía barriendo con una cadencia fija los alrededores del lugar.

 

                           Fernando Navarro

                           Málaga, diciembre 2022


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