26 agosto 2025

EL REINCIDENTE

 

(Un cuento de Rafael Sánchez Ferlosio)

El lobo, viejo, desdentado, cano, despeluchado, desmedrado, enfermo, cansado un día de vivir y de hambrear, sintió llegada para él la hora de reclinar finalmente la cabeza en el regazo del Creador. Noche y día caminó por cada vez más extraviados andurriales, cada vez más arriscadas serranías, más empinadas y vertiginosas cuestas, hasta donde el pavoroso rugir del huracán en las talladas cresterías de hielo se trocaba de pronto, como voz sofocada entre algodones, al entrar en la espesa cúpula de niebla, en el blanco silencio de la Cumbre Eterna. Allí, no bien alzó los ojos —nublada la visión, ya por su propia vejez, ya por el recién sufrido rigor de la ventisca, ya en fin por lágrimas mezcladas de autoconmiseración y gratitud— y entrevió las doradas puertas de la Bienaventuranza, oyó la cristalina y penetrante voz del oficial de guardia, que así lo interpelaba:

—¿Cómo te atreves siquiera a aproximarte a estas puertas sacrosantas, con las fauces aún ensangrentadas por tus últimas cruentas refecciones, asesino?

Anonadado ante tal recibimiento y abrumado de insoportable pesadumbre, volvió el lobo la grupa y, desandando el camino que con tan largo esfuerzo había traído, se reintegró a la tierra y a sus querencias y frecuentaderos, salvo que en adelante se guardó muy bien, no ya de degollar ovejas ni corderos, que eso la pérdida de los colmillos hacía ya tiempo se lo tenía impedido, sino incluso de repasar carroñas o mondar osamentas que otros más jóvenes y con mejores fauces hubiesen dado por suficientemente aprovechadas. Ahora, resuelto a abstenerse de tocar cosa alguna que de lejos tuviese algo que ver con carnes, hubo de hacerse merodeador de aldeas y caseríos, descuidero de hatos y meriendas. Las muelas, que, aunque remeciéndosele ya las más en los alveolos, con todo, conservaba, le permitían roer el pan; pan de panes recientes cuando la suerte daba en sonreír, pan duro de mendrugos casi siempre. Viviendo y hambreando bajo esta nueva ley permaneció, pues, en la tierra y en la vasta espesura de su monte natal por otro turno entero de inviernos y veranos, hasta que, doblemente extenuado y deseoso de descanso tras esta a modo de segunda vuelta de una antes ya larga existencia, de nuevo le pareció llegado el día de merecer reclinar finalmente la cabeza en el regazo del Creador. Si la ascensión hasta la Cumbre Eterna había sido ya acerba la primera vez, cuánto más no se le habría vuelto ahora, de no ser por el hecho de que la disminución de vigor físico causada por aquel recargo de vejez sobreañadido sería sin duda compensada en mayor o menor parte por el correspondiente aumento del ansia de descanso y bienaventuranza. El caso es que de nuevo llegó a alcanzar la Cumbre Eterna, aunque tan insegura se le había vuelto la mirada que casi no había llegado siquiera a vislumbrar las puertas de la Bienaventuranza cuando sonó la esperada voz del querubín de guardia:

—¿Así es que aquí estás tú otra vez, tratando de ofender, con tu sola presencia ante estas puertas, la dignidad de quienes por sus merecimientos se han hecho acreedores a franquearlas y gozar de la Eterna Bienaventuranza, pretendiéndote igualmente merecedor de postulada? ¿A tanto vuelves a atreverte tú? ¡Tú, ladrón de tahonas, merodeador de despensas, salteador de alacenas! ¡Vete! ¡Escúrrete ya de aquí, tal como siempre, por lo demás, has demostrado que sabes escurrirte, sin que te arredren cepos ni barreras ni perros ni escopetas!

¡Quién podrá encarecer la desolación, la amargura, el abandono, la miseria, el hambre, la flaqueza, la enfermedad, la roña, que por otros más largos y más desventurados años se siguieron! Aun así, apenas osaba ya despuntar con las encías sin dientes el rizado festón de las lechugas, o limpiar con la punta de la lengua la almibarada gota que pendía del culo de los higos en la rama, o relamer, en fin, una por una, las manchas circulares dejadas por los quesos en las tablas de los anaqueles del almacén vacío. Pisaba sin pisar, como pisa una sombra, pues tan liviano lo había vuelto la flaqueza, que ya nada podía morir bajo su planta por la sola presión de la pisada. Y al cabo volvió a cumplirse un nuevo y prolongado turno de años y, como era tal vez inevitable, amaneció por tercera vez el día en que el lobo consideró llegada para él la hora de reclinar finalmente la cabeza en el regazo del Creador.

Partió invisible e ingrávido como una sombra, y era, en efecto, de color de sombra, salvo en las pocas partes en las que la roña no le había hecho caer el pelo; donde lo conservaba, le relucía enteramente cano, como si todo el resto de su cuerpo se hubiese ido convirtiendo en roña, en sombra, en nada, para dejar campear más vivamente, en aquel pelo cano, tan sólo la llamada de las nieves, el in extinto anhelo de la Cumbre Eterna. Pero, si ya en los dos primeros viajes tal ascensión había sido excesiva para un lobo anciano, bien se echará de ver cuán denodado no sería el empeño que por tercera vez lo puso en el camino, teniendo en cuenta cómo, sobre aquella primera y, por así decido, natural vejez del primer viaje, había echado encima una segunda y aun una tercera ancianidad, y cuán sobrehumano no sería el esfuerzo con que esta vez también logró llegar. Pisando mansa, dulce, humildemente, ya solo a tientas reconoció las puertas de la Bienaventuranza; apoyó el esternón en el umbral, dobló y bajó las ancas, adelantó las manos, dejándolas iguales y paralelas ante el pecho, y reposó finalmente sobre ellas la cabeza. Al punto, tal como sospechaba, oyó la metálica voz del querubín de guardia y las palabras exactas que había temido oír:

—Bien, tú has querido, con tu propia obstinación, que hayamos acabado por llegar a una situación que bien podría y debería haberse evitado y que es para ambos igualmente indeseable. Bien lo sabías o lo adivinabas la primera vez; mejor lo supiste y hasta corroboraste la segunda; ¡y a despecho de todo te has empeñado en volver una tercera! ¡Sea, pues! ¡Tú lo has querido! Ahora te irás como las otras veces, pero esta vez no volverás jamás. Ya no es por asesino. Tampoco es por ladrón. Ahora es por lobo.


 


24 agosto 2025

¿LES CANSA TANTA REFLEXIÓN?

 

Es una pregunta retórica, de la que por supuesto, no espero obtener respuesta.



       Confío que para la fecha en que nuestro compañero José Ramón, administrador del blog, vaya a colocarla, la tragedia de nuestro país asolado por los incendios habrá dejado de ocupar las primeras páginas de todos los telediarios, los periódicos y las redes sociales. Quedarán, sin embargo, las miles de hectáreas arrasadas, las docenas o cientos de casas (lo sabremos cuando las cuantifiquen) que han sido consumidas por las llamas, los pueblos, aun más desolados de lo que estaban, las cosechas, los bienes personales, los recuerdos volatilizados, el paisaje convertido en un erial y por encima de todo, el número de vidas humanas (hasta ahora cuatro) que han sido segadas y que son ya irrecuperables.

       Y precisamente esas vidas tienen, al menos para mí, un valor muy especial. Eran servidores públicos: bomberos, agentes forestales e incluso voluntarios los que en un acto de máxima generosidad se han inmolado en su afán por ayudar a controlar esos fuegos infernales (no hay adjetivo que mejor encaje con lo que hemos visto en estos últimos nueve días, hasta hoy 18 de agosto).

       Y todavía inmersos en esta debacle, confiando sólo en que desciendan las temperaturas, llueva o el viento se calme, uno se pregunta incrédulo ¿cómo ha podido suceder algo así?

       La cuarta economía europea (que además y según nuestros dirigentes va como un cohete) no dispone de los medios suficientes, ni en número de personas cualificadas ni en herramientas necesarias (aviones, máquinas, etc.) para enfrentar un problema de esta envergadura, que dadas las características del país y las copiosas lluvias primaverales era “la crónica de un incendio anunciado”. Así lo ha afirmado la ministra de Defensa.

       Un presidente, veintidós ministros, cerca de mil asesores,   secretarios, subsecretarios, delegados y subdelegados del gobierno, diecisiete presidentes autonómicos con sus correspondientes consejeros, coches oficiales, escoltas… Todo el ingente gasto que significa mantener un Estado hiperbólico, hueco en su interior, y con los pies de barro  ¿cómo se explica a esa pobre gente que llora las pérdidas y que se ha sentido desprotegida, olvidada de sus gobernantes pero muy presentes a la hora de exigir los impuestos?



       Ya sé que en el grado de responsabilidades y de respuesta a la catástrofe hay categorías. Unos han estado más activos y otros han reaccionado tarde. Quizá los únicos que de verdad se salvan son los modestos alcaldes de los pueblos pequeños que han combatido las llamas en primera línea arriesgándose codo a codo con sus vecinos.

       Pero no hay que preocuparse. El presidente anuncia “Un pacto por el cambio climático”. Cuidado: como se haga en papel corre el riesgo de quemarse.

MAYTE TUDEA. 18-agosto-2025

23 agosto 2025

CITAS PARA REFLEXIONAR

 

“La vida está llena de pequeñas alegrías, el arte consiste en saber distinguirlas"

 

Li Tai Po: China, 701-762; Poeta, calígrafo y escritor; fue el mayor poeta romántico de la dinastía Tang y es muy respetado en la historia de la literatura china.   


UN POEMA PARA EL SÁBADO: ALFREDO BUXÁN

 

Unas pocas palabras

Tu padre se ha sentado a mirar el sol
bajo los árboles del parque, junto al camino
solitario, para embriagar su corazón
en el licor que tus palabras, desnudas
como animales nuevos, untaron en su piel.

Ensimismado en el fluir tranquilo
de la tarde, contempla la silueta
de dos adolescentes que se alejan
despacio (inermes y felices, tal vez
como tú misma en esa curva
incierta de la vida) y violan la fronda
para entregarse la humedad sobre las hojas,
para mojar el mundo sin ser vistos.

¿Sabrá acaso atosigado por el paso
de los años, urdir la telaraña de la calma
que le ha llevado a compartir contigo,
bajo este sol tardío de principios de enero,
la levadura de la benevolencia? ¿Sabrá
tomar el pulso de tus pasos, medir
la carga de dolor que exhale tu palabra
en los días aciagos, verte parir
en la astillada barca de la edad
y acompañarte hasta las últimas olas
de este mar,
esta música efímera: la vida?

De: Liturgia de la heredad– 1991

 

Alfredo Buxán (Galicia, 1950). Es un poeta prácticamente desconocido, del que apenas hay información. (Se piensa que su nombre puede ser un seudónimo).

Autor de una obra de un alto nivel de calidad y llena de intensidad emotiva. Es un poeta raro y exigente, ajeno a los círculos literarios, al mundo de los cócteles, de la farándula y de las presentaciones, un poeta preocupado por mantener su intimidad y, sobre todo, por el rigor en la escritura fuera de corrientes y tendencias.

 

Con el telón de fondo de la Galicia costera, Buxán construye un mundo hecho de  instantáneas de la propia vida, de detenciones en el camino para meditar sobre la memoria,  el amor, la soledad, la vida más personal, las lecturas y  sobre el paisaje de pérdidas  que, con el paso del tiempo, uno va contemplando al echar la vista atrás. Escribe también,  unos poemas estremecedores sobre la muerte de su padre.

Entre sus libros publicados tenemos “Acumulada, numerosa herrumbre” (1979), “El telar de la nostalgia” (1982),  “Legado de ternura” (1989), “Cantar de ciego” (1991) y “Liturgia de la heredad” (1991), “Las palabras perdidas” (2009) todos ellos volúmenes de poesía, y las novelas “El lugar de las apariciones” (2001) y “Enroque” (2007).

 

 


22 agosto 2025

PEQUEÑOS PLACERES PARA LAS TARDES SIN HORAS

 

En estos tiempos de vidas estresadas, condicionadas por la omnipotencia del móvil telefónico, con el desacierto del consumismo compulsivo, para “el todo comprar” sin saber bien para qué, sufriendo esa absurda contaminación acústica en casi todos los ámbitos presenciales, anhelando la tranquilidad y el sosiego, en un mundo de intercomunicación inmediata, en el que la única certeza es el latido final, innegociable, de nuestras vidas y en el que la gran divinidad religiosa en el dinero encerrado en una tarjeta de plástico, con la que pretendemos “abrir” casi todas las puertas, en esta sociedad desquiciada que hemos creado y nos atrapa con la pandemia letal del mercantilismo atroz que nos aturde, todavía podemos gozar, a poco que frenemos el acelerador, de unos pequeños placeres que “oxigenan” la absurda dirección de nuestras limitadas existencias. Comentemos algunos de estos simples y grandes incentivos, en su racionalidad y utilidad.



DISFRUTAR CON EL MOVIMIENTO DEL AGUA. Nos podemos acercar al santuario monumental de la naturaleza. Entre sus variados y apetecibles tesoros, con suerte encontraremos ese riachuelo, torrente, fuente o gran arteria fluvial, con ese limpio, continuo y transparente caudal, que nos proporciona frescor, hidratación, alegría y esa armónica acústica de percusión que nos hace posible “jugar”, reflexionar y gozar. El oleaje del mar en las playas, caminando descalzos sobre la fina arena y el fluir repetitivo de una fuente de piedra, ocupando la centralidad en una plaza de pueblo o en un claustro monacal, son otras lúdicas opciones de esos juegos del agua que nos generan sonrisas y placidez en esas almas ansiosas de paz espiritual.


SOÑAR ATARDECERES. Difícilmente podemos encontrar espectáculo más fascinante y sublime, como ese cuadro o lienzo de gradientes y tonalidades cromáticas trazadas en el cielo. El gran espectáculo comienza cuando el astro solar abandona su aventura diaria, camino del atardecer y la noche. La atalaya visual puede ser variada y sugerente. Junto al mar o en la playa, en la montaña o desde una terraza urbana, de ese edificio atenazado entre un “mar” de severos tejados. La destreza del artista solar es infinita, imaginativa y sutil. El reencuentro con nuestra inmediata realidad nos facilita esa certeza esperanzada, que nos susurra la muy sensata máxima acerca de que mañana otra vez, sin duda, amanecerá.




COMPARTIR LOS JARDINES. Por fortuna, las corporaciones municipales ofrecen a los vecinos residentes y a los visitantes foráneos espacios “verdes”, en los que se instalan parques y jardines. Estos bellos y oxigenantes lugares contrastan, con su arbórea y floral vegetación, la árida densificación del asfalto y el arrogante cemento de las manzanas edificadas. A estos acotados espacios vegetales tiene acceso, lógicamente, personas de todas las edades y condición. Sin embargo, destacan en ellos la presencia de niños pequeños y personas de avanzada edad, El juego de los niños es otro de los pequeños y grandes placeres que nos ofrecen esos oasis vegetales. El vitalismo físico, espontáneo y anímico de esos niños de corta edad, regala alegría psíquica y física, tan necesaria para los adultos de mayor edad. Esas dinámicas infantiles, unidas a la delicada gratitud vegetal, pueden ser terapias “mágicas” para los momentos infortunados de letargo y depresión. Desde luego que estos tesoros vegetales deberían ser cuidados y respetados para su gratificante servicio comunal.



VISITAR NUESTROS BARRIOS AUSENTES. Junto a la primacía jerárquica que siempre ejerce el centro urbano de la ciudad, en lo comercial, en lo administrativo, en lo cultural, etc. no podemos olvidar esas barriadas ausentes en nuestra memoria. Son áreas de la gran ciudad por las que no pasamos en meses e incluso en años, ya que no están en nuestros itinerarios habituales para las obligaciones laborales, familiares o comerciales. Repasemos nuestra memoria y seguro que nos viene a la mente aquel barrio o ese otro que, por no pasar, desconocemos exactamente donde está. Una imaginativa opción sería dirigirnos, en algunas de las tardes, a esos núcleos de nuestra ciudad, para recorrer sus calles y plazas, visitar sus comercios e incluso dialogar con sus vecinos. Tomamos el bus municipal y nos apeamos en la parada más apropiada y comenzamos a practicar el estupendo y saludable ejercicio de pasear. Pronto tomaremos conciencia de que estos núcleos, normalmente muy populares y densificados en sus edificios y personas, encierran valiosos rincones, curiosas costumbres y esa familiaridad fraternal entre las personas que a veces nos falta en nuestro voluminoso edificio residencial. La experiencia, a buen seguro, nos reportará sorprendentes y enriquecedoras vivencias etnográficas y sociológicas para esos atardeceres sin prisas.  



ESCUCHAR A LOS JUGLARES CALLEJEROS. En las grandes ciudades y en los espacios de mayor tráfico de viandantes, solemos encontrar y gozar con la presencia de estos cantautores anónimos (no actúan en las cadenas de televisión, ni aparecen en las páginas de las revistas semanales). Provistos en su escaso equipaje con una guitarra, acordeón, trompeta u otro instrumento musical, incluida la sorprendente percusión, saben enriquecer los sonidos de la vía pública. Cantan o versionan bellas melodías, fundamentalmente románticas y nostálgicas, con mayor o menor pericia, evitando molestar al transeúnte o viandante. Con sus improvisadas actuaciones esperan que esos más o menos atentos espectadores dejen caer alguna moneda “la voluntad” en ese platillo delantero, para sobrellevar su difícil subsistencia diaria. Pasear por el puerto malacitano, caminar por el paseo marítimo o por esa calle cosmopolita y monumental de Alcazabilla, acompañado por las sencillas entonaciones “de siempre” supone un verdadero placer que compensa áridas soledades, complicados aturdimientos, “sonoros” silencios, transformando nuestra realidad, siquiera por unos segundos, en mejores voluntades para las sonrisas.

Hay otras muchas opciones para obtener esos necesarios pequeños placeres en el abigarrado contexto anímico de la “selva urbana”. Cine, teatro, conciertos, museos, conferencias, tertulias, etc. Los aquí citados y comentados pueden resultar útiles o válidos, a fin de alcanzar una cuota de sosiego y esperanza, en el discurrir rutinarios de los días. Están en una cómoda proximidad, son gratuitos y pueden generarnos sentimientos positivos para fortalecer nuestra andadura y protagonismo mental.  -

 

José L. Casado Toro

Agosto 2025




20 agosto 2025

ESPERANDO A LAS PERSEIDAS: QUE VER EN EL CIELO DE UNA NOCHE DE VERANO

 

Artículo de Víctor Lanchares Barrasa, Profesor de Matemática Aplicada, Universidad de La Rioja. Publicado en la revista digital The Conversation.

A partir del 11 de agosto llegará el gran momento de Las Perseidas, el sueño popular de las estrellas fugaces. Nada mejor que una noche templada de verano, lejos de las luces de la ciudad, al amparo de la mayor oscuridad posible, para esperarlas. El paso de las horas, mientras llegan, hará que desfilen ante nosotros seres mitológicos en forma de constelaciones, que nuestros antepasados dibujaron entre las estrellas y les sirvieron como brújula, reloj y calendario.

Algunas apps ayudan a interpretar lo que vemos y nos permiten localizar objetos celestes desde el móvil de modo muy sencillo. Entre ellas Sky view para IOS/AndroidStellarium para IOS/Android (esta tiene una versión para ordenador y tablet completísima) y Google Sky Map para Android.

La espina dorsal del cielo

Con ayuda de una de estas aplicaciones o sin ella, destaca en estas noches estivales la espina dorsal del cielo, una banda de un resplandor suave, que se extiende desde el noreste hasta el sur-suroeste. Se trata de la Vía Láctea. Debe su nombre a un mito griego según el cual no es más que la leche derramada por la diosa Hera cuando apartó a Heracles mientras mamaba con fuerza de su pecho.

En realidad, la Vía Láctea es una agrupación de miles de millones de estrellas que conforman la galaxia en la que vivimos. Nosotros nos encontramos dentro del disco que contiene la mayoría de las estrellas y, cuando miramos en la dirección de este disco, lo vemos como una franja de brillo tenue generada por la combinación de la luz de innumerables estrellas, demasiado distantes como para ser detectadas individualmente a simple vista.

Esta banda es más brillante en el cielo de verano, cuando miramos hacia el centro de la galaxia, que se encuentra en la constelación de Sagitario, cerca del horizonte, en dirección sur-suroeste. Aquí arranca el segmento más brillante de la Vía Láctea, que se extiende hasta la constelación del Cisne, cerca del punto más alto del cielo.

Miles de soles, de Sagitario a Cisne

Sagitario y Cisne tienen estrellas brillantes y patrones estelares sorprendentes a simple vista, pero también albergan muchas maravillas adicionales.

No hay nada que nos pueda causar mayor satisfacción como observadores que recorrer lentamente el camino que va de Sagitario al Cisne con unos prismáticos. De hecho, ninguna constelación en ningún otro lugar del cielo puede igualar a estas dos en cuanto a cantidad de nebulosas y estrellas en el campo de visión de un pequeño instrumento óptico. Con su ayuda, descubriremos un asombroso panorama de miles de soles, adornado de nubes brillantes e increíbles enjambres y racimos de estrellas que seguro no nos dejarán indiferentes.

El triángulo del verano: Lira, Águila y Deneb

Entre Sagitario y el Cisne se sitúan las constelaciones de la Lira y el Águila, que reconoceremos gracias a sus estrellas principales, Vega y Altair.

Vega, en la Lira, es la quinta estrella más brillante del cielo. La encontraremos casi encima de nuestra cabeza en una orilla de la Vía Láctea. En la otra orilla, en el Águila, se encuentra Altair, la duodécima en cuanto a brillo de todas las estrellas y cuyo nombre asociamos a uno de los caballos de Ben Hur. Vega y Altair, junto a Deneb, la estrella principal del Cisne, forman lo que se denomina el triángulo de verano, un patrón de estrellas fácilmente reconocible que preside las noches estivales.

Casiopea, la esposa de un rey etíope

Siguiendo la Vía Láctea hacia el horizonte noreste, a poca altura a primera hora de la noche pero elevándose a medida que pasan las horas, se encuentra la constelación de Casiopea. Recibe su nombre de la esposa bella y vanidosa del rey etíope Cefeo, que reina junto a ella muy cerca del polo celeste, donde se encuentra la estrella polar.

No es ésta una estrella muy brillante, y para localizarla se usa la constelación más emblemática del hemisferio norte, la Osa Mayor. Suele verse como un carro formado por siete estrellas brillantes que nunca se oculta bajo el horizonte. Prolongando unas cinco veces la distancia que une las dos estrellas más alejadas de la vara del carro, se llega a la estrella polar, dentro de la Osa Menor, que tiene una configuración similar a la Osa Mayor, pero con estrellas más débiles.

A partir de la Osa Mayor, y siempre mediante alineaciones de estrellas, es posible recorrer el resto del cielo de verano. Así, prolongando el arco que forma la vara del carro, llegamos a Arcturus, una estrella de color anaranjado, la cuarta más brillante de todas, y usada en la antigüedad para las labores agrícolas. En la obra “Los trabajos y los días” de Hesíodo podemos leer:

Cuando Orión y Sirio lleguen al centro del cielo, y Aurora de dedos rosados vea a Arturo, ¡oh Perses!, entonces corta todos los racimos y llévalos a casa.

El reino de Arcturus

Arcturus está en la constelación del Boyero, que nos servirá de trampolín para ir a la Corona Boreal, Hércules y a la zodiacal Virgo, ya desapareciendo por el oeste.

Desde aquí, siguiendo hacia el este por el horizonte, nos encontraremos con Libra, con sus dos estrellas principales con los sugerentes nombres Zubenelgenubi y Zubeneschamali, literalmente las pinzas del escorpión. Antiguamente, estas dos estrellas formaban parte de la vecina Escorpio, donde destaca el brillo anaranjado de Antares, una supergigante roja, con un tamaño tan grande que, puesta en lugar del Sol, su borde exterior se extendería más allá de la órbita de Marte.

Continuando hacia el este, regresaríamos a Sagitario, donde hemos comenzado nuestro recorrido. Por el camino hemos dejado algunas constelaciones como el Dragón, el Delfín, Ofiuco y otras más, que con el tiempo podremos aprender a identificar.

Y, al fin, la llegada de Las Perseidas

Además de las constelaciones y las maravillas que se ocultan tras la Vía Láctea, las noches de agosto nos pueden brindar la oportunidad de ver una buena cantidad de estrellas fugaces, principalmente procedentes de la región entre Perseo y Casiopea. Son las Perseidas.

Aunque el máximo de actividad se alcanza entre el 12 y 13 de agosto, este año el brillo de la Luna nos impedirá disfrutar de su momento álgido. Sin embargo, las Perseidas seguirán activas hasta finales de agosto y, una vez la Luna mengüe lo suficiente, aún tendremos oportunidad de ver unas cuantas estrellas fugaces. Tantas más cuanto más alto se encuentre en el cielo Perseo, que alcanza su máxima altura alrededor de las 4 de la madrugada, no mucho antes de que comience el crepúsculo matutino en las latitudes medias del norte.

Y mientras observamos estas veloces estelas, podemos reflexionar sobre el hecho de que estos meteoros son restos del cometa Swift-Tutlle, probablemente el objeto más peligroso conocido por la humanidad.

Visto por última vez en su regreso de 1992, su trayectoria podría hacerlo chocar con la Tierra en el futuro. Los expertos aseguran que esto no sucederá en los próximos miles de años. Pero si su núcleo llegase a impactar, probablemente causaría una destrucción mayor que el cometa o asteroide que acabó con los dinosaurios y la mayoría de las especies, hace 65 millones de años.

Con la espera de las estrellas fugaces, la noche de observación se habrá alargado y el paso del tiempo hará que las constelaciones otoñales tomen protagonismo, entre ellas Andrómeda. Aquí se encuentra el objeto más distante visible a simple vista, la galaxia de Andrómeda, a más de dos millones de años luz de distancia. Su contemplación puede ser el mejor cierre para una noche de estrellas de verano.

 

18 agosto 2025

DE VIAJE POR ESPAÑA (V)

 

*BURGOS

 

La casa de Alberto y Sonia se encuentra en una zona nueva de la ciudad, pero muy bien comunicada y relativamente cerca del centro histórico, tiene 3 amplios dormitorios y 2 baños, y está totalmente renovada.

Después del desayuno nos dirigimos paseando a la zona de la catedral, que visitaremos el martes por la tarde. Muy cerca, en la calle por encima de la catedral se encuentra la iglesia de San Nicolás de Bari, un bonito edificio gótico en el que destaca un espléndido RETABLO de piedra.

A continuación paseamos por la Plaza Mayor de camino al Paseo del Espolón, que discurre junto al río Arlanzón, para llegar al grandioso Arco de Santa María, una de las puertas de entrada a la ciudad amurallada. Es una puerta monumental con varios pisos y con estatuas de diversos personajes de la historia de Burgos. Cerca se encuentra la famosa estatua del CID CAMPEADOR a caballo, y al otro lado del río una moderna fuente de juegos de agua, tras la cual aparece el enorme edificio acristalado del Museo de la Evolución. Hacia las 14:30 fuimos a comer en un moderno restaurante especializado en pinchos fríos y calientes, que acompañamos de cerveza y una botella de buen vino de la Ribera del Duero.

Sobre las 9 se preparó la cena porque Carlos y yo queríamos ver el partido de baloncesto que jugaban las selecciones de España y USA en Málaga. Este partido era parte de la preparación de ambas selecciones para el próximo Campeonato del Mundo que se celebrará a finales de mes. Al final el resultado fue favorable al equipo americano por 10 puntos de diferencia.

 

LUNES 14 de agosto.

 

El programa de hoy consiste en visitar la Cartuja de Miraflores, el Castillo, y el Museo de Burgos.

A poco más de 3 km de Burgos se encuentra la espléndida CARTUJA  DE MIRAFLORES, monasterio de la Orden de los Cartujos, edificado en la segunda mitad del siglo XV, en estilo gótico, interviniendo en su construcción Juan de Colonia y GIL de Siloé, que realizó el maravilloso retablo de la iglesia, así como los sepulcros del rey Juan II e Isabel de Portugal, padres de Isabel la Católica, y de su hermano, el infante Alfonso.

La Cartuja la ordenó construir Juan II en el espacio que anteriormente había sido un  palacio, y antes aún, un terreno de caza de su padre.

Se visita únicamente la iglesia, un pequeño museo, y un tranquilo jardín. El resto está dedicado a la vida monástica de los frailes Cartujos que forman la comunidad.

Tras la visita nos dirigimos al Castillo de Burgos, situado en un cerro sobre la ciudad, desde el que se divisa una bonita vista del caserío, templos, palacios, Catedral.... Al llegar vimos que el recinto estaba cerrado (por lunes), pero varios miradores cumplían su función.

La última visita de la mañana la dedicamos al Museo de Burgos, en el centro de la ciudad. En realidad, sólo Carlos y yo hicimos la visita, pues las 3 mujeres se dedicaron a comprar viandas en el Mercado que se encuentra frente al Museo. Este, en varias plantas, tiene una interesante colección de Bellas Artes, y otra de arqueología: la primera, más interesante a nuestro punto de vista, ofrece una notable muestra de pinturas y retablos góticos Y como curiosidad, allí se encuentra la espada del Cid Campeador, Tizona. 

Luego comimos en casa algunas de las viandas que habían comprado en el Mercado. Especialmente exquisitos los torreznos que prepararon.

 

Pedro J. Tíscar

(continuará)


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