28 marzo 2024

RELATOS CORTOS


 ÚLTIMO VAGÓN




        

Ya en el metro dudó entre el ascensor o las escaleras. Eligió el primero.  Sentía el palpitar de sus sienes y un aleteo de mariposas en el estómago.  Largos meses chateando, desnudando sus pensamientos, con timidez al principio y, más tarde, con  la confianza ciega de que su desconocido interlocutor habría de compartirlos. Tanto tiempo de abandono, de incomunicación y ¡por fin! había encontrado a su alma gemela.

       En el andén el metro llegaba deslizándose con suavidad. Se detuvo y ella, temblorosa, pulsó el botón de la puerta del último vagón, el lugar en el que habían convenido la primera cita. Al entrar en él pudo distinguir, al fondo, la silueta elegante, conocida que le sonreía. Era su marido.

 

Mayte Tudea



26 marzo 2024

MÁS FALSO QUE JUDAS O IR DE HERODES A PILATOS: LA SEMANA SANTA Y LA LENGUA ESPAÑOLA

 

Artículo de Manuel Casado Velarde, Catedrático emérito de Lengua Española, especializado en análisis del discurso, innovación léxica, Lexicología y Semántica del español, Universidad de Navarra. Publicado en la revista digital The Conversation.

 

Todo lo que forma parte de la vida, creencias y afanes de las sociedades humanas acaba por dejar huella en sus lenguas –“la lengua es el archivo de la historia”, escribió el filósofo y poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson– y afectar a los modos de expresarse sus hablantes y de estar “instalados en el mundo”, por decirlo con palabras de Martin Heidegger.

La temprana evangelización de los habitantes de Hispania, cuyo comienzo se remonta a la época apostólica (siglo I de nuestra era) –pensemos en Santiago el Zebedeo y, posiblemente, también en san Pablo–, tuvo repercusiones de gran calado en las diferentes manifestaciones de la actividad lingüística, ya sea creando palabras nuevas, o bien dando nuevos significados a las ya existentes.

 

Las nuevas realidades evangélicas

De entrada, hubo que empezar denominando las nuevas realidades que anunciaba el mensaje evangélico: Mesías o Cristoapóstol, obispo, bautismo, misa, domingo, pascua, iglesia, penitencia, ángel, demonio, cementerio

La antroponimia, con los nuevos nombres de pila (bautismal, por supuesto) que se fueron difundiendo, experimentó un vuelco importante, e incluso la misma toponimia: nombres de ciudades como Santiago o Santa Cruz, Santa Fe, San Juan, San José, San Francisco, San Antonio, Los Ángeles, La Paz, luego trasplantados a América.

Apenas hay esfera de la vida en la que no haya dejado su impronta, y no solo a través del idioma, la fe y el modo de vivir de los cristianos: calendario, festividades y vacaciones, edificaciones, saludos y despedidas, patronos, romerías, gastronomía, etc.

 

Refranero de origen cristiano

Y, como no podía ser menos, los personajes y acontecimientos de los libros sagrados –tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento– pasaron a formar parte del acervo idiomático de andar por casa.

Por citar solo a personas o hechos asociados con las conmemoraciones que se celebran en estos días, sirvan de ejemplo comparaciones emblemáticas como ser alguien más falso que Judasllorar como una Magdalen_a o estar más alegre o contento que unas pascuas; enunciados o frases como andar o ir de Herodes a Pilatos (ir de mal en peor en un asunto), lavarse las manos (como el gobernador romano recién citado), estar hecho un ecce homoarmar o montar el cirio, beber o apurar el cáliz, ser _alguien un cirineo (persona que ayuda a otra en algún trabajo penoso), o un Barrabás (persona mala, traviesa, díscola), hacer una barrabasada; vocablos como Dolorosa, resurrección, hosanna, aleluya, escriba, fariseo; o interjecciones como ¡por los clavos de Cristo! o ¡santas pascuas!

 

Los dolores y la cruz

Para referirnos a lo que se nos hace costoso o nos produce dolor, la lengua española proporciona frases que incluyen expresiones como Calvario o Gólgota, Getsemaní, vía crucis y calle de la amargura.

Sólo para la palabra cruz, el Diccionario común de las Academias de la lengua registra más de cuarenta expresiones o locuciones.

El rótulo latino de la cruz (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum), reducido a las iniciales inri –la madre de todas las siglas que vendrían a lo largo de los siglos, en particular en estos siglos de siglas en que vivimos–, campa en la difundida locución para más (o mayorinri.

¿A quién no le resultan familiares los nombres de EmaúsPilatosVerónicaNicodemo o José de Arimatea?

Algunos de los nombres que protagonizan los relatos bíblicos de estas celebraciones pascuales se encuentran incluidos como nombres comunes en los diccionarios de la lengua. Así, por ejemplo, herodes es un “hombre cruel con los niños”, judas es un “hombre alevoso, traidor”, magdalena es una “mujer penitente o arrepentida de sus pecados” y verónica se emplea metafóricamente para un lance del toreo.

 

Conocer la historia y la religión

Preocupan, con razón, las carencias en la competencia lingüística de los jóvenes. No hace falta que, de pascuas a ramos, nos lo recuerden los informes PISA u otros similares. Es posible, en cambio, que nos cause menos desazón la ignorancia de las raíces y tradiciones de nuestra cultura y civilización.

Pero no se puede separar la lengua y la cultura; la civilización y el idioma que le ha servido de cauce expresivo durante siglos. En los países occidentales de tradición judeocristiana, no conocer los valores que han configurado su vivir durante siglos se traduce en inhabilidad lingüística. Lo mismo ocurre con el inmenso y rico mundo de las bellas artes (arquitectura, escultura, pintura, música, literatura), que se torna opaco, en buena medida, cuando se desconocen los referentes que venimos comentando.

¿Más motivos para ponderar la importancia del conocimiento de la historia y de la religión? Otro gallo catará, o cantaría, por emplear una expresión más, tomada de las celebraciones de la Semana Santa, si se atendieran mejor los contenidos (y no solo las destrezas y habilidades) en las enseñanzas secundarias.

 


23 marzo 2024

CITAS PARA REFLEXIONAR

 

“Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana;

y no estoy muy seguro acerca del universo …“

 

 (Albert Einstein, Alemania 1879 - Estados Unidos 1955, de origen judío, científico, Premio Nobel de Física)

 

UN POEMA PARA EL SÁBADO: OCTAVIO PAZ

 

Viento, agua, piedra


El agua horada la piedra

el viento dispersa el agua,

la piedra detiene al viento.

Agua, viento, piedra.

 

El viento esculpe la piedra,

la piedra es copa del agua,

el agua escapa y es viento.

Piedra, viento, agua.

 

El viento en sus giros canta,

el agua al andar murmura,

la piedra inmóvil se calla.

Viento, agua, piedra.

 

Uno es otro y es ninguno:

entre sus nombres vacíos

pasan y se desvanecen

Agua, piedra, viento.

 

 

Octavio Paz Lozano fue  un destacado escritor y diplomático nacido en Ciudad de México el 31 de marzo de 1914, y fallecido en la misma ciudad el 19 de abril de 1998. Dadas las actividades políticas del padre, que lo mantenían fuera de casa por largos períodos, su crianza estuvo a cargo de su madre, una tía y su abuelo paterno, novelista, que influyó mucho en sus primeros contactos con la Literatura. Su variada vida profesional abarcó desde la participación en la Embajada de México en la India hasta la docencia en numerosas universidades estadounidenses.

Su obra, influenciada desde temprano por poetas europeos de la talla de Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, comprende tanto denuncias de carácter social como análisis de naturaleza existencial. Entre sus poemarios destacan " Libertad bajo palabra" y " Salamandra".

A su extensa y rica producción literaria deben sumarse las traducciones, como su versión en español de "Antología de Fernando Pessoa", sobre poemas del escritor portugués. Su estilo se ha transformado a lo largo de los años, producto de la apertura mental e ideológica del escritor, que nunca dudó en experimentar y adaptarse a las nuevas tendencias.

Obtuvo el premio Nobel de literatura en 1990 y el premio Cervantes en 1981. Se le considera uno de los más influyentes autores del siglo XX y uno de los grandes poetas de todos los tiempos.

 


22 marzo 2024

TERAPIA MUSICAL PARA LA VIDA

 



En este mundo que protagonizamos, tantas veces aquejado de comportamientos extremistas, radicales y violentos, en la sucesión de los días, nos sentimos en la necesidad ineludible de ir buscando y aplicando recursos y medidas compensatorias, que nos ayuden en la recuperación de ese sosiego beneficioso e imprescindible para el equilibrio, tanto individual como colectivo.

Cada persona trata de encontrar esa medicina o “pócima maravillosa” desarrollando diferentes actividades, en función de la naturaleza de su carácter y las circunstancias propias en las que se halle en un determinado momento. Ya sea disfrutando la lectura, asistiendo al cine o al teatro, participando en el deporte, estableciendo vínculos afectivos con el entorno natural, buscando las mejores y buenas amistades, laborando en la cocina, realizando habilidades artesanales, integrándose en positivas actividades grupales, asistiendo a las clases para mayores, practicando la expresión escrita, colaborando en la solidaridad social, etc. Siempre pensamos, ilusionadamente, que estos recursos lúdicos/sociales/culturales, nos pueden propiciar el bien o el valor del necesario sosiego anímico, cuya ausencia tanto nos hace sufrir. 

Uno de estos recursos “terapéuticos” para cuando alteramos ese equilibrio en el ánimo es la audición (y composición) musical. Los sonidos grabados en el pentagrama nos generan motivaciones y sentimientos contrastados según la necesidad de cada cual. No se puede poner en duda de que hay determinadas piezas musicales que, aun desconociendo el por qué, nos generan estados del ánimo muy diversos. La alegría, la tristeza, el clímax emocional, la valentía, el relax, el romanticismo, la añoranza, la tranquilidad, el miedo, la intriga, la serenidad, la dinamización, los recuerdos, la vitalidad y así un largo y variado repertorio de aportes psicológicos.

Los medios instrumentales para la música son diversos y todos necesarios. Hablamos de sonidos procedentes de las teclas de un piano, de la percusión sobre unos timbales, de la acústica modelada por una trompeta, de las dulces cuerdas de un violín, de los amenos sones de un saxofón o de los latidos rítmicos de las cuerdas de una guitarra. Por fortuna, es muy numerosa la base instrumental que permite modular la providencial ayuda de estos sonidos benefactores.  

También son abundantes los géneros musicales. Música clásica, romántica, rock, religiosa, country, instrumental, sinfónica, popular, española, italiana, francesa, flamenca, militar, cinematográfica, deportiva, testimonial o de autor, etc.

Ciertamente, unas y otras audiciones musicales pueden gustar más o menos, según las circunstancias anímicas del oyente y la calidad técnica de su elaboración, pero todas ellas nos ofrecen generosamente su ayuda providencial en los momentos más insospechados. Una misma canción genera respuestas y sentimientos diferentes u opuestos en las distintas personas y en los distintos tiempos para la audición.

El gusto por la música lo tenemos desde nuestra más lejana infancia. Ya las madres cantaban “nanas” a sus pequeños, a fin de favorecer en ellos la necesidad del sueño. La radio ha sido siempre un muy eficaz aliado para la difusión de todo tipo de música. Y echando esa mirada para la nostalgia, recordamos aquellos alegres “guateques” en los domingos por la tarde, durante los añorados años sesenta. En esas fiestas juveniles, el “alma mater” de la técnica acústica era los famosos y apreciados pick up o tocadiscos, que permitían “extraer” la música “enlatada” en aquellos también inolvidables discos de vinilo, cuyo valor y uso se ha realzado sorprendentemente en los tiempos actuales. Se disponía de los discos sencillos o singles y aquellos otros de mayor capacidad, los long play o LP. Y el pequeño tocadiscos “leía” no a través de un rayo láser, sino madiante una aguja que recorría los surcos concéntricos grabados en el preciado vinilo, agujas que daban algunos disgustos pues los rayados y comunicación de pistas estaban a la orden del día, para el divertimento y protestas de la alegre “muchachada” asistente.

Décadas más avanzadas permitieron el sorprendente avance informático que hacía posible conservar y difundir los sonidos musicales a través de los pequeños discos plastificados, denominados CD y DVD, con la versatilidad de poder albergar en ellos decenas y decenas de piezas musicales. Ya no se utilizaba la aguja sobre los surcos de los discos de vinilo, sino un poderoso rayo láser que leía los millones de bytes grabados en las densas pistas de esos nuevos discos. Hoy en día, estos sistemas de almacenamiento se consideran obsoletos, pues ya hablamos y utilizamos las “nubes” o las plataformas de almacenamiento, que hacen posible una casi “infinita” capacidad de contenidos, para miles y miles de composiciones musicales. Los “tocadiscos” son entrañables piezas de museo. Te puedes conectar con esas plataformas a través de las redes de internet, mediante tu propio móvil telefónico, las tablets y, obviamente, los ordenadores personales. Las conexiones son muy diversificadas. Esas plataformas y nubes tienen material acústico de libre uso, además de otros contenidos para los que hay que pagar la correspondiente cuota. Ahí tenemos los “gigantes musicales” del SPOTIFY, el APPLE Music o el siempre versátil YOUTUBE.   

Sean cuales sean los medios utilizados, lo verdaderamente importante y maravilloso es que la música estará ahí, cerca de nosotros, para facilitarnos compañía en nuestros quehaceres o en los espacios lúdicos específicos para la diversión. Sus latidos rítmicos vitalizan nuestro ánimo, generando sentimientos que transforman las dificultades, las monótonas rutinas, los ocres desengaños y las respuestas neblinosas de la apatía. La música nos hace sentir, “sufrir”, amar, disfrutar y vivir. Sin la música este mundo sería más triste, oscuro, austero, absurdo y aburrido, en su recorrido cronológico. La música ennoblece nuestras vidas, dotándolas de esa magia indefinible, proveniente del paraíso místico del corazón. 



 

 

José L. Casado Toro

marzo 2024

 

21 marzo 2024

LAS TORRIJAS: LA HISTORIA Y CÓMO HACER EL DULCE MÁS TÍPICO DE LA SEMANA SANTA



Artículo de Milena Díaz Rodríguez, publicado en Granada Digital.

 

Pan, leche, huevo, aceite, una sartén, azúcar y canela. Estos son los principales artefactos necesarios para hacer las torrijas, uno de los dulces más típicos de Semana Santa y que no puede faltar en la mesa de los bares, restaurantes y hogares españoles en esta época del año.

Existe una variedad infinita de este postre: las torrijas castellanas, las tostadas cántabras y vascas, las torradas gallegas, el pain perdu (pan perdido) francés, las rebanadas o fatias douradas de Portugal o los arme ritter (caballeros pobres) alemanes. Aunque haya una variación en los nombres, todas ellas son, en general, basadas en lo mismo: un pan con leche rebozado y frito que lleva diferentes condimentos. 

Pero, ¿cuál es la historia de este amado dulce?, ¿por qué hay la tradición de comerlas en Semana Santa?, ¿cómo hacerlas?

¿De dónde vienen las torrijas? 

Las torrijas tienen una historia milenaria y son consideradas uno de los dulces más antiguos de los que hay evidencias. La primera referencia conocida de un postre similar está en la obra del romano Marco Gavio Apicio (siglo IV-V), que escribió un libro llamado 'De re coquinaria' con recopilaciones de recetas de dulces caseros. En este recetario, presentase dos fórmulas para aliter dulcia u “otro tipo de dulce”, y menciona una rebanada de pan mojada en la leche hasta empaparse, pero no dije nada sobre el huevo o el azúcar. Este es el primer contacto con la receta de torrijas que conocemos a los días de hoy. 

El término 'torrija' es relativamente moderno, ya que no apareció en los diccionarios hasta el año 1591. La receta de este dulce fue introducida en Europa a través de los árabes y tuvo muchas variaciones a lo largo de los años. El azúcar, por ejemplo, era considerado un ingrediente de lujo casi hasta el siglo XIX, lo que llevó a las torrijas caseras a ser hechas de las más diferentes formas, como con miel y vino. 

Otro dato curioso sobre este postre es que, en el siglo XV, empezó a ser relacionado a los nacimientos de bebés. En aquella época, se creía que el consumo de leche ayudaba a estimular la secreción de leche en las mujeres y, por lo tanto, la combinación pan, leche, huevos y azúcar (o sea, la torrija) era considerado un alimento energético y apto para aquellas mujeres que acababan de dar a luz. 

De ahí, el dulce era ofrecido tanto a la madre como a los invitados que venían a visitar el bebé, lo que la convirtió en un alimento central en la dieta de las parturientas, tanto antes como después del parto. Esta idea sigue viva en los nombres que reciben las torrijas en Menorca (sopes de partera) y en algunas partes de Galicia (torradas de parida). 

¿Por qué comemos torrijas en Semana Santa?

La asociación de las torrijas con la Cuaresma y la Semana Santa vino después, aunque todavía no se sabe exactamente cuándo y ni por qué. En realidad, probablemente esto sea resultado de una coincidencia práctica que se ha convertido en tradición.    

Con el tiempo, los ingredientes que componen este postre (especialmente el azúcar y la canela) se fueron tornando más accesibles y, por ser muy calóricas, se empezó a vincular a las torrijas como un alimento ideal para llenar el estómago en los días de abstinencia que no se podía comer carne, además de ser una forma de aprovechar el pan sobrante. Así, durante este tiempo, las monjas de los conventos solían ofrecerlas a los más necesitados como fuente de energía de bajo coste.

Hay también la creencia de que comer torrijas en Semana Santa tiene un significado místico relacionado con la Resurrección de Jesús. Es decir, el pan sería identificado con el cuerpo de Cristo, la fritura en el aceite con el sufrimiento, y la leche y el azúcar (o miel) con el resurgir y la esperanza. 

¿Cómo hacer las torrijas? 

Cómo fue dicho, las torrijas son un postre basado en una rodaja de pan empapada en leche y rebozada en huevo que se fríe y se puede acompañar de lo que más nos guste. La receta básica es la que traemos hoy, aunque en muchas ciudades de España pueden variar algunos ingredientes o su manera de preparación.

Los ingredientes son sencillos y baratos:

- 1 barra de pan dura del día anterior. Podemos usar una del mismo día pero, al mojarlas, corremos el riesgo de que se partan las rodajas de pan.

- 1'5 litros de leche

- 5 huevos medianos

- 1 palo de canela en rama

- 1 vaina de vainilla

- la cáscara de medio limón o media naranja

- 100 ml de vino Oporto (opcional)

- 300 gramos de azúcar blanca

- 1 cucharada de canela molida

- 1/2 litro de aceite de oliva

Lo primero que debemos hacer es aromatizar la leche con la que empaparemos nuestras rebanadas de pan. Para ello, lavaremos muy bien el limón, o la naranja, y pelaremos la piel evitando lo blanco que suele dar amargor. Lo echamos a la leche que ya hemos puesto a hervir en una olla.

Incorporamos la rama de canela y las semillas de vainilla. Para extraerlas abrimos la vaina y con la punta del cuchillo podemos sacarlas. Añadiendo una cucharada de canela molida se potencia bastante el sabor y, quien lo desee, puede agregar un poquito de vino Oporto. Una vez que llegue a la ebullición, retiraremos la olla del fuego.

Ahora cortaremos la barra de pan en rebanadas. Colamos la leche y empezamos a empapar las rebanadas con ella, después las pasamos por los huevos batidos y las metemos en la sartén con abundante aceite de oliva caliente hasta que se doren. Una vez las tenemos todas rebozadas, le espolvoreamos azúcar por ambos lados y las servimos. Quien pueda, que se resista a ellas.

  

19 marzo 2024

DENOSTADA NOSTALGIA




La nostalgia tiene mala prensa en la actualidad. Para muchos evoca tristeza o añoranza de un tiempo relacionado con las páginas negras de una historia  común que a nuestros antepasados y al país en general les tocó vivir. Por eso suele asociarse a lo caduco, innombrable o un tabú a evitar. Se considera como un cofre cerrado y hermético cuya llave se ha tirado al fondo del mar.

La denostada nostalgia no tiene banderas ni colores, es un sentimiento individual e  íntimo no apto para menores. Los jóvenes han vivido poco tiempo para comprenderla y hacerla suya. Quienes están ya en la madurez o en la vejez la llevan adherida como una segunda piel, lo manifiesten o no. Si fuéramos reptiles, mediante la ecdisis, la dejaríamos tirada a conveniencia en cualquier rincón, aunque algunos humanos también pueden hacerlo.

Siempre hay momentos especiales revividos con un punto de melancolía porque son jirones de nuestras historias. ¿Qué hay de malo en recordar el pasado con nostalgia? Es parte de nuestra identidad y deberíamos agradecer su compañía mientras vivamos por estos lares. Eso significará que las neuronas siguen remando a favor y no se han ido al limbo del olvido.

Nostalgia de familiares y amigos perdidos. De barrios con su tienda de ultramarinos, del quiosco de prensa y revistas donde nos guardaban los coleccionables. La mercería, la ferretería, el zapatero de la esquina. La modista del segundo, que también nos vendía  ropa importada de Londres o mantelerías de Canarias para el ajuar. Esos referentes son como un álbum de fotos familiar: cobran vida en la memoria al abrir sus páginas.

Ahora en mi barrio no queda nada parecido. Los apartamentos turísticos ocupan los locales bajos de casi todos los edificios. Los utilizan unas aves de paso ruidosas, con forma humana, arrastrando maletas a todas horas. Efímeros y desconocidos  habitantes de unos espacios antes impregnados de historias cotidianas. Y solo dejarán una huella: latas de refresco y cerveza, botellas y bolsas de patatas fritas alrededor de sus puertas y en las aceras, obviando la papelera instalada a uno o dos metros de distancia.  

Este es otro de los momentos que nos ha tocado vivir. Lo futurible, mejor ni pensarlo, pero se intuye por las incesantes muestras invasivas a través de todos los medios.

Sin ánimo de equivocarme y por poner algunos ejemplos: no sentiré nostalgia de los selfies, de las citas médicas telefónicas, las listas de espera hospitalarias, las Fake News ni de la Inteligencia Artificial. Ese mundo prefabricado de escaparate perfecto solo aporta vaciedad a cualquier existencia y nunca será el mejor activo biográfico de una persona.

 

 

                                                     Esperanza Liñán Gálvez 


 

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