03 septiembre 2025

¿SEGUIRÁ HABIENDO MOTIVOS PARA REFLEXIONAR?

 

Agosto queda ya atrás. Un mes en el que las temperaturas (las climáticas y las políticas) han alcanzado los cuatrocientos cincuenta y un grados farenheit. Y ha ardido todo. Los montes, los valles, los pueblos, los rebaños, las casas y de forma especial la indignación de los perjudicados por este infierno en llamas que ha arrasado años de trabajo y sacrificio y que les deja a la intemperie; devastados y aún tratando de reunir fuerzas para afrontar un futuro que se presenta del mismo color que los bosques calcinados. Negro.

       Y no es pesimista esta afirmación, no. Recordemos la larga lista de desgracias que han asolado nuestro país en estos últimos años. (He oído comentar, con muy mal tono, que estamos gafados). Desde la erupción destructiva del volcán de La Palma (la isla más bonita de todo el archipiélago), pasando por la enorme desgracia de la Dana de Valencia (sin parangón con ninguna otra por la brutal pérdida de vidas humanas) seguida por el misterioso, y aún sin aclarar, apagón general en el que casi cincuenta millones de habitantes nos fundimos (también) en negro por más de veinticuatro horas, hasta desembocar en este Agosto candente y destructor, la lista de desgracias mayores (no mencionaremos las menores) parece interminable.

       Y por mucho que los gobernantes aseguren que las ayudas para la reconstrucción han sido o van a ser generosas y, además, rápidas pensemos en los palmeños que aún habitan en viviendas prefabricadas y en los pueblos de Valencia donde las personas mayores o incapacitadas no pueden acceder a la calle porque muchos ascensores todavía no funcionan. No hablemos de la subida de la electricidad después del apagón (un 40% aseguran los expertos) y esa la sufrimos todos los españoles, y en este presente, en este hoy que estamos viviendo los daños, (pendientes de evaluar), de la cadena de incendios que hemos padecido. Imagino que cuando las cifras se conozcan nos producirán escalofríos.

Y sobre este panorama nada halagüeño nuestros políticos, leña al mono, ejercitando el noble deporte de la esgrima en su vertiente más cutre.   Cruce de acusaciones, intercambio de epítetos malsonantes, afirmaciones categóricas que cualquier tonto sabe falsas y el permanente y tú más que acongoja a cualquier ciudadano de bien.  

Y mientras tanto, sin darse cuenta o dándosela, que es mucho peor, están engordando a aquellos que dicen combatir y que son, según ellos también, el mayor peligro que acecha a nuestra democracia. Los impávidos extremistas, que sin colaborar en ninguna de las acciones necesarias para el bienestar de este país esperan, con la mayor tranquilidad, ver pasar por delante los cadáveres de sus enemigos. Las encuestas lo están corroborando.

No nos queda otra que aferrarnos a aquella frase que pronunció el mariscal alemán Otto von Bismarck. “España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido”. Confiemos en que siga resistiendo.

Vuelvo a la pregunta  que encabeza este artículo y mucho me temo que seguirá habiendo motivos para reflexionar.

MAYTE TUDEA. 1-SEPTIEMBRE-2025


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