Artículo de Marta Calderón García, Investigadora en cognición, comportamiento y
neurocriminología, Universidad Miguel Hernández. Publicado en la revista
digital The Conversation
¿Alguna vez se ha puesto a reír con alguien que apenas conoce? Tal
vez fue por una broma tonta, o incluso por el simple hecho de oír el sonido de
esa persona riendo. No importa si es la primera vez que la vemos o si no
compartimos intereses con ella, porque en ese momento estamos conectados por
una simple y poderosa reacción: la risa.
Animales a mandíbula batiente
Sorprendentemente, la risa no es un rasgo exclusivo de
nuestra especie. Investigaciones recientes han descubierto que al menos 65 especies de animales, como vacas,
loros, perros, delfines o urracas, emiten sonidos similares cuando juegan o
incluso cuando les hacen cosquillas, como les ocurre a los simios y a las ratas. Esto sugiere que la risa no es algo
exclusivamente humano, sino que tiene raíces evolutivas muy antiguas,
compartidas con otros animales.
Los tres
factores clave del humor
Por ejemplo, si alguien tropieza con una
cáscara de plátano y se levanta riendo, nuestro cerebro registra la sorpresa
(“¡qué inesperado!”) y, al comprobar que no hay riesgo (“solo es una caída
tonta”), libera esa tensión con una carcajada de alivio porque no existe una
amenaza real. Este mecanismo explica por qué un chiste fallido no causa gracia
(falta sorpresa) o por qué un accidente real no es cómico (el suceso no es
inofensivo).
Sin embargo, no todos los estímulos humorísticos son universales.
Las diferencias culturales, personales y contextuales afectan profundamente a
qué se considera gracioso. Un mismo chiste puede resultar cómico en una
cultura, ofensivo en otra o completamente irrelevante en una tercera.
Resortes cerebrales de
la risa
Pero ¿qué ocurre en nuestro cerebro desde
que percibimos algo gracioso hasta que nos reímos? Diversos estudios han
demostrado que el procesamiento del humor involucra múltiples regiones. Así,
mientras la incongruencia se detecta en la corteza prefrontal dorsolateral, la
unión temporo-occipital evalúa su carácter inofensivo. Una vez confirmada esta
ausencia de riesgo, se producen cambios en la sustancia gris periacueductal y
se activa el circuito de recompensa (liberando el neurotransmisor dopamina), lo
que finalmente desencadena la risa.
Así, cada tipo de risa refleja mecanismos neuronales
distintos: lo automático frente a lo social.
Además, se ha observado que
los jóvenes tienden a mostrar una mayor activación en las zonas vinculadas al
placer emocional, lo que refleja una experiencia más intensa y primaria del
humor. En cambio, en los adultos se encienden más aquellas áreas relacionadas
con el procesamiento complejo, la reflexión asociativa y la memoria
autobiográfica.
Esto explicaría cómo debido a la experiencia
acumulada, los adultos contextualizan el humor mediante la memoria y prefieren
estilos complejos (como el sarcasmo), mientras que los jóvenes, con menos
experiencias vitales, buscan estímulos inmediatos (como el humor físico o
absurdo).
Carcajadas
terapéuticas
Diversos estudios avalan
la eficacia de la risa para mejorar la calidad de vida, especialmente en
personas mayores, donde la frecuencia de la risa se asocia a menor riesgo de
discapacidad funcional.
En definitiva, la risa no es solo un pasatiempo agradable ni un
lujo ocasional. Es un pilar fundamental en nuestra salud y en el bienestar
social. Aprender a reír más, a buscar motivos de alegría en lo cotidiano, puede
ser tan crucial para nuestra vida como cuidar la alimentación o hacer ejercicio
físico.
La risa tiene la capacidad de transformar
nuestra biología, nuestra mente y nuestras relaciones. Quizá el humorista Victor Borge (1909-2000)
tenía razón cuando dijo que es la distancia más corta entre dos personas.
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