Dudo si es la época más adecuada para
meditar. El calor lo ralentiza todo, incluso el pensamiento. Por otra parte ahora
es el tiempo, precisamente, del que dispongo con mayor abundancia, y se me
ofrece para que lo utilice en aquello que me interesa, me apetece o decida
perderlo si eso es lo que quiero.
Ya han pasado los días de las comidas
finales con los grupos, los compañeros, los amigos llegando a la conclusión que
todo termina por cansar. Es muy agradable comer fuera de casa, pero cuando se
repite a intervalos cortos se añora la comida sencilla casera y el agradable
descanso posterior, con siesta o sin ella.
Ahora,
también, es el momento de los baños en un mar tranquilo, este Mediterráneo nuestro, al que le ha
empezado a fallar el termostato. Málaga
siempre se ha distinguido por la frialdad de sus aguas que se iban templando al
avanzar el mes de Agosto. Este año, a finales de Junio, ya habían alcanzado esa
temperatura. Los entendidos aseguran que esto es otro fleco del cambio climático. Como sigamos así nos vamos a
quedar sin alfombra.
Y
otro quehacer veraniego importante ¿mejor le llamamos disfrute? es la dedicación
a la lectura. Contamos con tiempo ¡qué maravilla! para sumergirse en las
páginas de un libro que en un principio te lo ofrece todo: la incógnita que se
va desvelando a medida que una avanza en el libro y llega hasta el final en el
que se resuelve la historia. Si todo está bien medido, bien escrito y mantiene
el interés hasta las últimas líneas, es el mejor regalo que nos pueden ofrecer.
Y además, aquí sí, aquí se abre la vía para la reflexión. Se agilizan las
neuronas mientras leemos, vivimos de forma vicaria otras vidas ajenas a la
nuestra y conocemos otros lugares y otras situaciones que nos ayudan a entender
mejor lo que ocurre a nuestro alrededor.
Producto
de ello es mi reflexión de hoy y se refiere a las lealtades o más bien a los empecinamientos. Algunos seres humanos
¿muchos, pocos? a lo largo de su vida traicionan
a sus amigos, engañan a sus parejas, mudan de criterio u opinión según
convenga, cambian incluso de sexo, pero creo que una gran mayoría (no puedo
asegurar que sean todos) se mantiene fiel al equipo de fútbol que eligió en su
infancia y al partido político que ha adoptado como suyo. Y da igual que el
equipo vaya mal (viva el Betis manque
pierda) y que el partido no responda en absoluto a los postulados con los
que se creó. Acordes con nuestro temperamento, como los viejos hidalgos, y
antes de rectificar preferimos sostenella
y no enmedalla. Y así nos va.
MAYTE TUDEA.
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