11 julio 2025

OBJETIVOS EN LOS CREADORES DE HISTORIAS



En ese frágil equilibrio entre la ficción imaginativa y la realidad circundante, el escritor va conformando, con ilusionada paciencia, una serie de vidas, que interactúan entre ellas, sumidas todas en las circunstancias y determinantes que les afectan. Podemos haber compartido el tiempo con esos personajes o haber demandado al mundo onírico y mágico de la imaginación su presencia en esas historias, escritas o narradas, que toman cuerpo en las páginas que otros leerán y tal vez disfrutarán. En esas aventuras para la creatividad, aparecen diversos elementos, componentes o factores, que iluminarán los escritos y los harán cómicos, dramáticos, rutinarios o cansinos, sorprendentes, intrigantes, fascinantes, románticos, violentos, sosegados, explicativos o nebulosos, etc. Pero siempre deben subyacer los valores que representan y difunden sus actores, ya sean positivos, para enaltecer la especie, ya sean negativos, que siempre degradan y envilecen.




Cabe preguntarse, ¿cuáles son los principales FUNDAMENTOS MOTIVADORES, para el creador de historias? Son numerosos y contrastados. Lógicamente, cada escritor tendrá sus prioridades, en la individual jerarquización de criterios. Citemos algunos, en un orden carente de toda significación o intencionalidad.

DIÁLOGO CON EL LECTOR. A pesar de lo que se manifieste, el escritor siempre necesita y escribe para el que lee sus historias. Es la función más hermosa, fraternal y difícil, porque ese interlocutor es absolutamente desconocido. El autor carece de los datos básicos de aquél con el que va a compartir su creatividad literaria. Y a buen seguro que le agradaría conocer sus rasgos físicos, su forma de hablar, mirar y pensar, sus éxitos y fracasos en el recorrido vital o existencial, sus ilusiones y objetivos, toda la problemática que le condiciona. Pero ante la imposibilidad general de este conocimiento, se dirige a ese lector cuya silueta es anónima para su mentalidad. Y, sin embargo, “habla e interactúa” con él. Sin su presencia e interesada actitud, nada tiene sentido.



DISTRAER COMO NECESIDAD. Todos tenemos tiempo para lectura, en los días, las semanas y los meses. Otra cosa será cómo utilicemos ese tiempo lector. Si el escritor aburre, su función queda lastrada por los bostezos del lector. Es obvio que aquello que estamos leyendo, si genera nuestro interés, nos incentiva más para la distracción y la reflexión. Un tema interesante o importante, mal marrado, puede llegar a aburrir. Obviamente también depende del estado anímico y la predisposición circunstancial que afecte al lector de esa novela, artículo, ensayo, guion, cuento o relato.

DIFUNDIR VALORES PARA LA REFLEXIÓN. Un escritor generoso debe, en lo posible, resaltar los valores que mejores “el estado clínico” de la sociedad, próxima o lejana. Esa función educadora, motivadora, en el entorno social de los que aman la lectura, es un “deber” inexcusable y digno del mayor reconocimiento. Sobre todo, cuando se realiza sin el ánimo espurio del adoctrinamiento. Los mensajes positivos de una obra de teatro, de una película, de una novela, de todo lo escrito, son semillas que en algún momento germinarán y fructificarán, para hacer un mundo mejor, al menos en el deseo. Vivimos en una sociedad a todas luces enferma, por el estado carencial de valores.

MULTIPLICAR LAS VIVENCIAS. Tanto el cine, como el teatro y, por supuesto, la creatividad literaria, permiten generar nuevos microcosmos, que enriquecen nuestra parcela de privacidad e intimidad personal. Los tres formatos hacen posible que podamos ampliar la visión de nuestras vidas, partiendo desde la atalaya personal o convivencial. Los lectores y espectadores pueden empatizar con las personas y las historias que están leyendo o presenciando, en ambos casos como “invitados o participantes especiales”. Ya sea desde las páginas de un libro o desde las tablas o las pantallas escénicas. Esa mágica posibilidad de ponerse o asumir la problemática de los intérpretes o los personajes en las páginas bibliográficas es uno de los logros más importantes que nos ofrecen los autores literarios y los directores y actores, teatrales o cinematográficos.

CONVICCIÓN ARGUMENTAL. También, por supuesto, el escritor tiene la libertad de poder crear una obra de “ciencia ficción”. Pero en general, la historia que se nos narra debe poseer un porcentaje elevado de credibilidad. Y ese tanto por ciento debe quedar al justo criterio del autor. Resulta obvio que las respuestas y los comportamientos humanos son imprevisibles, sorprendentes, inauditas, fascinantes, absurdas, grandiosas o ruines, etc. Sin embargo, el lector, al finalizar ese diálogo mental con el escritor, debe poder decir: me ha gustado, me ha enriquecido, me ha distraído, me ha divertido, etc. El problema surge cuando ese interesado lector manifiesta su incredulidad, la imposibilidad de empatizar con los personajes de la obra e incluso su escaso deseo de realizar una segunda lectura, por esa falta de convencimiento argumental. La narrativa puede ser increíble, fantástica, pero es más interesante y natural la proximidad de lo creíble.


 Sin duda, cada compositor de palabras y frases, explícitas u oníricas, puede ampliar este listado de objetivos o propuestas. Pero las aquí citadas parecen un claro referente de la noble intencionalidad de aquellos creadores que comunican a través de la palabra escrita. Conseguir la sintonía entre el lector y el escritor no siempre es fácil, pues entre ellos existe todo un mundo que nos hace diferentes en nuestra personal singularidad. Desde luego que el compositor de historias debe priorizar o atender con delicadeza la función explicativa que, como autor, nunca debe soslayar. Los escritores crípticos desorientan, cansan y acaban aburriendo. La sencillez del sabio siempre es admirable y gratificada por los lectores de textos. –

 

José L. Casado Toro

Julio 2025



 


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