Las nodrizas o amas de cría eran las encargadas de la
lactancia y cuidados de hijos ajenos recién nacidos. Esta figura adquirió
especial relevancia en España durante 1830-1930, ligada a la monarquía y la
burguesía. En la mayoría de los casos las señoras de la alta sociedad no daban
de mamar a sus hijos, no por carecer de leche propia, sino para no estropear
sus figuras y siguiendo una norma tácita de su clase social.
El ama de cría simultaneaba la lactancia de la hija o hijo de
los señores con la de
su retoño, aunque no le estaba permitido. Casi siempre era una prima o hermana
de alguna criada de la casa, o mandaban llamarla de un pueblo cercano. Se
acordaban las horas de las tomas y en cuanto podían evadir la vigilancia de la
madre, no era raro verlas hacerlo con un bebé tomando de cada uno de sus pechos.
A estos niños o niñas se les llamaba hermanos de leche.
El pago era en
efectivo y en especie: el ama de cría era alimentada en la casa donde prestaba
sus servicios con una dieta rica y variada. La carne, pescado, leche, buena
mantequilla y pan no faltaban en sus comidas. Esos alimentos aseguraban la
calidad y salud del bebé ajeno amamantado y la nodriza, a su vez, se los daba a
su propio hijo, porque los productos que ingería pocas veces estaban a su
alcance en esos tiempos de escasez. Suponía un sustento seguro para unos dos
años aproximadamente, dependiendo de la querencia del bebé a seguir mamando o
el deseo de la madre biológica.
También recurrían a ellas otras madres del pueblo llano a las
que por distintas circunstancias se les cortaba la leche o no les subía después
del alumbramiento. En estos casos se recurría a mujeres próximas a la familia,
vecinas o allegadas recién paridas y por lo general lo hacían de forma
altruista.
Esa labor no estaba considerada como un oficio o profesión,
aunque cobraban por ello. Su carácter puntual y el tiempo indeterminado eran
los factores de este razonamiento. Desconozco si se practica en la actualidad,
quizá en algún caso aislado de la geografía rural. Hoy en día existen gran
cantidad de productos, aparatos y leches
maternas para ayudar a madres y padres en la alimentación de sus hijos.
Es de agradecer, a ciertas publicaciones de la época, la
puesta en valor de la crianza con leche materna para los bebés. Sin embargo, hay
otros aspectos sobre las nodrizas, según esa misma documentación, que por
fortuna han quedado enterrados en el olvido.
Solo las transcribo textualmente, sobra cualquier comentario…
Esperanza
Liñán Gálvez
Documentación literal:
A finales del siglo
XIX comenzaron a aparecer en el país libros sobre el embarazo, el parto, la
lactancia y los cuidados del recién nacido, que advertían sobre las bondades
del amamantamiento. También describían las características que debía tener una
buena nodriza. La fortaleza de la postulante era clave: Mejillas rozagantes y
algunos kilos de más eran señales de buena salud. También la procedencia
importaba en algunos lugares, donde las negras, las mulatas o las italianas
cotizaban en alta. El estado civil también podía inclinar la balanza.
José Ortiz Herrera,
autor de la primera tesis sobre Puericultura, presentada en 1871, comentaba:
“Aunque, las nodrizas casadas ofrecen más garantías de orden, de conducta y de
tranquilidad de espíritu, deben no obstante preferirse las solteras madres,
sobre las que se puede ejercer vigilancia más completa y no hay que temer las
exigencias de un marido que frecuentemente viene a explorar a la familia”. Y
al, referirse a las amas de leche, decía: “son exigentes, indomables y,
prevalidas de la necesidad de sus servicios, explotan la ternura de los padres.
Y si estos rehúsan satisfacer hasta sus caprichos más ridículos, son siempre
los desgraciados niños las víctimas de su despecho y su maldad”
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