09 agosto 2024

LA MOTIVACIÓN DE LOS SONIDOS

 LA MOTIVACIÓN DE

LOS SONIDOS    



Uno de los elementos que comparten y enriquecen espiritualmente nuestras vidas son los “latidos” acústicos emitidos por los sonidos. En el pentagrama que conforma su distribución comunicativa, los hay de muy variada tipología: agradables, placenteros, estimulantes o dinamizadores, románticos, nostálgicos, solemnes, evocadores, etc. Esa su peculiar belleza, contrasta con aquellos otros que, por el contrario, resultan desagradables, pasivos, somnolientos, tristes, ansiosos, molestos, inquietantes, aturdidores, terroríficos, etc.

Obviamente, cada persona es un “mundo” en su íntima individualidad, para la receptividad de esas notas musicales. En coherencia con lo anterior, hay momentos a lo largo del día en que nos apetece o necesitamos escuchar a unos sobre otros, esos otros que serían recibidos con mejor talante en determinados instantes y oportunidades.

A pesar de esta variabilidad tonal y disponibilidad anímica personal, hay sonidos que, por su propia naturaleza, en la emisión y recepción, suelen gratificar a la mayoría de los oyentes y probablemente a sus emisores, sean cuales fueran los momentos y las circunstancias de unos y otros. Hoy, vamos a elegir una de esas sublimes acústicas, entre otras muchas posibilidades, que, por su significación y semblanza merecen estas afectivas líneas para su explicativo comentario.

Especialmente destacan en las zonas rurales. También lo hacen, aunque menos, en los territorios urbanos, debido a su mezcla continua con la contaminación acústica generada por el tráfico y la densificación personal. Es un solemne sonido que nos evoca a un intenso estado de serenidad y paz: el TOQUE DE CAMPANAS, realizado desde los campanarios o espadañas de iglesias, ermitas o catedrales.   

Ciertamente, puede ser un toque alegre, llamando a la celebración de una ceremonia litúrgica (misa, bautizo, comunión, boda, hecho beneficioso para la localidad, celebración de la fiesta patronal, etc.) o de naturaleza triste o reflexivo, indicando un ceremonial de difuntos o incluso avisando de algún tipo de catástrofe o peligro para la comunidad que con preocupación los escucha. En esa su naturaleza, también podemos distinguir un toque neutro, como las campanadas anunciando las horas (cuartos y enteras). En este caso, las horas más “bajas”, parecen ser más lentas y severas, mientras que las horas avanzadas, se perciben como más rápidas, presurosas y vibrantes.

El ritmo y estilo del toque campanero, ya sea con el romanticismo de la manualidad o con la tecnología de la mecanización, también influye en nuestro ánimo al recibirlo. Porque todos esos toques conllevan su mensaje. Piénsese en la alarma de un siniestro o catástrofe, como un incendio, una invasión, la llegada de una nube tóxica o el desbordamiento del río o la ruptura o superación del muro de presa que retiene el agua. En ocasiones, desde el ámbito claustral de un convento o monasterio de mendicantes, pueden tocar cuando ruegan la necesidad de ayuda material para su básica subsistencia.

El hermoso y sensitivo el toque campanero puede o suele hacerlo el monaguillo de la iglesia, también el sacristán del templo o la hermana o monja campanera, en los conventos sean o no de clausura. Distinguimos ese toque motivador para la hora de la misa, el momento devoto para la oración del ángelus al mediodía, el gozoso toque para la celebración de un enlace matrimonial o el lento y pleno de tristeza, también solemne, toque a “muerto” o difunto.



En algunos campanarios, preferentemente urbanos, esos toques de campana han sido modulados, electrónicamente, en breves piezas musicales de naturaleza religiosa, como por ejemplo en la Basílica de la patrona de Granada, la Virgen de las Angustias, en la Carrera de la Virgen. 42, muy cerca de la céntrica zona de Puerta real.  Esas piezas suenan con alegría, dinamismo o con el vigor espiritual de una oración. De todas formas, muchos recordamos el toque manual, tirando de una larga cuerda o maroma, que facilitaba el volteo de la gran campana o el movimiento del badajo golpeando el hierro o el bronce de aquélla, modulando con el “TLON, TLON, TLON”, difundiendo esa repetida, aguda o grave percusión acústica que se extiende, a modo de eco celestial, por los confines de la campiña, las lomas, los riscos y también  en esas casitas diseminadas o unidas en un núcleo poblacional de solidaria fraternidad y amistad.

El toque inmortal de las campanas genera tranquilidad, paz, emoción, también aceleración “para la hora”, ilusión, anhelos y recuerdos. Cualquier caminante perdido por la vorágine de colinas, valles, maleza, precipicios y ramajes laberínticos, tornará su intensa preocupación en una sonrisa esperanzadora: “¡SUENAN UNAS CAMPANAS! Hay un campanario cerca, también habrá viviendas, allí podré descansar y socializar” con otras personas.

A modo de faros acústicos, las campanas también salvan a su manera al “navegante” perdido o extraviado, por las entrañas abruptas de lo natural. -  

 

José L. Casado Toro

Julio 2024.

 



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