LA MOTIVACIÓN DE
LOS SONIDOS
Uno de los elementos que comparten y
enriquecen espiritualmente nuestras vidas son los “latidos” acústicos emitidos
por los sonidos. En el pentagrama que
conforma su distribución comunicativa, los hay de
muy variada tipología: agradables, placenteros, estimulantes o
dinamizadores, románticos, nostálgicos, solemnes, evocadores, etc. Esa su
peculiar belleza, contrasta con aquellos otros que, por el contrario, resultan
desagradables, pasivos, somnolientos, tristes, ansiosos, molestos,
inquietantes, aturdidores, terroríficos, etc.
Obviamente, cada persona es un “mundo”
en su íntima individualidad, para la receptividad de esas notas musicales. En
coherencia con lo anterior, hay momentos a lo largo del día en que nos apetece
o necesitamos escuchar a unos sobre otros, esos otros que serían recibidos con
mejor talante en determinados instantes y oportunidades.
A pesar de esta variabilidad tonal y
disponibilidad anímica personal, hay sonidos que,
por su propia naturaleza, en la emisión y recepción, suelen
gratificar a la mayoría de los oyentes y probablemente a sus emisores,
sean cuales fueran los momentos y las circunstancias de unos y otros. Hoy,
vamos a elegir una de esas sublimes acústicas, entre otras muchas
posibilidades, que, por su significación y semblanza merecen estas afectivas
líneas para su explicativo comentario.
Especialmente destacan en las zonas
rurales. También lo hacen, aunque menos, en los territorios urbanos, debido a
su mezcla continua con la contaminación acústica generada por el tráfico y la
densificación personal. Es un solemne sonido que nos evoca a un intenso estado
de serenidad y paz: el TOQUE DE CAMPANAS, realizado desde los campanarios o espadañas de
iglesias, ermitas o catedrales.
Ciertamente, puede ser un toque alegre, llamando a la celebración de una ceremonia
litúrgica (misa, bautizo, comunión, boda, hecho beneficioso para la localidad, celebración
de la fiesta patronal, etc.) o de naturaleza triste
o reflexivo, indicando un ceremonial de difuntos o incluso avisando de
algún tipo de catástrofe o peligro para la comunidad que con preocupación los
escucha. En esa su naturaleza, también podemos distinguir un toque neutro, como las campanadas anunciando las
horas (cuartos y enteras). En este caso, las horas más “bajas”, parecen ser más
lentas y severas, mientras que las horas avanzadas, se perciben como más
rápidas, presurosas y vibrantes.
El ritmo y estilo del toque campanero,
ya sea con el romanticismo de la manualidad
o con la tecnología de la mecanización,
también influye en nuestro ánimo al recibirlo. Porque todos esos toques conllevan su mensaje. Piénsese en la alarma de un
siniestro o catástrofe, como un incendio, una invasión, la llegada de una nube
tóxica o el desbordamiento del río o la ruptura o superación del muro de presa que
retiene el agua. En ocasiones, desde el ámbito claustral de un convento o
monasterio de mendicantes, pueden tocar cuando ruegan la necesidad de ayuda
material para su básica subsistencia.
El hermoso y sensitivo el toque campanero puede o suele hacerlo el
monaguillo de la iglesia, también el sacristán del templo o la hermana o monja
campanera, en los conventos sean o no de clausura. Distinguimos ese toque
motivador para la hora de la misa, el momento devoto para la oración del
ángelus al mediodía, el gozoso toque para la celebración de un enlace
matrimonial o el lento y pleno de tristeza, también solemne, toque a “muerto” o
difunto.
En algunos campanarios, preferentemente
urbanos, esos toques de campana han sido modulados, electrónicamente, en breves piezas musicales de naturaleza religiosa,
como por ejemplo en la Basílica de la patrona de Granada, la Virgen de las
Angustias, en la Carrera de la Virgen. 42, muy cerca de la céntrica zona de
Puerta real. Esas piezas suenan con
alegría, dinamismo o con el vigor espiritual de una oración. De todas formas, muchos
recordamos el toque manual, tirando de una larga cuerda o maroma, que facilitaba
el volteo de la gran campana o el movimiento del badajo golpeando el hierro o
el bronce de aquélla, modulando con el “TLON, TLON,
TLON”, difundiendo esa repetida, aguda o grave percusión acústica que se
extiende, a modo de eco celestial, por los confines de la campiña, las lomas,
los riscos y también en esas casitas
diseminadas o unidas en un núcleo poblacional de solidaria fraternidad y amistad.
El toque inmortal de las campanas
genera tranquilidad, paz, emoción, también aceleración “para la hora”, ilusión,
anhelos y recuerdos. Cualquier caminante perdido por la vorágine de colinas,
valles, maleza, precipicios y ramajes laberínticos, tornará su intensa preocupación
en una sonrisa esperanzadora: “¡SUENAN UNAS
CAMPANAS! Hay un campanario cerca, también habrá viviendas, allí podré
descansar y socializar” con otras personas.
A modo de faros acústicos, las campanas
también salvan a su manera al “navegante” perdido o extraviado, por las
entrañas abruptas de lo natural. -
José L. Casado Toro
Julio 2024.
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