14 septiembre 2023

GÉNERO EPISTOLAR

 


Ahora que se renombra lo que ya existe para darle un barniz novedoso, todos los géneros literarios adoptan, con un ligero cambio lingüístico, otra imagen diferente aunque en el fondo mantienen su contenido.

A mí me gustaría recordar a un gran olvidado cuyo nombre permanece intacto: el género epistolar. Cuando empecé a adentrarme en la escritura desconocía que esa comunicación a través de cartas manuscritas personales, viajeras por el mundo con mensajes y noticias entre familias, amigos o enamorados, eran tan importantes como para tener su propio género literario. Uno tan bien merecido como importante, antes y ahora. En mi memoria, una delicia de libro como ejemplo de este género: 84, Charing Cross Road de Helene Hanff. Esta novela contiene un relato verídico de unas páginas de la historia que no deberíamos olvidar.

La inmediatez no pertenece al género epistolar. Las cartas nos inoculan la certeza de una duda ante su respuesta, llegando incluso a desear esa duda. Su incertidumbre se convierte en una espera llena de expectativas.  La extensión y frecuencia siempre dependen de factores personales, cada cual a su ritmo. Las palabras cobran forma al escribirlas mientras nuestra mente la ocupa el remitente de esa misiva. Intentamos expresar nuestros anhelos y vivencias para ser bien comprendidos. Otros adornan sus verdades, allá cada uno con su conciencia. Procuramos no herir cuando debemos dar malas noticias. También de adivinar la sonrisa que provocarán esas letras bien hilvanadas de la última frase, previas a la despedida: la intriga de insinuar sin desvelar para no romper la magia del próximo envío. Sin olvidar la P.D. considerada el arte de los sibaritas del género.

Tiempo  atrás la figura del cartero era tan esperada como la mejor de las visitas. Más adelante esas cartas eran recogidas con manos ávidas de los buzones, poniéndolas siempre delante de las de bancos o publicidad. En nuestros días son casi una especie en extinción. Gracias a ellas tenemos un conocimiento más profundo de la biografía de personajes y escritores famosos, que mantenían una estrecha correspondencia entre ellos o con amigos y amantes: Vicente Alexandre, García Lorca, Emilia Pardo Bazán, Simone de Beauvior, un epistolario inédito de Buero Vallejo, y de muchos otros no tan conocidos. Esa correspondencia no es solo el recuerdo de sus vidas, sino de un tiempo pretérito tan sufrido como vivido pero ausente en los libros de texto.

También nos contaban las experiencias, en primera persona, de seres anónimos que completan la piel de la memoria histórica. Muchas se quemaron o extraviaron para preservar su intimidad, pero quienes las recopilaron y tuvieron la valentía de publicarlas deseaban que, esos pensamientos hechos palabras de sus momentos más íntimos, no fueran sepultados en el olvido.  

Este género tan singular como epistolar se merece un reconocimiento especial por enriquecer la literatura con su escritura, normalmente manuscrita, personal e intransferible, aunque gracias a anticuarios y editores busca tesoros, al alcance de cualquier lector.   

                                                   

 Esperanza Liñán Gálvez

 

 

 


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