20 agosto 2022

EL GRAVE PROBLEMA DE LA BASURA DIGITAL

 

La escena es cansinamente repetida en centenares y miles de hogares. El propietario de un aparato electrónico/digital trata de ponerlo en funcionamiento. Con preocupación, observa que el mecanismo no funciona o lo hace de manera deficiente o limitada, cuando hasta ayer respondía perfectamente. Pero hoy está averiado. Si aún conserva su factura o hace memoria de cuando lo compró, comprueba que el período de garantía (máximo dos años) ya se ha superado. Aun así, decide llevarlo al servicio técnico de reparación, pues ese aparato digital o electrodoméstico está perfectamente conservado y ha sido tratado con el mayor esmero, aunque ahora haya dejado de funcionar.

Una vez en el taller puede encontrar varias respuestas, tras una primera comprobación por parte del recepcionista. Le indican el coste de reparación, que puede ser tan elevado para hacerle pensar si sería mejor comprar uno nuevo. También pueden decirle que, para comprobar el fallo técnico del aparato, han de emplear un tiempo tarifado, que habrá de pagar si decide no efectuar su reparación. Otras veces, el servicio correspondiente le aclara que el mecanismo electrónico tiene mucha antigüedad (aunque el ordenador, por ejemplo, acumule sólo dos o tres años desde su compra) por lo que esa marca ya no fabrica o sirve las piezas de repuesto averiadas. Le vienen a decir que lo mejor y más económico es que adquiera un aparato nuevo, ahora con más adelantos y prestaciones que el que está llevando a reparar, profundamente “obsoleto”, aunque en realidad parezca como nuevo.  

¿Y qué hacer ahora, con el producto digital averiado? Posiblemente nadie lo querrá, aunque sea regalado, así que su propietario habrá de guardarlo en algún lugar de su domicilio, en el que ya hay acumulados otros aparatos electrónicos que han seguido igual o similar proceso. Obviamente, el espacio en los hogares es limitado para ir almacenando esos mecanismos averiados que han dejado de funcionar.

El proceso que se ha descrito puede aplicarse a una gran variedad de mecanismos electrónicos: televisores, radios, ordenadores fijos y portátiles, teléfonos fijos y móviles, tabletas informáticas, lectores de DVD, discos duros externos, videoproyectores, cámaras fotográficas réflex y compactas, impresoras tinta y láser, pizarras digitales, relojes multifunción. También podemos añadir electrodomésticos, como frigoríficos, lavadoras, lavavajillas, secadoras de ropa, secadores del pelo, microondas, aspiradores, batidoras, aparatos aire acondicionado, patinetes eléctricos, etc.

En este contexto, el abrumado ciudadano recuerda haber leído alguna información acerca de la obsolescencia o avería “programada” por el fabricante. La mayoría de las marcas añaden a sus productos un tiempo de uso útil (o un número límite para la realización de fotos o fotocopias) a partir del cual el mecanismo “automáticamente” se avería. Por supuesto que las marcas no reconocen esta programación “letal” para el producto que venden, pero todos tenemos la convicción de que esa limitación en años o copias es verdadera.

Y llegamos a esa “americana” premisa del “usar y tirar, dentro de la estructura de la producción en serie y de la necesidad de seguir fabricando y vendiendo, a fin de que el sistema económico no se bloquee, con las penosas consecuencias socioeconómicas que ello conllevaría.

Ante la imposibilidad de poder seguir acumulando en los hogares esos productos averiados, que ya no se pueden reparar, se piensa en los contenedores de residuos, pero la conciencia cívica impide que se arrojen libremente a la basura. Es una irresponsabilidad arrojar al contenedor unos aparatos que contienen elementos muy contaminantes, perjudiciales para el ecosistema o el medio ambiente en el que desarrollamos la vida. Algunos ayuntamientos establecen periódicamente “puntos limpios electrónicos” en zonas estratégicas de la planimetría urbana, que son grandes contenedores a los que se pueden llevar los aparatos electrónicos y digitales inservibles, para su posterior reciclado y extracción de materiales útiles en centros especializados.

En ocasiones, el comercio en el que has comprado un nuevo aparato te retira el averiado. Incluso algunas grandes cadenas te ofrecen “planes renove” de tus aparatos antiguos, entregándolos a la hora de la compra para el subsiguiente descuento. Algunos grandes almacenes te valoran en euros un producto averiado por el peso que tiene, descontándote esa cantidad si compras uno nuevo.

Sin embargo, es tal la cantidad de esos mecanismos averiados (a los que habría que añadir aquellos que, aún en funcionamiento, los consumidores amantes de tener el “último modelo” de un producto los sustituyen por otros más modernos y con mejores prestaciones) que el problema acumulativo de “basura digital o electrónica” en nuestras sociedades es cada vez más grande, tanto para nuestra actual convivencia o la de nuestros herederos. No hay que olvidar que la “basura digital” no se degrada como lo puede hacer la basura orgánica, a lo largo de los años.

La urgencia y gravedad de este problema ha de ser afrontada y resuelta con firme diligencia por los organismos internacionales y por los gobiernos respectivos de cada país o comunidad. Pero también cada consumidor debe aplicar civismo e inteligencia, en su comportamiento ante una situación que degrada el medio ambiente en el que subsistimos.  

 

José L. Casado Toro

Agosto 2022


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