Querida
amiga:
Con esta opresión en el pecho desde que
he conocido tu marcha, para la que no estaba preparada, han transcurrido
veinticuatro horas sin que tu imagen se aparte de mi pensamiento. Ni siquiera
en el tiempo en el que he dormido, porque he soñado contigo también.
Los recuerdos se amontonan unos junto a
otros: los muchos viajes que hemos disfrutado juntas; los paisajes, los
monumentos que nos han sorprendido y admirado; los paseos por las ciudades
iluminadas que tanto nos gustaba recorrer de noche, y esas entrañables
confidencias que compartíamos cada una desde su cama, bien recordando el pasado
o elucubrando sobre un futuro que ha llegado demasiado pronto y te ha cortado
las alas.
No he conocido a nadie que apreciara
tanto como tú lo que desfilaba ante sus ojos. Un amanecer, una puesta de sol,
un valle o una montaña; un cuadro, una escultura, una catedral o una choza
típica; todo te sorprendía y emocionaba y con rapidez recurrías a la cámara
para que quedara grabado. Conservo cientos de fotos de esas experiencias que
guardo como un tesoro.
Pero nada de
todo eso es tan importante como lo que representabas como persona: la
generosidad, la discreción, la nobleza, y esa calidez para relacionarte, el
afecto que siempre demostrabas hacia los demás. Y algo que yo he valorado
siempre de forma muy especial: tu lealtad.
Agustina, amiga
del alma, me has dejado huérfana. Así me siento hoy. Seguirás viva en mi
recuerdo. Descansa en paz.
Mayte
Amiga, toda tú estás en esa palabra
que llena mis labios y vacía mi
corazón.
Mayte, creo que no podemos menos que agradecerte este homenaje en palabras tan llenas de sentimiento hacia una amiga a la que echaremos mucho de menos. Agustina, gracias a ti por ser cómo eras, siempre te recordaré. Esperanza.
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ResponderEliminarEsperanza, a pesar de las tristeza de estos momentos, qué alegría saber que todos cuantos la conocían opinan lo mismo. Esa bondad innata en ella fluía hacia los demás. Gracias.