Antonio Vivaldi: “Las Cuatro Estaciones”
Antonio
Lucio Vivaldi nació el 4 de marzo de 1678 y murió en Viena el 26/27 de julio de
1741. Fue un compositor y violinista italiano que gracias a su extensa obra ejercerá
una gran influencia en la evolución histórica que llevaría al afianzamiento de
la sinfonía. Impulsor de la Escuela Veneciana, es uno de los mayores
exponentes del Barroco junto a Bach y Haendel.
Se
conoce poco sobre su infancia; su padre Giovanni Battista Vivaldi, fue un
violinista muy apreciado en la Capilla Ducal de San Marcos y probablemente,
fuera su primer maestro. Antonio Vivaldi fue ordenado sacerdote en 1703, aunque
sólo un año más tarde se vio obligado a renunciar a celebrar misa a
consecuencia de una enfermedad bronquial, seguramente algún tipo de asma, al
que hace referencia en una de sus cartas. Fue conocido como “il prete rosso”,
por ser sacerdote y pelirrojo
En
1703 ingresó como profesor de violín en el Pio Ospedale della Pietà, una
institución dedicada a la formación musical de muchachas huérfanas. Ligado
durante largos años a ella, muchas de sus composiciones fueron interpretadas
por primera vez por su orquesta femenina. En este marco vieron la luz sus
primeras obras, y gracias a las orquestas, coros y solistas de la Pietá, que él
mismo dirigía, le llegó la fama como compositor de música instrumental.
Establece la forma del concierto, bajo el esquema procedente de la sinfonía de
ópera, Allegro-Adagio-Allegro.
Vivaldi
fue un prolífico compositor de música instrumental, vocal y teatral,
mayoritariamente de conciertos y óperas. No existe catálogo completo de su
obra, aunque si hay un inventario temático de su producción instrumental.
Caído
en el olvido durante cerca de 200 años, el redescubrimiento de Vivaldi no tuvo
lugar hasta el siglo XX, merced a la música de Bach, quien había transcrito
doce conciertos vivaldianos a diferentes instrumentos. El interés por Bach fue
precisamente el que abrió el camino hacia el conocimiento de Vivaldi, artista
habilidoso en extremo, prolífico como pocos y uno de los artífices de la
evolución del concierto solista tal y como hoy lo conocemos.
Tras
la Segunda Guerra Mundial, apenas dos décadas después de iniciarse la
recuperación y divulgación de su obra, Vivaldi se convirtió en uno de los
autores más interpretados en el mundo. A pesar del largo período de olvido, la
obra de Vivaldi contribuyó, a través de Bach, a sentar las bases de lo que
sería la música de los maestros del clasicismo y a consolidar la estructura del
concierto solista.
Su
extensa obra se ha visto prácticamente eclipsada por sus archiconocidas “Las
Cuatro Estaciones”, publicadas en 1725 y consideradas como una obra universal,
de la que existen unas 1000 versiones distintas, en todo tipo de géneros y
registros musicales. Y por increíble que parezca, no hubo ninguna
representación pública de esta obra desde el siglo XVIII hasta 1950.
En “Las
Cuatro Estaciones” Vivaldi crea climas sonoros, a la vez evocadores e
intimistas. La obra describe el ciclo anual de la naturaleza, de los hombres
que la trabajan y de los animales que la habitan. Cada uno de los cuatro
conciertos que componen esta obra, uno por estación, desarrolla musicalmente el
soneto de autor desconocido que lo precede, en cuyos versos se dibuja un
cuadrito de la estación.
Vivaldi
escribió detalles muy precisos en las partituras, indicando incluso la
presencia de ruidos externos que agregan veracidad a la manifestación musical
de las estaciones.
Ya
que estamos en verano, la audición de este mes no podía ser otra que el segundo
de los conciertos de “Las Cuatro Estaciones”, “El Verano”.
Se
encuentra dividida en tres movimientos; en el primero se describe el sopor de
la naturaleza bajo la aridez del sol, seguido de una tormenta, y una vuelta a
la calma; el segundo movimiento, un adagio, muy breve con respecto al
anterior, da a entender que la paz ha triunfado, pero que la lluvia no deja de
ser un peligro inminente que se muestra siempre presente a través de las
lloviznas. La tercera y última parte de “El Verano” llega súbitamente
con una torrencial lluvia de notas que representan esa tempestad enemiga del
hombre del campo.
Los
violines son los instrumentos que ocupan las primeras voces y los demás
instrumentos de la orquesta, en especial aquellos que gozan de un sonido más
grave, serán utilizados para representar las grandes tormentas propias del
verano; a la vez, las lloviznas quedarán plasmadas con las rápidas y tenues
notas interpretadas por los segundos o terceros violines.
Esta
estación del músico veneciano es, probablemente, la que mejor ejemplifique una
de las grandes características de la naturaleza: su impredecibilidad y su poder
de transformar un día soleado y caluroso en una amenazante tempestad.
Nuni
Yáñez y José Ramón Vega
Enhorabuena por esta aproximación a Vivaldi...
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