13 julio 2021

RINCÓN MUSICAL

 

Antonio Vivaldi: “Las Cuatro Estaciones”




Antonio Lucio Vivaldi nació el 4 de marzo de 1678 y murió en Viena el 26/27 de julio de 1741. Fue un compositor y violinista italiano que gracias a su extensa obra ejercerá una gran influencia en la evolución histórica que llevaría al afianzamiento de la sinfonía. Impulsor de la Escuela Veneciana, es uno de los mayores exponentes del Barroco junto a Bach y Haendel.

Se conoce poco sobre su infancia; su padre Giovanni Battista Vivaldi, fue un violinista muy apreciado en la Capilla Ducal de San Marcos y probablemente, fuera su primer maestro. Antonio Vivaldi fue ordenado sacerdote en 1703, aunque sólo un año más tarde se vio obligado a renunciar a celebrar misa a consecuencia de una enfermedad bronquial, seguramente algún tipo de asma, al que hace referencia en una de sus cartas. Fue conocido como “il prete rosso”, por ser sacerdote y pelirrojo

En 1703 ingresó como profesor de violín en el Pio Ospedale della Pietà, una institución dedicada a la formación musical de muchachas huérfanas. Ligado durante largos años a ella, muchas de sus composiciones fueron interpretadas por primera vez por su orquesta femenina. En este marco vieron la luz sus primeras obras, y gracias a las orquestas, coros y solistas de la Pietá, que él mismo dirigía, le llegó la fama como compositor de música instrumental. Establece la forma del concierto, bajo el esquema procedente de la sinfonía de ópera, Allegro-Adagio-Allegro.

Vivaldi fue un prolífico compositor de música instrumental, vocal y teatral, mayoritariamente de conciertos y óperas. No existe catálogo completo de su obra, aunque si hay un inventario temático de su producción instrumental.

Caído en el olvido durante cerca de 200 años, el redescubrimiento de Vivaldi no tuvo lugar hasta el siglo XX, merced a la música de Bach, quien había transcrito doce conciertos vivaldianos a diferentes instrumentos. El interés por Bach fue precisamente el que abrió el camino hacia el conocimiento de Vivaldi, artista habilidoso en extremo, prolífico como pocos y uno de los artífices de la evolución del concierto solista tal y como hoy lo conocemos.

Tras la Segunda Guerra Mundial, apenas dos décadas después de iniciarse la recuperación y divulgación de su obra, Vivaldi se convirtió en uno de los autores más interpretados en el mundo. A pesar del largo período de olvido, la obra de Vivaldi contribuyó, a través de Bach, a sentar las bases de lo que sería la música de los maestros del clasicismo y a consolidar la estructura del concierto solista.

Su extensa obra se ha visto prácticamente eclipsada por sus archiconocidas “Las Cuatro Estaciones”, publicadas en 1725 y consideradas como una obra universal, de la que existen unas 1000 versiones distintas, en todo tipo de géneros y registros musicales. Y por increíble que parezca, no hubo ninguna representación pública de esta obra desde el siglo XVIII hasta 1950.

En “Las Cuatro Estaciones” Vivaldi crea climas sonoros, a la vez evocadores e intimistas. La obra describe el ciclo anual de la naturaleza, de los hombres que la trabajan y de los animales que la habitan. Cada uno de los cuatro conciertos que componen esta obra, uno por estación, desarrolla musicalmente el soneto de autor desconocido que lo precede, en cuyos versos se dibuja un cuadrito de la estación.

Vivaldi escribió detalles muy precisos en las partituras, indicando incluso la presencia de ruidos externos que agregan veracidad a la manifestación musical de las estaciones.

 

Ya que estamos en verano, la audición de este mes no podía ser otra que el segundo de los conciertos de “Las Cuatro Estaciones”, “El Verano”.

Se encuentra dividida en tres movimientos; en el primero se describe el sopor de la naturaleza bajo la aridez del sol, seguido de una tormenta, y una vuelta a la calma; el segundo movimiento, un adagio, muy breve con respecto al anterior, da a entender que la paz ha triunfado, pero que la lluvia no deja de ser un peligro inminente que se muestra siempre presente a través de las lloviznas. La tercera y última parte de “El Verano” llega súbitamente con una torrencial lluvia de notas que representan esa tempestad enemiga del hombre del campo.

Los violines son los instrumentos que ocupan las primeras voces y los demás instrumentos de la orquesta, en especial aquellos que gozan de un sonido más grave, serán utilizados para representar las grandes tormentas propias del verano; a la vez, las lloviznas quedarán plasmadas con las rápidas y tenues notas interpretadas por los segundos o terceros violines. 

Esta estación del músico veneciano es, probablemente, la que mejor ejemplifique una de las grandes características de la naturaleza: su impredecibilidad y su poder de transformar un día soleado y caluroso en una amenazante tempestad. 



Nuni Yáñez y José Ramón Vega


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