20 octubre 2020

VALORES Y RECURSOS EN LA PROXIMIDAD

 

Hay momentos durante el día en que, tras ver y escuchar un informativo o efectuar la lectura de un periódico, te planteas una reflexiva pregunta: ¿por qué no habré dedicado mi tiempo a realizar otra actividad más placentera? La razón de este interrogante proviene de los contenidos que has tenido el infortunio de leer, ver o escuchar, informaciones que en los tiempos que vivimos probablemente te van a dejar un amargo sabor de boca, impregnado con un profundo desencanto. Resulta innegable y fuera de toda duda la necesidad de una completa información y más en esta época tan convulsa. Pero ese regusto desagradable que te deja lo que lees o escuchas en las noticias del día no es especialmente estimulante, sino todo lo contrario. Profundamente desalentador.

Son tiempos difíciles, complicados, los que no han tocado protagonizar. Pero ello no es obstáculo para que te hagas una nueva pregunta: ¿es que no hay buenas noticias, en nuestro pequeño o gran mundo, que nos puedan dejar más animados y algo más predispuestos para combatir la desesperanza? En estos casos, siempre hemos pensado que un medio de prensa escrita o un informativo de radio o televisión, que se limitara a publicar o emitir noticias positivas, tendría un espectacular éxito de ventas y audiencias, respectivamente. Sin embargo, es probable que los editores de esas empresas mediáticas argumentaran que la sociedad actual no genera esas tan buenas noticias, de las que tan “sedientos” estamos millones de lectores o radioescuchas.  

Pero sería un craso error dejarnos caer en el infértil e inútil erial de la desesperanza. Fundamentalmente porque este pasivo posicionamiento no nos ayuda, sino que nos desanima aún más y, sobre todo, porque no siempre reparamos en esas pequeñas y grandes cosas, en esas sencillas realidades que tenemos bien cerca y que absurdamente infravaloramos. Sin embargo son facultades y posibilidades que resultan importantes y decisivas por el plus vitalizador que nos aportan a diario. Lo hacen tanto en nuestra estructura física como anímica. Su ausencia nos haría comprender la verdadera importancia que poseen, a fin de sustentar con equilibrio y espíritu positivo nuestra humana existencia. Veamos algunas de ellas.

a)   Podemos respirar ese oxígeno que hace posible la vida. Aunque en ocasiones la atmósfera esté más o menos contaminada, por la impericia o descuido de los ciudadanos, la naturaleza se muestra generosa es ofrecernos ese medio gaseoso, que resulta imprescindible para el funcionamiento correcto de nuestros organismos.

b)  Tenemos la facultad de la visión. La mecanización correcta de nuestros ojos permite disfrutar de esas imágenes que iluminan y hacen posible el quehacer diario, gratificando el ánimo y la imaginación. Aquellos que han perdido esta facultad, han de suplirla con otros recursos, pero éstos nunca llegan a alcanzar en su totalidad el valor de la visión. ¡Qué mayor placer que la lectura de un libro, que el visionado de una película, que la percepción cromática proporcionada por un paisaje de la inmensa naturaleza o generado desde un modesto jardín!

c)  Las articulaciones corporales nos permiten caminar. A veces con más o menos dificultad, según las circunstancias de cada persona. Pero nuestro organismo permite ese desplazamiento autónomo, a uno u otro lugar. Y hay en nuestro entorno, más o menos inmediato o cercano, numerosos espacios y puntos geográficos verdaderamente hermosos y gratos, cuyo acceso nos reporta sosiego, estímulo y alegría. De manera especial los encontramos en el medio natural.

d)  Cuando abrimos un grifo en nuestro hogar o nos topamos con una fuente o manantial, con ese río que serpentea por la naturaleza o el mar que baña los entornos costeros, tenemos a nuestra disposición ese agua cuya existencia resulta imprescindible para la vida. Saciamos nuestra sed, aseamos nuestros cuerpos y limpiamos los objetos que conforman la vida cotidiana. El agua de lluvia riega nuestros campos y ciudades, de una forma providencial para el crecimiento de la vegetación, para generar energía y para permitir una determinada modalidad de transporte. Playas y piscinas hacen posible el saludable ejercicio físico, con el disfrute anímico y sociológico subsiguiente.

e)   También resulta especialmente grato poder percibir y disfrutar con el aroma de las flores y con el buen olor que emanan otras materias que proporciona la actividad cotidiana. Además de los perfumes, existen otros aromas que nos vitalizan y nos hacen sentir mejor. Recordemos el olor proporcionado por una buena comida, el pan recién cocido, los pasteles elaborados e incluso el mágico y sutil aroma, a tinta y a papel, que percibimos cuando entramos en una librería o biblioteca, para emprender esa aventura plena de incentivos que supone el diálogo con los libros.

f)  También podemos oír y escuchar, con más o menos agudeza, las sublimes notas musicales proporcionadas por la instrumentación de un concierto, el trinar de los pájaros, la acústica del oleaje, el sentido conceptual y sentimental de las palabras, junto a todos esos sonidos y ruidos emitidos que nos gratifican, alertan o conviven con nuestra cotidiana actividad.

g)  Y cada uno de los días, incluso “dialogando” con las nubes del cielo, la “bendición” proporcionada por el sol. No sólo nos ilumina para los quehaceres. Suaviza las temperaturas. Tonifica nuestros cuerpos y acaricia las epidermis. Posibilita el crecimiento de las plantas, árboles y frutos. Genera una energía limpia e inagotable. Nuestro ánimo se alimenta con los rayos del buen y generoso astro solar, que vitalizan y sosiegan.

Volviendo al principio de estas líneas, frente al desalentador aturdimiento que podemos encontrar en los contenidos emitidos por los informativos y noticieros del día, tenemos el eficaz antídoto que hallamos en todas estas facultades y realidades que nos regala la naturaleza. Su buen uso puede compensar y relativizar la importancia real de todos esos hechos que infortunadamente convulsionan el equilibrio, individual y colectivo, de nuestras sociedades. Para finalizar esta reflexión, se anotan una serie de vocablos, cuya semántica encierra importantes posibilidades para incentivar la lucha contra ese desánimo que el entorno mediático nos proporciona, reflejo sin duda de un mundo desorientado y pleno de egoísmos y soberbias. Amanecer, atardecer, amistad, aprender, ayudar, acción, ánimo, afecto, armonía, alegría. Es cierto, todos estos conceptos comienzan por la inicial letra del alfabeto. Coinciden también con la misma y primera letra de la palabra Amor.-

José L. Casado Toro

Octubre 2020

  

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