(En esta sección recuperamos artículos publicados anteriormente en la historia del blog, para disfrutar de nuestro recorrido)
HALLOWEEN
Editado el 11 de diciembre de 2011
En la primera página del periódico local que compré el uno de noviembre, venía el enunciado “ Halloween en el cementerio inglés” junto a la foto de unos jóvenes sonrientes, pintados y disfrazados como para infundir miedo. Iban vestidos para una escenificación teatral de la historia de ese camposanto, contada por los personajes que lo fundaron o que yacen en él.
(También en otro periódico, hablaba de un
ejército de zombis recorriendo las calles del centro de Málaga, sembrando el
pánico entre los ciudadanos)
Disfrazarse de brujas, demonios,
fantasmas, esqueletos, etc…la última noche de octubre para recorrer las calles,
cada día tiene más adeptos entre la juventud que está haciendo de esta
tradición importada, una costumbre que acabará imponiéndose como tradición
autóctona al pasar unos años.
Halloween es una festividad de origen celta. Su celebración el treinta y uno de octubre coincidía con el final de su calendario, que era el principio del invierno. Esta fiesta, en su origen estaba asociada a la venida de los dioses paganos a la vida, en esa fecha se abría una puerta entre el mundo de los muertos y el de los vivos para que los difuntos pudieran rendir cuentas a los vivos, está basada en el miedo, la magia negra y toda clase de seres monstruosos. Fue introducida por los irlandeses en EE UU, y la celebran los pueblos anglosajones, desde Canadá al Reino Unido, la víspera de Todos los Santos.
Como la fuerza de las costumbres de Norte
América: comer hamburguesas, bailar rock, vestir tejanos… es expansiva (casi
colonizadora) y han llegado a todo el mundo, Halloween que es una fiesta
considerada estadounidense, no iba a ser la excepción. El “jalogüin” como se
dice por estos lares, nos ha llegado no hace mucho tiempo, pero ha ido en
aumento cada año, hasta dejar arrinconadas las celebraciones de la tradición
propia.
Aunque la juventud se divierta esa noche
disfrazada de personajes macabros, es un divertimento con cierto cariz morboso,
que ha perdido todo vestigio de religiosidad, cosa que no ocurría en la
celebración tradicional española. No se festejaba el último día de octubre, si
no el primero de noviembre, día de Todos los Santos, en el que se honraba la
memoria de los seres queridos que se marcharon a la otra vida, con misas para
sus almas, y visitas a los cementerios para poner flores en sus tumbas.
En mi pueblo, la noche del día de los
Santos al de los Difuntos, se tenía la costumbre de asar castañas, que se
comían regadas con tragos de anís. En casa de mis abuelos la encargada de
asarlas era mi tía. Cuando estaban en su punto, nos sentábamos con los mayores,
mis primas, mis hermanas y yo, en torno a de la mesa del salón al amor del
brasero. Comíamos castañas y también bebíamos algún sorbito de anís, que hacía
que nos sintiéramos alegres y nos reíamos, nos reíamos sin saber por qué.
Esa noche, mi abuela encendía mariposas a los difuntos de la familia, las ponía en la cocina en tazas con agua y aceite, cuando éste se iba acabando, chisporroteaban, y ese sonido en el silencio de la noche me producía un cierto temor. Luego, los mayores escuchaban le escenificación de “Don Juan Tenorio” en la radio (costumbre que yo seguí al cumplir años) Todas las noches del uno de noviembre, me acostaba tarde escuchando esa obra teatral. Me enternecía la escena del sofá entre Doña Inés y el conquistador Don Juan, y me admiraba su chulería en la cena con los invitados de piedra.
Mi bisabuela, que aún vivía, contaba leyendas de la tradición oral como si las
hubiera vivido. La que más me impactaba era la de la procesión de las ánimas.
Nos contaba que esa noche salían por las calles de su pueblo las ánimas todas
envueltas en sudarios negros, las caras tapadas y antorchas encendidas un una
mano. Nadie debía verlas ni perturbar su caminar, pero una noche, el panadero
del pueblo que iba a encender el horno se topó con la procesión, y como no
llevaba cerillas, tuvo la osadía pedirle fuego a una de las ánimas. Por la
mañana se lo encontraron agonizante con un brazo quemado y el horror dibujado
en su rostro.
Estos recuerdos vinieron a mi mente, al
ver a mi nieta pintarse los ojos con ojeras negras, y el cuello y la ropa con
manchas rojas para simular sangre. Iba disfrazada de una princesa abducida por
Drácula y tenía que dejar bien patente la huella de sus colmillos. Los
compañeros del instituto la esperaban disfrazados también, y antes de que se
marchara le dije entre bromas y veras:
-Vaya manera que tenéis de celebrar estas fiestas. Lo que deberíais de haber
hecho, es comprar un cartucho de castañas asadas y si en algún lado ponen el
Tenorio ir a verlo.
Me miró con cara de extrañeza, igual que
si le estuviera hablando en chino, y me contestó:
-¿Qué dices abuela? Yo no sabía que fueras
tan anticuada- y se echó a reír. También con la sonrisa en los labios la miré
sin responderle, dudando, si mover la cabeza negativa o afirmativamente.
Amalia Díaz
9 de noviembre de 2010
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