
LIBERTAD CONDICIONAL
Ya van más de diez días de reclusión y debo salir a
comprar. Tengo pocos víveres y a la única patata que me queda le ha salido
barba y la cebolla tiene un tallo verde que crece orgulloso, sin tierra que lo
alimente. Al frigorífico mejor ni mirarlo, no por mucho abrir la puerta va a
llenarse de comida como por arte de magia...
Salgo a la calle, carrito en mano y con dos bolsas
llenas para los contenedores de reciclaje. Atravieso el portal con guantes, una
mascarilla, con la que me cuesta respirar, y el vaho que sube hasta empañarme las
gafas. Por la acera de enfrente pasan uno o dos disfrazados más, pero con
modelos diferentes.
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Señora paseando mascota |
Llego al super y una mesa de bienvenida recibe a
los clientes con una caja de guantes, que todos nos ponemos encima de los que
llevamos. Y pienso que hace tan solo unos meses en ese mismo sitio había una
bandeja con roscos y mantecados. Es temprano y todavía no hay mucho personal, pero si alguien entra por el pasillo
y me ve, se da la vuelta hacia otro pasillo. Alguno pasa a mi lado y mira
desconfiado por encima de su mascarilla alejándose con rapidez.
Delante de la vitrina de la charcutería y
carnicería han colocado unas cajas de plástico a modo de barricadas, guardando
la distancia de seguridad, y debo bajarme la mascarilla para que escuchen mi
voz. Ya no funciona el marcador de los turnos, hay que pedir la vez como antes,
aunque desde la lejanía.
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La cola del supermercado |
El camino de vuelta se me hace más largo que nunca.
Mi barrio está triste y solitario porque no bulle la vida en sus calles y no se
escuchan las risas de los niños jugando en el recreo del colegio. Tampoco han
salido los estudiantes del Instituto a comprar sus bocadillos y refrescos para
el desayuno en la tiendecita de la esquina. No hay corro de abuel@s hablando de
la artrosis o el Sintron delante de la panadería. Por fin llego a casa y en el
rellano de mi planta veo varios pares de zapatos a la puerta de mis vecinos, otra
de las medidas aconsejadas por los medios.
Ojalá no
hubiéramos conocido a este coronavirus que nos diezma cada día más. Al que
ahora hablan de usted y lo llaman Covid-19, cuando han reconocido que no es una
simple gripe. Habrá un antes y un después de estos difíciles momentos.
De todas formas me siento afortunada y confío en
que llegarán los abrazos y los besos de nuestros familiares y amigos que tanto
echamos de menos. Mientras tanto nos seguiremos queriendo a distancia: a través
del teléfono, wasaps, video llamadas, o escribiendo nuestras experiencias, que es
otra forma de sentirnos más cerca. Cuidaros mucho y con sensatez. Así lo
conseguiremos.
Esperanza
Liñán Gálvez
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