Una historia casi
verídica en 3 actos
Pedro J. Tíscar Marín
Hace bastantes años, oí contar una historia que, por
curiosa, sorprendente y enrevesada, me atrevo a desarrollar.
Acto
1º. GIBRALTAR. En
la madrugada del lunes 23 de marzo de 1942, el teniente de la RAF, Aaron
Ramsey, preparaba su equipo de piloto en el “aeropuerto” de Gibraltar. En
realidad se trataba de una base de emergencia, adaptada para ser utilizada por
pequeños aviones británicos de vigilancia y reconocimiento de la zona del Estrecho,
por donde pasaban naves de uno y otro bando en la Segunda Guerra Mundial.
El Primer Lord del Almirantazgo, A.V. Alexander, había dado órdenes estrictas para controlar e
informar del posible paso de barcos alemanes. El teniente Ramsey haría labores
de vigilancia, en su pequeño avión de un solo motor, en un espacio del Atlántico, que iba
desde la Roca hasta el cabo Trafalgar, cerca de Bárbate. Recibido de su
superior el parte de vuelo y las órdenes respectivas, comprobó que todo su equipamiento estaba correctamente colocado, y
después que todo en el avión estaba en orden: combustible, radio, presiones de
neumáticos, pequeño cuadro de mandos e instrumentos de control…, se instaló en
la aeronave.
Partió al amanecer hacia poniente, algo alejado de la
costa española. Con los primeros rayos de sol de espaldas, vio Tarifa, Punta
Paloma, la playa de Bolonia, Zahara de los Atunes, Bárbate, el Cabo de
Trafalgar. Cuando divisaba a lo lejos la desembocadura del Guadalquivir, giró
para recorrer el camino inverso; lo debería repetir varias veces, como hacía a
diario. Sabía de memoria el recorrido, y lo realizaba sin incidencias: pura
rutina.
No divisó barcos alemanes y enfiló la nave de vuelta
hacia El Peñón. A la altura de Tarifa, un ruido extraño le llamó la atención.
De repente el manómetro de presión de aceite del único motor se fue a cero. El
ruido fue aumentando, y notó un extraño olor
a quemado, a la vez que empezaba a salir
un negro humo cerca de la única hélice del aparato. Esta dejó de girar, y el
teniente Ramsey entendió que su vida estaba en peligro.
Comunicó la situación por radio a su base mientras el
avión rápidamente perdía altura. No podría llegar a Gibraltar, así que desenganchó
el arnés que lo fijaba al asiento, se
lanzó al vacío e inmediatamente pulsó el sistema de apertura del paracaídas
principal. Temiendo caer en el mar, maniobró el paracaídas para caer en tierra;
lo hizo en una solitaria ensenada de arena, a pocos kilómetros de la ciudad de
Algeciras. Mientras se desprendía del enorme paracaídas de seda, avisó a su
base de la que rápidamente salió una lancha rápida de la Royal Navy, que, al
poco lo recogió y, sin demora, lo llevó hacia
Gibraltar.
Acto
2º. GETARES. Getares
es una pequeña ensenada situada al Sur de la ciudad de Algeciras, y a poca distancia de
ella: apenas 4 km las separan. En ella se encuentra una pequeña playa arenosa,
y otra parte de rocas y acantilados. A esta zona solían acudir chiquillos en
busca de lapas, cangrejos, pulpos y pequeños peces que llevaban a casa para
ayudar a matar el hambre que las numerosas proles de las humildes familias demandaban. Dos de estos jovenzuelos eran Curro y Bernardo, de 12 y 11
años; eran los mayores de una prole de 7
hermanos que habían tenido el matrimonio de Francisco (Curro) Guzmán y Bernarda
Relinque, 4 varones y 3 hembras; la menor, Justa, de 2 años. La familia vivía
en una humilde chabola en la barriada de El Cobre, a las afueras de la ciudad.
El padre se dedicaba al trapicheo y Bernarda cosía para la gente pudiente; no
sacaba mucho, pero era hábil con la costura y aprovechaba los pocos restos que
quedaban de las telas para hacer ropa para la familia. Así mal vestía a la
prole. Le ayudaba en la costura Micaela, la mayor de las hembras, que apenas
contaba 10 años.
Aquel lunes 23 de marzo del 42, Curro y Bernardo
decidieron ir a Getares para ver que se encontraban. A mitad de camino, oyeron
un ronco sonido de motor, que al poco, cesó. Al mirar hacia arriba, vieron caer
un avión que terminó estrellándose en el mar a pocos km de la costa. Alguien en
paracaídas descendía sobre la playa. Desde levante, se acercaba a toda
velocidad una lancha que parecía dirigirse hacia la playa. Corrieron los 2 km
que les faltaba para llegar, y vieron como alguien subía a la lancha que, rápidamente ponía rumbo
a levante. Cuando los 2 muchachos llegaron a la playa, no había nadie. La
recorrieron y, ante su sorpresa, ven a escasa distancia, en la arena, algo muy
grande de un suave tejido como de seda en color crema. Piensan que hacer, y
deciden recogerlo, liarlo y llevarlo a casa.
Acto
3. DOMINGO DE RAMOS. No es que fueran muy religiosos, pero en
las misas de los domingos “pasaban lista” así es que Curro, Bernarda y su
familia acudían a la misa de 12 en la Parroquia de Nuestra Señora de la Palma,
en la Plaza Alta de Algeciras. Humildemente vestidos, se colocaban en un lateral al final de la iglesia.
El 29 de Marzo, Domingo de Ramos, Don Severo, el
párroco, había preparado la iglesia con lo mejor que tenía y que algunos
caritativos parroquianos le habían proporcionado: ramos y macetas de flores,
velas nuevas, ramos de palma y olivo, etc.…
El Ayuntamiento en pleno asistiría a la misa y después a la Procesión con la
imagen de Jesús a lomos de un borrico que, milagrosamente, un particular había
puesto a salvo cuando los tristes sucesos del 31. Dos coadjutores más, don
Sérbulo y don Victoriano, le acompañarían.
Poco antes de la hora de la misa, los feligreses
fueron acudiendo a la iglesia. Al ser el Domingo de Ramos, la mayoría,
siguiendo la tradición, lucían sus vestidos de estreno, y portaban trabajadas palmas los pudientes, y
ramas de olivo los demás.
Al empezar la Misa, los más curiosos miraban a su
alrededor observando el abrigo nuevo que estrenaba Fulanita, los zapatos de don
Zetanito, la rebeca de la hija del alcalde y la camisa negra de la señora del
capitán de la Guardia Civil. Pero donde terminaron centrándose todas las
miradas fue en las preciosas camisas beige de seda que aquella mañana lucieron
todos los miembros de la familia Guzmán Relinque.
Pedro J. Tíscar Marín
2º mes de Confinamiento
Málaga, Abril de 2020
Pedro, tus historias casi verídicas son muy interesantes. El confinamiento no te obnubila el cerebro, ¡qué bien!
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