05 febrero 2012

ANIVERSARIO DE LA “DESBANDÁ”

Antes de Navidad leí en el blog de AMADUMA un artículo de nuestro compañero Tomás Morales (muy interesante como todo lo que escribe) en el que decía; que a veces le han entrado ganas de hacerle a los chicos que pasean los fines de semana por Calle Larios varias preguntas y una de ellas era ¿Qué es la desbandá? Comentaba, que además de por razones personales, no lo ha hecho porque sabe la respuesta mayoritaria.
La Historia como parte del pasado, hoy no parece interesarles a muchos jóvenes, creo que para mí no fue así; desde niña me atrajo la Historia, aunque, algunos de los acontecimientos en los que Luís Melero se basa para escribir su obra “La Desbandá,” no venían en los libros de Historia, los supe de viva voz por las personas que se vieron implicadas en ellos, me pasó como a este autor, tuve una niñez marcada por los relatos que escuchaba sobre el inicio y las vicisitudes de la Guerra Civil, y sobre todo, por la huída de Málaga a Almería.
Oí contar, que seis meses después de la sublevación contra la República empezó la batalla para la toma de Málaga por las tropas franquistas. El general Queipo de Llano mandaba el ejército del Sur, y desde los micrófonos de Radio Sevilla, atemorizaba a la población malagueña diciendo: que en el Perchel sembraría un huerto de patatas y que los moros y legionarios que venían con ellos violarían a las madres, hermanas y mujeres de los republicanos. Los malagueños fueron victimas de una trampa, los incentivaron a que se fueran, para masacrarlos en su huida.
El ocho de febrero, abandonada a su suerte por unas tropas republicanas mal organizadas, que no hicieron nada por ella, Málaga sucumbió ante el ejército de Franco, pero desde los primeros días del mes comenzó la huida hacia Almería, un éxodo sin tierra prometida, cuyo único fin era conservar la vida. Las seis personas que componían mi familia materna, también se sumaron a ese éxodo (El mayor de mis tíos estaba el frente)
Mi familia vivía en un pueblecito costero de la Axarquía, atravesado por la carretera Nacional 340, y al poco de comenzar la guerra, mi abuelo le ofreció su casa a un íntimo amigo de Málaga para que se quitara del peligro de la ciudad, él aceptó, y los seis miembros de la familia, más la criada, fueron acogidos en la casa. Mi abuelo por su negocio tenía bastantes amigos y, uno común de mi abuelo y de su amigo malagueño, les dijo que si querían irse para Almería, en su pueblo, Los Gallardos, tenía una casa para ellos y sus familiares. De momento rechazaron el ofrecimiento, pero a primeros de febrero comenzaron a pasar por la carretera gente que escapaba de Málaga porque estaba siendo asediada por tierra, mar y aire y era inminente su caída. Sin embargo, la carretera también era otro peligro, los barcos de la flota nacional, Baleares y Canarias, y los aviones alemanes, iban persiguiendo a los que huían, y ellos, y la gente del pueblo, tenían que esconderse tras los montes para evitar sus bombas. En medio de esta situación, el día cinco se pararon en la puerta de la casa de mis abuelos dos camionetas conducidas por dos milicianos, uno de ellos era hermano de la criada y venía para llevársela a Almería. Propusieron a las dos familias que se fueran con ellos y ante lo que sucedía aceptaron. Cogiendo lo que pudieron, quince personas se lanzaron a la aventura de llegar a Los Gallardos, de ellas, hoy sólo queda una superviviente.
Este viaje, sin vivirlo, lo he vivido desde que tuve uso de razón. Me parecía oír el viento sonando entre los eucaliptos donde se ocultaron los coches para eludir a los aviones, y el llanto de dos niños de la familia que se perdieron y que iban a ser evacuados a la URSS por Socorro Rojo en el puerto de Almería, y el de todos al encontrarlos, y me parecía sentir el frío que sintieron arrebujados en el cajón de la camioneta y ver a los muertos que vieron en la orilla de la playa tiñendo las olas con su sangre, como un símil del poema de Emilio Prados “Soledad de Málaga”
Allí tendida te quedas/ sobre tus ardientes playas/
malherida en tus costados / y sobre la mar desangras.
Los pasajeros de las camionetas lograron llegar ilesos a su destino, donde pasaron el resto de la guerra sin apenas enterarse de ella, a no ser por la escasez de algunos alimentos. El regreso ya fue otra historia.
Cuando volvió la normalidad mis padres se casaron, y abrieron una taberna, en ella yo escuchaba a los hombres contar a media voz batallas de la guerra y los sucesos de la carretera de Almería. Decían, que los montes en los Caracolillos de Almuñecar se desplomaban por los cañonazos de los barcos sepultando a la población civil que huía, viejos, niños y mujeres y que con la voladura del puente del río Guadalfeo a su paso por Motril, la riada arrastraba a la gente a la mar en escenas dantescas donde los niños lloraban por sus madres desaparecidas, las madres por sus hijos…
Algunos de los que consiguieron llegar a Almería, hallaron la muerte al ser bombardeados cuando estaban en cola para comprar pan.
Estas y otras historias, con el tiempo dejaron de tener actualidad y las dejé de oír, las recordaba como en una nebulosa, llegando incluso a pensar que eran un engaño de la memoria, sin embargo, pude comprobar que eran una realidad del recuerdo, cuando en una exposición que hubo en el CAC del médico canadiense Norman Bethune, vi la fotografía de un niño en la cuneta salpicado de sangre mamando del pecho de su madre muerta, lo mismo, decía haber visto uno de los clientes de la taberna de mi padre.
Al cumplirse este febrero setenta y cinco años de la “desbandá”, sin otra razón que la del recuerdo sin rencor, escribo este relato homenaje, in memoriam de todos los que intentando salvar la vida, la perdieron en la carretera de Málaga a Almería.


Amalia Díaz
1 de febrero de 2012


4 comentarios:

  1. ¡Fantástica descripción de quienes la sufrieron¡. Yo sólo la conozco por el estudio.
    De lo que sí me enteré, por mi padre, fueron los casi tres años que estuvo en el frente, aunque en la parte "nacional" (como si los republicanos no hubieran sido igual o más de "nacionales"), desde Badajoz hasta Lérida pasando por Guadarrama y Zaragoza.
    Y no es igual la vivencia que el estudio.
    Mi enhorabuena por tu artículo

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  2. Episodios terribles como el que relatas, junto a otros como el de Badajoz, la columna de los 8.000 en Llerena, Asturias,El Collet,etc. no deben ser olvidados nunca. Enhorabuena por tu trabajo. Por cierto Norman Bethune no fue tan "altruista".Su misión en España era otra y la cumplió muy bien.
    Nono

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  3. Mi más sincera enhorabuena por el artículo. Conozco esta sinrazón. Mis suegros y sus padres,lo vivieron por desgracia en primera persona,algunos de ellos les costó su propia vida. Al leer "la desbandá" he recordado lo que me contaba mi suegra y el sufrimiento que vivieron los que se salvaron de esa masacre.

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  4. Felicidades Amalia y gracias por dar la cara en estos tiempos tan difíciles que estamos viviendo, viendo como lo más reaccionario del país trata de tergiversar la historia pasada y sufrida por el pueblo español y el de Málaga en particula, tratando de hacer parecer como bueno e inevitable lo que fue un periodo de tiempo negro, salvaje y asesino para los defensores de la libertad y la República.
    Este episodio de "la descandá" fue aun peor que el sufrido por Guernica y tanto los vencedores como los perdedores de la guerra han mantenido escondido y que poco a poco, con muchas dificultades está saliendo a la luz.
    Lamento que tu artículo haya sido utilizado para desprestigiar la figura de Norman Bethune.
    Perchelero

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