09 febrero 2012

EL HOMBRE DESUBICADO

Tengo la sensación, o al menos así lo percibo, que el hombre contemporáneo es un ser en tránsito. Nostálgico del lugar que abandona y ansioso por el lugar que le espera. Está haciendo equilibrios entre el asunto que deja a medio hacer y la urgencia que pretende resolver. Dominado por una curiosa soberbia: se cree más de lo que es. Engañado por si mismo, cree constantemente estar haciendo algo. Conforme nota que se le va acabando el tiempo siente la inquietud de las prisas con gran intensidad. ¡Todo está por hacer! Siempre tiene algo pendiente cuya importancia le abruma.

Esta ilusión de pérdida de poder personal (que a buen seguro nunca tuvo) es una ridícula jactancia ya que en realidad nada hace que valga la pena. El saludable escepticismo de los tiempos actuales ha moderado las aspiraciones heroicas del hombre moderno y ni aun mediante un ejercicio de buen humor ha conseguido sosegar la ansiedad en la que se desenvuelve. Es cierto que debemos admitir la tiranía que supone la escasez del tiempo, de lo que se derivaría que lo que no sea hecho dentro de plazo, no será hecho jamás. El hombre ha crecido confiando en una perpetua segunda oportunidad, de ahí el vértigo que su reloj biológico le impone.

Cuando en el aeropuerto de Casablanca, Bogart apunta con su pistola al policía francés, éste bosquejando una leve sonrisa le dice: “estoy seguro de que sabe lo que hace, pero ¿sabe lo que significa?”. Y es que el hombre no se detiene a meditar con seriedad el alcance de sus actos, porque de lo contrario habría descubierto que muchos de ellos carecen de sentido. Su habitual orgullo suele tratar con desden el verdadero significado de lo que hace, aunque con una adecuada interrogación podría aprovechar la oportunidad que a diario desperdicia.

El hombre es un ser imprescindible en el desarrollo armónico de la sociedad. Su ausencia es un asunto que se palpa en el corazón melancólico de la mujer y que, ahora, también se percibe dolorosamente. Tan solo con los varones que asisten un domingo cualquiera a los estadios del Nou Camp y Santiago Bernabeu se hiciese una manifestación cada vez que una mujer es asesinada sobrarían todas las leyes contra la Violencia de Género. Maldito sea el momento que con el silencio, la ausencia o el menosprecio se truncó una vida. Hace falta mucha hombría para soportarlo.


Nono Villalta (febrero 2012)


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