30 agosto 2011

RELATO A CONCURSO Nº 021 - CIRCUNSTANCIA

De un salto se tiró de la cama y al levantar las persianas, Juan vio que el día ya estaba clareando. Eran casi las siete de la mañana, pero ya no podía resistir el agobio que sentía, y que no le dejó conciliar el sueño desde tres noches antes.
Estaba decidido, ya no estrujaría mas su cerebro y hoy tampoco iría a la universidad, no se sentía con ánimos de hablar con nadie, necesitaba estar solo y reflexionar sobre lo que pasó el domingo anterior.
Apenas bebió un vaso de leche y, cogiendo algunas provisiones que guardó en la mochila, montó en su bicicleta con ánimos de subir a la sierra, quería pedalear hasta el agotamiento, tal vez, allí arriba vería las cosas de diferente color.
Al atravesar el jardín de la casa, no pudo evitar que una lágrima rodase por sus mejillas cuando sus ojos se fijaron en aquella flor; un hermoso tulipán de color blanco que con fuerza emergía de la tierra. Era el primero de la temporada, ya daba igual.
Aceleró la marcha hasta tomar el camino que conducía al desfiladero del empinado risco y con la misma habilidad que ejercían sus piernas sobre los pedales, su pensamiento iba y venía sintiendo la impotencia que oprimía su pecho y le hacía hurgar en otros momentos.



Juan respiró hondo tenía muchas expectativas para el futuro, ¡y hoy por fin, era universitario!
-Sé que tendré que estudiar mucho para conseguir la beca, y que cada año será mas difícil, pero trabajaré duro hasta llegar a la meta: Ingeniero de caminos, carrera larga y costosa para la cuál él necesitaba de ésta subvención.
Al entrar en clase fue cuando vio a aquella chica de melena negra y rizada y ojos chispeantes.
-No, no es la más guapa, ni la más divertida, pero tiene un algo que la hace muy especial- pensó Juan cuando sus ojos se encontraron con la amable joven de mediana estatura y simpática sonrisa.
Pronto surgió entre ambos una gran amistad y a partir de ese día siempre se les vio juntos. Nunca hablaron de compromisos, ni de obligaciones del uno para con el otro, daban todo por hablado; eran felices, se amaban y nadie los separaría
.



Cada vez el ascenso se hacía mas empinado y abrupto, la bicicleta se hacía mas pesada, pero el joven bañado en sudor y con la respiración jadeante continuaba la marcha.
-¿Por qué? se preguntó llorando,- y ya sin aliento se dejó caer sobre el verde de la ladera.
-¿Por qué has llegado tan lejos? Si yo he sido todo para ti. En estos años sólo he hecho: estudiar y amarte ¡nada más! Desde ése viaje que hiciste a Barcelona con tus padres, nunca volviste a ser la misma. En más de una ocasión, sin venir a qué, me hablabas de una forma rara e incluso me mirabas con indiferencia y desdén, sólo que yo lo atribuía al cansancio por los exámenes. ¿Cómo has podido llevar esta doble vida? Dime ¿y nuestro amor? ¿Qué pasa con él? ¡Ah!, ahora entiendo, cuando hablábamos de futuro en tu boca siempre aparecía la palabra “circunstancia.” ¡Óyelo bien, lo nuestro nuca fue amistad, para mí ha sido siempre amor! ¡Ésa era tu circunstancia! ¡La mentira! Juan, sumido en un monólogo de reproches y desilusión no podía olvidar:
Cuando el pasado domingo, Estrella, que así se llamaba la novia, apareció muy seria y le habló de un chico con el cuál dijo: Mantenía una seria relación a distancia e iba a casarse. Era un amigo de la familia y hacía dos años que se prometieron. Ése fue el motivo de su ida a la Ciudad Condal: formalizar la boda. Al oír esto Juan pensó que era una broma, pero al darse cuenta de la cruda realidad creyó enloquecer, ¡jamás hubiese pensado algo así!
-¿Para cuando dejabas el decírmelo? ¿Acaso no he merecido una explicación? ¿O es que lo nuestro también ha sido una broma?
Ella, bañada en lágrimas, no se atrevía a levantar la cabeza, sentía tanto dolor como él, pero la suerte ya estaba echada y ahora tenía que cumplir con la palabra dada a sus padres, aún a costa de su amor, ¡jamás los defraudaría! Era gracioso ¿quién podía creer que en el siglo veintiuno seguían ocurriendo estas cosas?
-¡Nunca dejaré de quererte!- dijo para sí, y dando media vuelta echó a correr ahogada por el dolor y el salobre de su llanto.
Juan, entumecido por la humedad y el frío ignoraba cuánto tiempo permaneció allí. Como un sonámbulo montó en la bici decidido a volver. La noche se echaba encima, la lluvia iba arreciando y las aguas del río bramaban turbias y bravas.
Al cruzar de nuevo su jardín, no pudo resistir la tentación de acariciar al blanco tulipán deshojado por el fuerte aguacero.
-Tú, el primero que ha florecido eras para ella, como todas las primaveras, desde que supe que eras su flor preferida. Ahora ya nada será igual.
¡Paradojas de la vida! a ti te destruyó el agua y a mí el amor, pero no por eso puedo odiarla. Olvidarla, para mí, será un duro aprendizaje.


Maria Subire
Febrero de 2010



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