22 agosto 2011

RELATO A CONCURSO Nº 016 - EL COLOR DE SUSANA

Bajé del coche precipitadamente y entré en la tienda arrebolada por las prisas. Era casi la una de la tarde y mi turno de trabajo comenzaba a la una, pero ese interminable tren de mercancías nos tuvo esperando casi un cuarto de hora para poder cruzar las vías, y por poco llego tarde.
-Buenas tardes -dije a la dependienta que estaba arreglando un perchero.
-¡Hola Susana, no corras tanto que estamos solas! Los dueños han salido a comer algo, hoy nos espera un día bastante ajetreado.
-¿Sólo a la planta principal? No puedes imaginarte cuantas novias tenemos citadas a partir de las dos de la tarde, ¡este mes de Mayo es interminable!
Diciendo esto, subí las escaleras tan rápido como pude, no quería llegar tarde a mi puesto de trabajo, ni enfadar a mi encargada, mujer seria y severa, pero muy honesta con el personal.
Era una tienda de ropa de señora de alta costura. La planta principal estaba dedicada a trajes de calle, peletería y complementos; y en el primer piso, que era donde yo trabajaba, estaban los salones para los trajes de novias y todo lo relacionado con el séquito de las mismas.
Empecé a trabajar allí dos meses antes y aún estaba en periodo de prueba. Siempre había sido el sueño de mi vida trabajar en unos talleres donde pudiese mostrar mi creatividad con telas y fornituras de gran calidad.
Mis días trascurrían envueltos entre encajes, rasos y toda clase de ricas telas, ¡cómo disfrutaba con aquel trabajo!
Al entrar en el enmoquetado salón rosa, ya estaba Úrsula, que así se llamaba la encargada, esperándome.
-Susana, encárgate tú de la novia que viene a las dos y media, es la que tenía la cita para las cuatro pero, ha adelantado la hora. Entretanto puedes ir adornando las pamelas que acaban de llegar. ¡Ah! y recuerda que a las cinco y media volverá el jefe y me ha dicho que bajes a su despacho, que quiere hablar contigo.
Mientras daba un toque de vapor y les colocaba unas flores en las alas a los sombreros, mi cabeza no dejaba de dar vueltas. Todo era un cúmulo de motivos que no me llevaban a ninguna conclusión.
¿Qué querrá el jefe de mí? Apenas le conozco, porque quién me hizo la entrevista fue Úrsula. Espero que no sea uno de esos que tienen la mano larga, porque a mí de tonterías, ninguna, que se oye cada cosa… Bueno, qué cosas digo, ¡cómo si el pobre hombre no tuviera otra cosa en qué pensar! A lo mejor no doy la talla para estar en este sitio tan elegante.
¿Le pareceré lo suficiente seria? ¡Ya sé! Seguro que me despedirá porque no soy lo suficiente buena. Entonces… ¿por qué Úrsula al hacerme la prueba dijo de mí que era una buena modista?
¿Será quizás…por mi habla? Si es por eso cómo lo voy a sentir, con el inglés no doy para más, ya lo decía mi abuela: Dios necesitó seis días para hacer el mundo, ¡y era DIOS!
¡Ay, estoy deseando saber que es lo que trama, con lo feliz que soy aquí! Menos mal que hoy me he arreglado con más esmero. Este vestido azul noche me da un aspecto serio y, aunque me hace mayor, es el que más le gusta a mi marido. Dice que hace un buen contraste con mi pelo rubio, y él tiene muy buen gusto al vestir. ¡Caramba!, espero no darle una mala noticia en el día de su cumpleaños y estropear la cena que con tanta ilusión he preparado. Como es sábado, después de cenar podemos ir a bailar. Mañana no hay que levantarse temprano y los niños están en casa de Mary. ¡Pobre chica, la que le ha caído! Dos de ella y dos míos, cuatro diablillos. No auguro muy buen resultado, ya veremos cómo acaba el fin de semana; menos mal que su marido tiene buena mano con la gente menuda y sabe entretenerlos.
Poco a poco iba deshojando mis pensamientos, sin darme cuenta de que pasaba el tiempo, y fue la voz de la encargada la que me hizo apear del viaje astral en que me había montado.
-¡Susana! Ya ha llegado la clienta y está en el probador.
Al abrir la puerta del salón de pruebas me quedé deslumbrada al ver a la novia: tan alta, tan guapa, tan elegante, y con aquellos ojos tan grandes que me recordaron dos hermosas uvas moscateles.
El traje estaba inspirado en la moda de finales del siglo XVIII: cuello alto ribeteado con un volantito de encaje, cuerpo muy ajustado, mangas con un suave rizo en el hombro hasta llegar ceñidas a todo lo largo del brazo y a la espalda; en el talle iba recogido el faldón con un gracioso semi-abultado “polisón” desde donde salía una discreta cola. Tocaba la cabeza con un diminuto sombrero de copa acabado en una redecilla que descansaba de soslayo sobre su rostro y en la mano izquierda, un pequeño paraguas confeccionado en el mismo encaje de chantillí del vestido.
Parecía una diosa rubia y sonriente, en el centro de aquella estancia. Su figura de marfil contrastaba con el negro mármol del suelo, incluso las vetas que lo atravesaban parecían arrancadas de la falda.
-¡Está usted guapísima!- le dije cuando pude abrir mi boca.-El traje le queda perfecto, sólo hay que recoger unos centímetros el bajo por la parte delantera.
Me agaché, en cuclillas y, acerico en mano y fui colocando alfileres en el bajo de izquierda a derecha, hasta que de pronto, al llegar a la altura del pié derecho ¡no podía creer lo que estaba viendo!
Mi corazón empezó a latir aceleradamente, mi frente y mis manos eran surtidores de sudor helado, sentí que un mareo iba y otro venía. La joven, al ver que me tambaleaba, se inclinó hacia mí y me tendió la mano. ¡Estaba fría y resbalosa! y, al levantar la vista, con asombro pude ver que… ¡era verde, igual que el pie! ¡Verde cómo la piel de un lagarto! Mí corazón golpeaba en el pecho cada vez mas fuerte y parecía que me iba a estallar de un momento a otro, mi respiración se volvió dificultosa y sibilante, los hipidos rompían mi diafragma y mis ojos se dilataban, mientras veía su cara acercarse a mí en unas dimensiones desorbitadas…
-¿Susana, te encuentras mejor?- era la voz de Úrsula.
-Si, ya ha pasado, nunca os dije que en mi bolso siempre llevo un inhalador.
-Ya lo sabíamos y lo hemos encontrado, ¿cómo crees que has mejorado? Además nos imaginamos qué te ha pasado; le has visto el pie y la mano a Miss Aris, y la impresión te ha provocado un ataque de asma: ¿me equivoco?
-No, pero ¿dónde está ella? He de pedirle disculpas.
-Se fue cuando te tranquilizaste. Es médico y una gran persona. Hace cinco años perdió la mano y el pie en un accidente de automóvil, y menudo susto se ha llevado contigo.
-Pues ya estamos las dos iguales…
-Anda vete a ver al jefe a su despacho, te está esperando.
Después de retocarme un poco, bajé al despacho. Había olvidado la preocupación por un momento y ahora volvía a mí con más fuerza. -Pase Susana -me invitó amablemente al tocar yo en la puerta -¿Se encuentra mejor?
-Sí- contesté tímidamente.
- Me alegro mucho, porque vamos a necesitarla por mucho tiempo, desde hoy considérese en la plantilla fija, ¡Ah!, y me ha de prometer una cosa.
-¿Cuál?-contesté asustada.
- Algo imprescindible en Canadá. Que va a hacer lo posible para aprender más inglés.
Hoy, después de muchos años, confieso avergonzada, que la noche anterior de que ocurriese esta historia; Vi en televisión un episodio de la serie “V”.
Pero… todavía me pregunto… ¿Por qué verde?


María Subire

3 comentarios:

  1. Muy facil de leer. Muy autentico y divertido.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  3. Me ha gustado Maruja. Sigue así
    Koldo

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