20 agosto 2011

RELATO A CONCURSO Nº 014 - CRIMEN EN RIO

Río de Janeiro va a disfrutar de su carnaval, mulatas hermosas, bellísimas mujeres lucen sus cuerpos con diminutos vestidos, originales carrozas, disfraces, mascaras, desfiles grandiosos, todo está a punto para la fiesta. Hay gran bullicio en la ciudad que baila al son de la samba, han llegado gentes de todo el mundo para disfrutar de estos días desenfrenados. ¡El espectáculo está a punto de comenzar! Toda la ciudad vive en la calle que se desborda de alegría.
Desiré y Samanta son dos amigos homosexuales, Desiré está locamente enamorado de Samanta, pero no es correspondido.
Samanta es un chico de las Favelas que trafica con todo lo que tiene a su alcance, es atractivo, prudente, algo tímido, bastante ingenuo e introvertido. Muy requerido en las altas esferas sociales, ya que es bastante divertido cuando se encuentra a gusto y algo “colocado”, tiene a su alcance el poder suministrar todo lo prohibido, eso forma parte de su encanto.
Desiré por el contrario es el dueño de un club de alterne gay, persona fría, calculadora, cínica y psicópata, acostumbrado a tener todo lo que desea, no admite un no por respuesta a sus deseos, y, ha decidido conquistar a cualquier precio a Samanta.
Lo ha convencido para salir a dar un paseo por Rio en un día tan especial, hay que celebrar que está a punto de comenzar el carnaval, Samanta accede a la petición de Desiré y salen para hacer un recorrido por la ciudad, aunque el verdadero motivo de la salida es la conquista o, la muerte de Samanta.
El sonido de una sirena advierte que algo grave ocurre, un coche de bomberos se abre paso entre la multitud, en un callejón del centro, una persona se consume entre las llamas, el esfuerzo de los bomberos por llegar a tiempo ha sido inútil, la persona totalmente calcinada, ha muerto.
El inspector Santos, de la policía judicial, acude al lugar de los hechos y se hace cargo del caso para esclarecer lo que ha ocurrido.
No hay testigos del suceso, por lo que se presenta un caso difícil de resolver. La autopsia ha revelado que es un hombre de unos treinta años que ha sido apuñalado antes de ser quemado.
Son muy pocos los datos que tiene para iniciar la investigación, pero Santos es un gran especialista en estos asuntos.
Lo primero que hace es ponerse en contacto con sus confidentes por si alguien ha escuchado algo sobre este tema, pero de momento nadie sabe nada, su olfato lo lleva hasta los tugurios marginados de la ciudad, pero allí no han echado en falta a ninguno de los asistentes a esos lugares ni saben nada de lo ocurrido, no le pueden dar ninguna pista.
De allí se dirige a los lugares de alterne homosexual donde se encuentra con una variedad de personajes de lo más pintoresco; entra en “LA LOCA LULÚ” uno de los clubs más conocidos de Río, entre vestidos de plumas y lentejuelas, turbantes multicolores y mascaras con caras de mujeres atrevidas, las locas alocadas, se están preparando para disfrutar de la fiesta. En un rincón del local, bajo la tenue luz de una vieja lámpara de cristal, hay un diván, de descolorido terciopelo rojo, en el que dos enormes bigotes unen sus bocas, las alargadas pestañas cubiertas de espeso rímel impiden ver el color de los ojos.
Santos, que conoce bien a todos ellos, se dirige a Desiré, que es el dueño del local, preguntándole si ha ocurrido algo extraño últimamente en su ambiente, o si ha echado en falta a alguno de los clientes habituales. Algo extrañado por la pregunta le contesta que sí, que es raro, pero que hoy no ha visto a Samanta.
— ¿Quién es Samanta? pregunta el inspector.
—Samanta es uno de los muchos clientes que acuden a mi local, un personaje bastante ambiguo, que a pesar de relacionarse con todos y frecuentar el club, no cuenta nada sobre su vida, poco se sabe sobre él ni donde vive, no tiene amigos, lo que sí he podido observar es que miente con frecuencia y, que a veces se muestra algo pesimista sobre su futuro.
Santos le pide que le dé la descripción física de Samanta y que averigüe todo lo que pueda sobre este individuo.
La descripción se la da al momento: debe tener alrededor de treinta años, es alto y está hormonado, tiene el cabello teñido en un tono rubio rojizo, ojos verdes y nariz algo grande, labios gruesos muy sensuales, viste algo informal, sin ser atrevido, aunque en el ambiente del club exagera el vestuario, es bastante atractivo, maneja dinero, que cuando está de buen humor gasta alegremente.
Con estos datos en su poder, Santos busca las fichas de los homosexuales que tienen deudas pendientes con la justicia o que las hayan tenido, pero no descubre nada importante sobre la llamada Samanta.
Vuelve al club y pregunta a Desiré por lo que ha hecho durante los últimos días, este muy molesto e incomodo por la pregunta, secamente le contesta que ha estado preparando las fiestas del carnaval.
— En estos días hay mucho trabajo, he estado con los chicos en la escuela de samba ensayando todo lo relacionado con el desfile, cosiendo, montando la carroza, en una palabra preparando la cabalgata, cualquiera de los que están aquí lo pueden atestiguar.
Santos sale del club algo confundido, al parecer en ese lugar tampoco encuentra una pista fiable, tendrá que buscar por otros lugares, su cerebro no deja de pensar.
Cuando el inspector se va, Desiré sale precipitadamente del local y entra en una parroquia cercana, va en busca del párroco y le pide confesión, necesito confesarme urgentemente le dice al cura.
—Padre, me acuso de que he cometido un asesinato con premeditación, y Ud. es la única persona en la que puedo confiar sin que me descubra.
El cura está espantado, pero lo escucha pacientemente.
—Le voy a contar todo lo ocurrido, he matado al hombre del que estaba locamente enamorado, al negarse él a mis requerimientos intenté besarlo por la fuerza, forcejeamos y en el forcejeo le clave en el corazón el puñal que siempre llevo encima, perdí la razón, me ensañé con él, posteriormente prendí fuego a su cuerpo para borrar todas las huellas.
Escondido entre la gente, contemplé como ese fuego lo devoraba, vi llegar a los bomberos para apagar las llamas, pero yo bien sabía que era tarde, él ya estaba muerto.
No quería que nadie lo reconociera, nadie sabe nada de mis sentimientos hacia él, no me arrepiento de lo que he hecho, por lo tanto, no espero su perdón, pero necesito contarlo, y nadie mejor que Ud. para escucharme, ya que el secreto de confesión le impide ir a la policía para delatarme, aquí le dejo mi puñal para que Ud. lo haga desaparecer, no quiero tener en mi poder el arma homicida. Sin esperar ninguna contestación, se levanta del confesonario y vuelve al club.
Vestido con deslumbrantes plumas y lentejuelas, zapatos de brillantes y vertiginosas plataformas, en una original carroza cuajada de estrellas, Desiré sale del club para participar con su escuela de samba en el desfile del carnaval, sin pensar en lo ocurrido, baila locamente al ritmo de la música.
Brasil, la tierra donde yo nací…

Mª Eugenia Pereiro Barbero
Mayo 2011

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