23 marzo 2011

REFLEXIONES DE PRIMAVERA

Donde yo tenía que haber nacido, no me dejaron nacer. Dice Saramago que se nace dos veces. Yo nueve meses antes comencé mi historia lejos de la tierra que un día me abriría la puerta a la existencia.

Hay un balcón colgado sobre el parque frente al mar y a los pies de la Alcazaba. Una mañana de una temprana primavera cuando los primeros rayos del sol invadieron mi cama, Málaga me daba la bienvenida con el color de su amanecer, los pregones de los cenacheros y el duende de Puerta Oscura. Me separaban del mar unas palmeras que habían llegado poco antes que yo.

De mi nacimiento fueron testigos la Aduana, la Catedral y la Acera de la Marina. A la izquierda la Plaza de toros, la Malagueta y caminando por la orilla , los Baños del Carmen y el Palo.

No hay más bonito rincón para escoger

Así comenzaron mis días en medio de la salida y la puesta del sol, rodeado de flores, ruido de surtidores de las fuentes y de los tranvías que desde ese día todas las mañanas me despertaban.

Supongo que me asomarían al balcón para que viera mi Málaga y Málaga me viera a mi .Debajo había una escalerilla y un resbalón de piedra por donde años más tarde con toda la chiquillería de mi tiempo “chorrabamos”, subíamos y vuelta a bajar. A la izquierda una fuentecilla con un precioso frontal de bouganvilias nos aplacaba la sed y su agua nos lavaba las manos antes de subir.

Así comenzaron los días hasta que una noche por el mismo mar que me habían traído me llevaron lejos. Esta casa aunque era muy bonita, no era mi casa y la tierra donde no pude nacer si era mi tierra.

Esa noche la popa del barco iba poniendo millas de distancia de la luces del puerto y de la Farola que me guiñaba con una complicidad que ha durado todos los años.

El sol que me despidió me recibió como si nada hubiera pasado, aunque hubieran cambiado tantas cosas. Días más tarde llegué al lugar que acogería mis primeros pasos y juegos. Tenía el mismo sol y la misma mar pero sin Puerta Oscura, sin la subida al castillo ni el Banco, Correos o el
Ayuntamiento. Los árboles del plátano no estaban, no habían palmeras, ni fuentes, ni pregones, ni tranvías. Si había mar y sol , amanecer y esos crepúsculos de una primavera que ya había empezado con fuerza de verano.

Tardé en volver a Málaga. No se cuantos años , creo que cuatro, seguro que por la distancia o que los tiempos ya estaban revueltos. Luego vino una guerra, guerra que dividió a la España machadiana y yo en medio, el españolito que acababa de nacer.

No eran tiempo para viajes. Donde yo ya vivía no había ruido de sables pero llegaban noticias de desbandadas, familias divididas, tierras sin trabajo, hogares sin pan y sin manos para trabajar y lo que es peor, la cara de los niños decían que pasaba algo.

Cuando volví a pisar Málaga mis primeros recuerdos que tengo muy presente es que no había de nada. Que en casa de mi familia habíamos varios niños y que lo único seguro que yo tenía es que cada mañana al pié de la escalerilla, se paraba un coche y un señor vestido de azul me subía una lechera y una bolsa con panes, pero éramos varios pequeños. Lo que recuerdo con inmenso cariño es que en uno de mis viajes que parece que ya estaba la cosa mejor, mi madre me daba dos pesetas y cincuenta céntimos. Me compraba en la “Tabla Reguladora” un cartucho de papel de estraza lleno de “ pescaito” frito y calentito que me sabía a gloria, Me sentaba en un banco del parque frente a Puerta oscura, al lado de los patos y los pajaritos hasta darle fin.

Con los dos reales, me acercaba al paseo Reding y en el Puesto Grande me compraba un membrillo de los más grande y rubio que he visto. No se como haría para pelarlo, pero que jugoso y bueno estaba, yo creo que los membrillos de antes estaban más buenos y quitaban mejor el hambre. Así al atardecer subía a casa de mis abuelos donde mi madre me sonreía con esa expresión de cariño y complicidad.

Yo era el primer nieto en la España peninsular y la verdad es que tanto mis tíos como mis primos todas las veces que vine a Málaga procuraron hacerme malagueño de verdad. Tan bien lo hicieron que mis escapadas eran para esta tierra. Cuando tuve un espacio para escoger donde estudiar, lo hice en mi tierra y cuando el tiempo me dio libertad para escoger escogí Málaga. Esta vez la escogí yo a ella, a lo mejor en agradecimiento a aquella mañana temprana de primavera donde si pude nacer.

Francisco Oses
Marzo/2.011



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