16 agosto 2010

LOS VERANOS QUE AMAMOS A ELVIS

Mayte Tudea
15-Agosto-2010




“Love me tender”. Ámame tiernamente. Aquella voz de grave terciopelo entonaba con dulzura apasionada una canción evocadora que entonces, con nuestros escasos conocimientos del inglés, a duras penas podíamos traducir.

El guapo chico del tupé imposible y de la mirada melancólica, que calzaba “zapatos de gamuza azul”, era capaz de componer “un rock en la cárcel”, convertir el “ghetto” en algo sugerente, y que la “empalagosa” versión dedicada a su madre sonara absolutamente conmovedora.

Aquél joven de caderas procaces que movía al endiablado ritmo del rock, tan subversivo y provocador, podía transformarse en un sereno “latin lover” en la siguiente balada romántica, extrayendo de su garganta todos los matices, todas las inflexiones que su voz prodigiosa sabía modular. ¡Y que decir de sus blues o de sus gospels! No en vano había nacido y crecido a orillas del Mississipi.

El pésimo actor que aparecía -no interpretaba- en películas infumables situadas en lugares exóticos -Hawai entre ellos-, y que quedaban salvadas en el justo momento en que la voz varonil comenzaba a sonar, e iba desgranando lentamente o con ritmo frenético las palabras que entendíamos aún sin comprenderlas, y que nos dejaban ensoñadores o enardecidos.

"Aquel fotogénico soldado que nos hizo creer que la "mili" americana era otra versión edulcorada y rosácea de sus films, y al que vimos casarse con una bellísima pero insulsa Priscilla, con la que no encontró la estabilidad y que no supo, o no pudo, hacerle feliz".

Fue el desgarrado muchacho de infancia dura y difícil, de juventud turbulenta, el que se convirtió en el ídolo de masas de su propio país y del resto del planeta, mimado, encumbrado, adorado, idolatrado; aquél joven lleno de vigor y de talento, que con su increíble voz electrizaba a su público y al que se entregaba total y absolutamente en cada una de sus actuaciones, el gran artista al que amamos durante varios veranos, apodado “El rey”, ese fue Elvis Presley.

Nada que ver con la deformada visión del otro Elvis grotesco, de rostro embotado, gordo, embutido en un indescriptible traje blanco de cursis adornos dorados, lento de reflejos, atiborrado de narcóticos y de estimulantes, perdido dentro de sí mismo y de su desmesurada mansión, “Graceland”, que hoy se ha convertido en lugar de peregrinaje de sus admiradores.

Nosotros amamos a Elvis, y lo enterramos, y lloramos por él, muchos veranos antes a aquél en que un exceso de barbitúricos le llevara a la tumba, un día 16 de Agosto de 1977. Descanse en paz.
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.

Buscar