06 marzo 2010

Ha muerto un amigo

A Brenno, un amigo

Tomás Morales Cañedo

Si yo fuera un místico cantaría a dúo, con mi paisana, lo de “muero porque no muero”.
Si fuera un poeta, cantaría, con el hijo, aquello de: “este mundo es el camino para el otro que es morada sin cesar”.
Su fuera un creyente, convencido y practicante, cantaría lo de los celos divinos para llevarte a su lado y poder dialogar, ya eternamente, contigo, amigo Brenno.
Pero como soy un simple filósofo afirmo que la vida es un regalo que nos dan, la salud un premio por el que luchamos, el dolor y el sufrimiento siempre es una injusticia, la agonía una jugarreta y la muerte una “putada”.

No nacemos para morir; morimos porque hemos nacido, porque hemos hecho el rodaje de la vida y se nos ha quemado el motor.
Nunca, para nadie, es un consuelo el estar seguros de que a todos nos tiene que llegar. ¡Ojalá nunca llegara¡

Un día, en clase, un alumno me preguntó cuál era, para mí, la definición de “amigo”. Sin dudarlo le respondí que “un amigo es una persona de fiar”. Así eras tú, amigo Brenno, alguien del que poder fiarse. “Fiar” tiene que ver con “confianza”, con “fe”, con “creer en”. Quien ha conocido a Brenno sabe que era alguien en quien podías confiar y sin temor a equivocarse. Él nunca te fallaría.

Nos sorprendió tu muerte, amigo Brenno, en Palma de Mallorca, a Andrés, a Ángel y a mí. Tú bien sabes que los tres presumíamos de ser tus amigos. No poder despedirte presencialmente hizo que te tuviéramos presente en nuestra mente y continuamente lamentáramos tu partida. Esa es, para nosotros, tu inmortalidad terrena, el no morir del todo, porque siempre estarás vivo en la memoria de quienes te conocimos.

Tú, siempre tan comedido en las palabras, siempre con esa mirada de dulzura, con esa sonrisa siempre presente, siempre todo un caballero,… así te recordaré toda mi vida, así te recordaremos. Y siempre acompañado de esa mujer encantadora y buena, siempre tan unidos, …

Cuando te enviaba mis “reflexiones filosóficas” siempre me contestabas, agradecido, por “tus píldoras de sabiduría” (así las denominabas tú).

Quizá yo fuera el receptor de uno de tus últimos mensajes, cuando todos sabíamos de tus achaques, y ya me sonó a retirada. Tanto, que me pediste que te supliera en…
¡Y en eso estoy, amigo¡

¡Pero tú, precisamente tú, amigo Brenno, no deberías haber muerto¡.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.

Buscar