27 diciembre 2024

ESOS FRÁGILES MINUTOS DE GLORIA

 

En el común de las personas, aquellos ciudadanos “anónimos” o no interesantes para la difusión mediática, siempre se mantiene la aspiración de gozar, al menos durante un día, lo que algunos denominan “minutos de gloria”. Para la mayoría. ello supone sentirse “importantes”, a consecuencia de poseer un boleto premiado con amplitud en algún juego de azar, el haber sacado plaza en unas oposiciones laborales, el haber alcanzado los primeros puestos en competiciones deportivas, musicales o cinematográficas, el haber tenido su primer hijo o el haber escrito esa primera obra literaria que tanto gratifica. Muchos otros ejemplos podrían añadirse a este listado de muy ilusionados objetivos. Se trata de personas “corrientes”, aquellas que nunca han tenido la oportunidad de salir en las televisiones o en las páginas de las revistas semanales. Y, por un corto plazo temporal, se sienten famosas y gozosamente destacadas.



Hay un error de principio. Disfrutar de esos minutos “gloriosos” alcanzando la trascendente notoriedad, en nada supone que faciliten la felicidad prolongada. Precisamente cuando se “escarba” en la vida íntima de los personajes famosos, sea cual sea la faceta cultural, social, deportiva o musical que se considere, a pesar de esa supuesta notoriedad, se encuentran gruesos nubarrones en su privacidad existencial. Son aplaudidos e importantes de ventanas afuera, pero las horas amargas permanecen en la privacidad de no escasos vitales momentos de estas celebridades ensalzadas por la “fama”.

El azar, la oportunidad, la casualidad, también el esfuerzo y la habilidad, también influye en la generación de esos minutos destacados en el entorno social más o menos extenso en el que desarrollan sus vidas. Normalmente ese espacio temporal pasa bien pronto y la vuelta o retorno a la rutina individual en la que están incardinados resulta “innegociable” u obligada. La “normalidad” y el sosiego los reubica en sus realidades cotidianas, de forma paralela a como se desvanece esa gloria pasajera, sin los permanentes pilares de sustentación. Veamos algunos significativos y frecuentes ejemplos.




Una persona modesta tiene la suerte de alcanzar un importante premio económico en unos de los múltiples sorteos que presiden nuestros anhelos. Ese afortunado ciudadano posiblemente nunca ha sido destacado o valorado a nivel familiar, vecinal o laboral. Pero “de la noche a la mañana” se ve encumbrado a esa pequeña cota o fama de gloria, comprobando con asombro cómo sus amigos se multiplican, también cambian las miradas y formas de trato del entorno familiar y vecinal. “Antes casi nadie me hacía caso, pero ahora las atenciones, las palabras amables, las sonrisas y el tratamiento intrafamiliar se ha modificado, de manera milagrosa.” Sin embargo, cuando el dinero se acaba, esas moscas y abejas interesadas van desapareciendo, la vuelta a la normalidad se torna dificultosa y la vulgaridad retorna a su diario caminar existencial.

Un escritor, desconocido en los círculos creativos de las letras, tiene un reconocido éxito en su primera novela (o recopilación de artículos o poemario) que ha sido premiada en la afamada competición literaria a la que ha concurrido con prudente “ambición”. El éxito en la venta de ejemplares es sorprendente. Pero ese su primer éxito cultural no vuelve a reiterarse y gozarse, a pesar de los intentos voluntariosos del agraciado escritor o “compositor de las palabras. Van transcurriendo los meses y los años y esa estela esperanzadora, que en buen momento alcanzó, va paulatina y cruelmente desapareciendo, integrándose en ese amplio grupo de premiados por su primera y única obra válida para la consideración lectora. Ya no habrá una segunda o tercera vez. El choque con la brusca realidad del olvido lector es patente y desalentador. La segunda o tercera publicación, si logra convencer a los grupos editoriales, sufrirá el letargo expositivo en los puestos de libros de ocasión (a precios de saldo) u obras descatalogadas.

Un tercer caso, muy frecuente, sucede cuando alguien, que ha optado para el puesto, es elegido presidente de alguna asociación de cualquier signo (deportiva, recreativa, cultural …) o de un bloque comunitario de vecinos. Lógicamente, hay un período en el que se vive de esa gloria pasajera y banal. Incluso permite “sobreactuar y sentirse algo importante” ejerciendo el cargo. Cuando se abandona esa plataforma de dirección bancaria (otro puesto muy apetecible), el tratamiento de quienes te rodean cambia de forma drástica. Las loas desaparecen, tornándose en críticas, las sonrisas se transforman en miradas superfluas o intrascendentes, en definitiva, se vuelve a ser simple miembro “de a pie”. La rutina de la normalidad retorna a nuestras vidas.



Nos preguntamos, finalmente ¿qué ocurre con esos millones de personas que ven llegar su final existencial y nunca han tenido esos minutos o días gloriosos para sentirse mínimamente importantes? Tal vez les quedará la convicción de haber sido “maltratados” por el destino, el azar, la suerte o carecer del favor del  amigo que nunca se ha fijado en él, para satisfacer ese anhelo no conseguido o frustrado. También, en los momentos de serena reflexión, puede llegar a la conclusión de que podía haber hecho más o haber desarrollado una superior valentía y esfuerzos, en momentos concretos de oportunidad, para haber podido realzar su imagen social. En todo caso, siempre puede creer en el milagro de la reencarnación, a fin de conseguir realizar durante su nueva vida, esos logros que ahora en la vivencia actual le han estado vedados por causas diversas o profundamente crípticas para la comprensión. Sin embargo, apoyándose en la racionalidad, debe entender, como todo un éxito, haber sido protagonista, durante un trozo del tiempo y en su particular microcosmos, de la complejidad existencial. - 

 

José L. Casado Toro

Diciembre 2024.


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