Artículo
de Cristina de Juana Ortín, Personal
docente e investigador, miembro del grupo de investigación ART-QUEO, UNIR -
Universidad Internacional de La Rioja. Publicado en la revista digital The
Conversation
Las primeras representaciones de los
homínidos prehistóricos, en el siglo XIX, no se apoyaban en datos científicos.
Los retratos les hacían parecer “bestializados”, viviendo en parajes de gran
dureza para la supervivencia. Pero los recientes estudios muestran que la cooperación fue fundamental para su
supervivencia,
lo que nos hace abandonar esa visión hostil de la vida en la
Prehistoria.
Un
gran ejemplo de esta cooperación se puede ver en la atención que nuestros
antepasados ponían en los cuidados al prójimo, de la que encontramos testimonio
en los restos fósiles humanos más antiguos. Desde los primeros Homo hasta
su última especie, los sapiens, hay casos excepcionales de
individuos que superaron sus limitaciones gracias a los cuidados.
Muchas de las enfermedades y lesiones que
sufrían los habitantes de esa época hacían imposible que sobreviviesen por sí
mismos. Las fluctuaciones climáticas o el acceso a los recursos para
alimentarse suponían un reto. Si a eso añadimos los momentos de cambio en la
dentición –que dificultaban, a niños y ancianos, comer todo tipo de alimentos–,
la fragilidad quedaba patente.
La organización del grupo debía
modificarse para cubrir las necesidades de los más vulnerables y garantizar que
viviesen. Así, las actividades destinadas a favorecer la alimentación, cuidado
e higiene del individuo desde el nacimiento hasta la muerte tenían que tener en
cuenta a individuos que en apariencia no colaboraban en ellas y lastraban al
grupo.
Ejemplos de cuidados prehistóricos
Dos de los fósiles más antiguos que
atestiguan estos comportamientos son el Homo 8 y el Hombre de Kiik-Koba, de
1.8 millones de años, de Olduvai (Tanzania). Ambos presentaban evidencias de artrosis en las
extremidades. La artrosis, además de generarles fuertes dolores, les provocaba
rigidez en las articulaciones y terminaba deformándolas. Esto probablemente les
dificultaba el desplazamiento. Y cualquier complicación en este sentido les
ponía en peligro al ser plenamente nómadas. El hecho de que en los fósiles se
puedan reconocer dichas patologías quiere decir que estos individuos
sobrevivieron con esa enfermedad bastante tiempo, el suficiente para dejar
huella, apoyados por su grupo.
La
mandíbula de Kanam (500 000 años), perteneciente a un Homo erectus hallado
en Kenia, muestra una lesión causada por un osteosarcoma o un osteoma.
Independientemente de su naturaleza, la lesión le dificultó la ingesta de
alimentos, pero las investigaciones indican que
finalmente pudo solventar el problema.
Al igual que en el caso anterior, su
enfermedad era incapacitante y estaba en un estado avanzado. El hecho de
encontrarlo con evidencia física de ello prueba que fue cuidado, porque de otra
forma no hubiera sobrevivido.
Atapuerca, hogar social
En
Atapuerca, en la Sima de los Huesos, encontramos a Benjamina, un claro ejemplo
de los primeros atisbos de humanidad dentro de los Homo heidelbergensis.
Por la naturaleza de su encéfalo, los heidelbergensis son los
primeros Homos a los que se les atribuye un tipo de
pensamiento más complejo, similar al pensamiento simbólico o abstracto.
Con una datación de uno 400 000 años,
Benjamina posee un cráneo deformado, consecuencia de una enfermedad congénita
denominada craneosinostosis. Además de impedir un desarrollo normal del
cerebro, la craneosinostosis es la causa de diferentes discapacidades
intelectuales y muy corta esperanza de vida. Sin embargo, Benjamina, estiman los científicos, vivió hasta los 8-10 años, y se cree que
eso se debió a una atención específica.
Miguelón,
también Homo heidelbergensis, también en Atapuerca, sufrió una
importante infección debido a un golpe en la cara. La infección afectó a uno de
sus caninos, extendiéndose y provocándole la muerte. Su estado provocó que el grupo cooperase en sus cuidados, igual que en el caso de Benjamina.
Mucho tiempo después, en Irak, encontramos
a Sahanidar 1, neandertal y con patologías muy graves, como deformaciones en el
cráneo y en las extremidades derechas. Sahanidar tiene una datación de 50 000
años aproximadamente y vivió unos 40-50 años. Hoy sabemos que era ciego desde
la infancia, debido a un fuerte golpe. Dadas las difíciles condiciones de su
tiempo, se deduce que su supervivencia se debió
al altruismo de otros individuos.
Una especie que se cuida
A pesar de la dificultad para detectar
este tipo de comportamientos, cada día se conocen nuevos casos en todo el mundo
que demuestran nuestra humanidad. Las papillas como alimento durante el destete
o la ancianidad son una de las formas ingeniosas que nuestros antepasados
descubrieron con el objetivo de salvar esos retos. La fórmula de las
papillas favoreció el aumento de la esperanza de
vida durante el Neolítico.
El cuidado de los más desprotegidos es un
reflejo evidente de lo que significa ser humano. Lejos de ser un lastre,
atender a los vulnerables supone un desafío. Todos los ejemplos que hemos
puesto defienden la existencia de una sociedad compleja
Las “sociedades complejas” son aquellas en
las que existe un tamaño poblacional que permite la especialización del trabajo
como forma eficiente de evolución. Si cada individuo realiza una o unas tareas
concretas, todos dependen unos de otros para la obtención de recursos, ya sean
bienes o servicios.
La cooperación y la solidaridad hablan
entonces de conductas sociales avanzadas. Los grupos optaron por cuidar de sus
semejantes en lugar de abandonarlos ante la acción de carnívoros o
depredadores. Al incorporar esto dentro de las actividades de supervivencia,
había una división del trabajo y eso les lleva a constituir sociedades en las
que los usos y costumbres –como pueden ser las normas, leyes o sistemas
jurídicos– van cobrando protagonismo a medida que se complejizan.
Estos descubrimientos sobre la Prehistoria
indican que el progreso en todas sus líneas de avance solo es posible mediante
la aceptación de lo diferente, el cuidado y el trabajo en equipo.
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