05 abril 2024

HACERNOS ENTENDER

 


Aunque en ocasiones se usan indistintamente ambas palabras, en este caso verbos, no es lo mismo decir OIR que ESCUCHAR. En el primer caso, llegan a nuestros órganos auditivos unos sonidos, a los que apenas prestamos esa atención, que sí aplicamos cuando “escuchamos” para nuestro entendimiento e interés.

Cuando esos sonidos se convierten en palabras, es necesario o imprescindible, que las comprendamos correctamente, a fin de poder conocer fielmente el contenido de sus mensajes. Pero no siempre podemos entender correctamente lo que tratamos de escuchar. Esta incómoda situación suele aparecer cuando visionamos una película, también cuando asistimos a una representación teatral o en otras muchas circunstancias.  

Es frecuente, para nuestro pesar, que el sonido de las palabras, en las películas españolas, sea difícil de escuchar y por consiguiente de entender. También ocurre lo mismo cuando escuchamos a los actores de las películas argentinas, con la consecuencia negativa para el espectador de no entender bien lo que expresan esos intérpretes.

Hay varias razones/causas que generan esta dificultad de la comprensión, para lo que otros dicen o expresan. En el caso del cine, una primera causa puede deberse a deficiencias técnicas en la grabación de los sonidos. Pero en la vida relacional, el segundo motivo puede deberse a que hay personas, generalmente de carácter nervioso, que hablan demasiado rápido. Una tercera causa es que también hay personas que al hablar apenas mueven los labios, ni el resto de los órganos bucales, que ayudan a una buena expresión. Una cuarta causa, en este contexto de las expresiones, es que hay también personas que suelen eludir la pronunciación de la última sílaba o de algunas letras finales en las palabras. Todo ello, obviamente, dificulta la comprensión acerca de lo que se nos está diciendo.

Vemos también a personas que, para hacerse entender, necesitan, además de vocalizar las palabras, ayudarse de gestos mímicos, producidos por los ojos, los movimientos de cabeza o usar de la gesticulación con las manos o brazos cuando nos hablan. Produce cierta comicidad ver a determinados artistas, por ejemplo, a cantantes, que no saben qué hacer con sus manos cuando están sobre el escenario actuando ante el público.

Resulta agradable y muy útil escuchar a nuestros interlocutores, a los artistas, a los conferenciantes o a nuestros vecinos y amigos, cuando éstos extreman el cuidado en la correcta vocalización de las palabras. Hay que matizar que esa delicadeza expresiva no es una actitud “cursi”. Todo lo contrario. Es una forma muy plausible e inteligente de expresarse correctamente.  

Tenemos otro aspecto en este contexto muy digno de tener también en cuenta. No hay que olvidar que nuestros órganos auditivos van perdiendo capacidad al paso de los años. Dicho de otra forma, nuestros oídos oyen o escuchan cada vez con peor, reduciendo la agudeza de los sonidos, a medida que avanzamos en la edad. Si a esta limitación orgánica se le une el “mal hablar” de nuestros interlocutores, tendremos que ir repitiendo, de continuo, esas frases de “por favor, quiere repetir lo que ha dicho” o “disculpa, pero no te he entendido bien”.

Después de todo lo expresado, debemos priorizar los hábitos que habría que aplicar cuando hablamos: no hablar tan rápido; aplicar una “velocidad” más lenta a nuestras expresiones, incluso “exagerando” determinadas palabras, para darles un mayor realce o énfasis; cuidar ese final de las palabras que tanto nos cuesta en determinadas regiones, con la “s” la “r” o la “n”.

Una práctica muy útil consiste en escuchar a esos locutores de radio que “tan bien se expresan”. Los profesionales de la radiodifusión se ven obligados a cuidar y extremar la mejor dicción ya que ellos sólo tienen el sonido de su voz para expresar los comentarios o informaciones, mientras que aquellos profesionales que trabajan en la televisión, en el cine o incluso en el escenario teatral, se ayudan con la imagen y muchas veces con estos gestos mímicos que antes se ha aludido. Por este motivo, las audiciones radiofónicas son una buena práctica de aprendizaje, siempre que elijamos bien a los locutores que realizan su trabajo detrás de las ondas.

Otra práctica, que suele dar buenos, excelentes resultados, es algo tan simple y lúdico como leer en voz alta textos, en prosa o en verso, durante unos minutos cada día. Casi sin darnos cuenta, iremos mejorando la entonación, las pausas y la correcta pronunciación de las palabras. Esa educada expresividad, será bien agradecida por nuestros interlocutores. Lo percibiremos con sólo mirar a sus ojos. -

 

José L. Casado Toro.

Marzo 2024


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