Artículo de Jordi
Salas-Salvadó, Catedrático Distinguido de Nutrición y
Bromatología, Jiaqi Ni,
Investigadora predoctoral FPU en Nutrición y Metabolismo. Unidad de Nutrición, Nancy Babio, Associate professor and
Vice-Dean responsible for the Human Nutrition and Dietetics y Stephanie K. Nishi, Postdoctoral Fellow
/ Visiting Lecturer. Todos ellos pertenecientes a la Universitat Rovira i Virgili. Publicado en la
revista digital The Conversation.
La
función cognitiva es como el “poder” que tenemos en nuestro cerebro. Nos
permite realizar adecuadamente todas las actividades, desde las más básicas a
las más complicadas, de nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, ¿recuerda el
nombre del primer libro que leyó? Eso es la memoria en acción. ¿Ha conseguido
concentrarse en sus clases de matemáticas o en una película emocionante? La
atención funciona entonces para que podamos poner el foco en lo que importa.
Cuando miramos algo y entendemos qué es, sale a escena la percepción. Y cuando
hacemos planes, tomamos decisiones o resolvemos problemas, nuestras funciones
ejecutivas están trabajando duro para ayudarnos.
Deterioro cognitivo y demencia, un mal universal
El
problema es que la población envejece cada vez más y el deterioro cognitivo –el
empeoramiento progresivo de las funciones cognitivas– se ha convertido en un
desafío importante para la salud pública. En ocasiones, es una parte normal del
proceso de envejecimiento, pero un declive más rápido de lo normal puede
advertirnos de una enfermedad más seria, como la demencia.
La
demencia es el resultado de diversas dolencias y lesiones que afectan el
cerebro, como la memoria, el pensamiento y la capacidad para realizar
actividades cotidianas. La enfermedad de Alzheimer es la forma más común
(60-70 % de los casos). Actualmente, más de 55 millones de personas padecen
demencia en todo el mundo, y
cada año hay casi 10 millones de casos nuevos.
Todas
las medidas preventivas para frenar o atenuar el declive de las facultades
cognitivas a medida que cumplimos años son insuficientes, y en este afán puede
desempeñar un papel importante la alimentación.
Evidencias científicas sobre el poder de los frutos
secos
Nueces,
almendras, avellanas, pistachos, cacahuetes y macadamias, entre otros frutos
secos, ya eran reconocidos por sus propiedades cardiovasculares
y su capacidad para reducir el riesgo de enfermedades crónicas, como la
diabetes tipo 2, hipertensión, hipercolesterolemia y enfermedades del corazón.
En las últimas décadas, su consumo también ha sido objeto de creciente
interés en relación con la salud cerebral.
Así, en un estudio publicado recientemente en The American Journal of Clinical Nutrition,
un grupo de investigadores examinamos la asociación entre el consumo de frutos
secos y la función cognitiva en 6 630 adultos mayores con sobrepeso u
obesidad y síndrome metabólico, durante un periodo de dos años.
Los
resultados mostraron que quienes comían este grupo de alimentos con frecuencia
(tres o más raciones por semana, considerando que una ración son 30 gramos)
presentaron mejoras en la función cognitiva y/o una ralentización en el
deterioro cognitivo en comparación con aquellas personas que lo consumían menos
a menudo o no lo incluían en su dieta en absoluto. Esto sugiere su potencial
para reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y
otras demencias.
Pero
¿a qué se deben tales beneficios? Resulta que en los frutos secos abundan
nutrientes esenciales como ácidos grasos insaturados, vitamina E y otros
antioxidantes y fitoquímicos. Se trata de compuestos que combaten los procesos
oxidativos y la inflamación de nuestro organismo y desempeñan un papel
fundamental en el mantenimiento óptimo de la cognición.
Consejos para incorporarlos en el menú
Como
muestran las siguientes sugerencias, elaboradas por los autores del nuevo
estudio, es realmente fácil agregar estos deliciosos aliados a nuestra
alimentación:
·
En
forma de snacks o aperitivos saludables: disfrute cada día de
un puñado de frutos secos (preferiblemente crudos o tostados, sin sal ni azúcar
añadidos) en el momento que le apetezca.
·
Añádalos
a ensaladas. Además, aportarán un toque crujiente, astringente y nutritivo al
plato.
·
Mejore
sus desayunos y meriendas combinando frutos secos con frutas, yogures, avena o
cereales, una mezcla sabrosa y equilibrada.
·
Incorpórelos
como ingredientes en sus recetas de pan, bollería casera, tartas, salsas, etc.
En
resumen, los frutos secos son un tesoro de la naturaleza. Su consumo regular
(aproximadamente 30 gramos al día) como parte de una dieta equilibrada y
saludable puede desempeñar un papel importante en el mantenimiento de un
correcto estado cognitivo a medida que envejecemos.
Es
importante mencionar que si tiene alergia a los frutos secos, puede buscar
otras opciones igualmente sanas con ayuda de un profesional de la medicina o de
la nutrición humana y dietética.
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