Artículo
de Casilda Navarro Rodríguez de Vera,
Profesora
de Tecnología de los Alimentos. Subdirectora de Proyección y Comunicación de la
Escuela Politécnica Superior de Orihuela, Universidad Miguel Hernández.
Publicado en la revista digital The Conversation.
Ya
es Navidad: los reencuentros, las añoranzas, los regalos y, cómo no, las
interminables comidas con compañeros de trabajo, familia y amigos. Luego llega
enero: el bolsillo en las últimas, el colesterol por la nubes… y el cinturón
estrena una nueva posición más holgada.
Internet
está plagado de recetas para mantener el presupuesto ajustado y de dietas para
bajar los kilos subidos pero, ¿y si miramos más allá de nuestro ombligo? ¿Solo
hemos atendemos a la cuenta corriente y a nuestra salud? ¿Qué hay de la salud
del planeta?
En
2015, se adoptaron los objetivos de desarrollo sostenible para
erradicar la pobreza y proteger el planeta. Todos tenemos algo que hacer al
respecto: gobiernos, empresas, la sociedad civil en general y cada uno de
nosotros en particular.
Quizás
actuar a nivel mundial sea una meta muy ambiciosa, pero ¿por qué no nos
marcamos pequeñas metas?
Por
ejemplo, en la cocina: ¿solo le preocupan el paladar y la salud de los
comensales o también piensa en la salud de nuestra casa global? Incluso en
Navidad, es posible diseñar un menú más sostenible. Para ello, se pueden seguir
las siguientes recomendaciones.
Vuelva a los orígenes
Revise
las comidas tradicionales de su familia, consulte a sus padres y abuelos saber
qué comían en Navidad hace unas décadas. Revise recetas de su región: entonces
se consumía solo productos de la zona, sin generar contaminación
debida al transporte. En definitiva, siga las directrices de la dieta
mediterránea.
Esto
implica reducir la cantidad de proteínas de origen animal que se
incluyen. Cambie las proporciones: las verduras deben ocupar la mayor parte del
plato y la carne una pequeña proporción.
Coma menos carne
A la hora de seleccionar proteínas,
mejor seguir este orden de preferencia: de origen vegetal (legumbres, algunos
granos…), pescados, carnes blancas y carnes rojas.
Es muy sencillo conocer qué pescados son de temporada y
cómo se han obtenido.
Las etiquetas deben indicar el tipo de
captura empleado y si es o no sostenible.
Algunas prácticas muy extendidas recogen el pescado por arrastre, destrozando
los fondos marinos.
Compre frutas de
temporada y cercanía
Reduzca
los envases
Compre a granel y seleccione aquellos
alimentos con menor cantidad de envasado. Además, recicle adecuadamente.
Ahorre
energía
Una forma de reducir el consumo energético es
planificar las elaboraciones y cocinar varios platos a la vez.
Por ejemplo, los hornos de convección
o de circulación forzada (los que tienen un ventilador en el fondo) permiten
cocinar dos o tres bandejas a la vez y son más eficientes. Además, si la
cocción va a a ser larga, no es necesario que se precaliente. Intente no
abrirlo a menos que sea imprescindible y apáguelo antes de finalizar la
cocción, dejando que los alimentos se terminen de hacer dentro del horno.
Para reducir el consumo en la cocina,
de gas o eléctrica, también puede seguir unas recomendaciones básicas, como
emplear olla a presión siempre que sea posible. Esta reduce de forma
considerable los tiempos de cocción.
Un gesto tan sencillo como cocinar con
tapa reduce hasta en un 25 % la energía consumida. El microondas también
es un buen aliado si de ahorro energético se habla.
Evite
desperdiciar comida
De nada sirven esos pequeños trucos,
si luego no conservamos de forma adecuada todos los restos de tantas y tan
copiosas comidas.
Según indica la FAO a través de su
programa Save Food, “las
pérdidas de alimentos hacen referencia a la disminución de la cantidad o
calidad de los mismos, que finalmente no se consumen o que han sufrido una disminución
en la calidad que se refleja en su valor nutricional, económico o inocuidad
alimentaria”.
Una parte considerable de las pérdidas
de alimentos se considera desperdicio. Se trata de productos inicialmente
destinados al consumo humano que son desechados o utilizados de forma
alternativa (no alimentaria) –ya sea por elección o porque se haya dejado que
se estropeen o caduquen por negligencia–.
En la web de AESAN (Agencia
Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) explican la diferencia:
·
Los alimentos con fecha de
consumo preferente (suele estar asociada a alimentos no perecederos) son
aquellos que, transcurrida esta, siguen siendo seguros, aunque pueden perder
determinadas características organolépticas.
·
En el caso de alimentos
con fecha de caducidad, es imprescindible consumirlos antes del fin de la
misma. Se trata de productos perecederos y solo así se puede garantizar la
seguridad alimentaria.
Consuma
responsablemente
A nivel institucional, se han
publicado guías de consumo responsable, como esta editada por el Gobierno de Aragón. Infórmese, dedíquele un tiempo a planificar sus menús y
cuide sus elaboraciones.
Haga pequeños gestos que sirvan para
concienciar a su círculo más cercano y conviértase estas Navidades en un
ejemplo de sostenibilidad.
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