Artículo de Igor Saenz Abarzuza, Profesor
Contratado Doctor Tipo 1 del Área de Música, Universidad Pública de Navarra.
Publicado en la revista digital The Conversation.
Se
cumplen 50 años de la muerte de Pau Casals en San Juan de Puerto Rico, a los 96
años, considerado, en su plenitud, el mejor violonchelista del mundo.
Casals
era hijo de una puertorriqueña de ascendencia catalana, Pilar Defilló, quien, a
los 18 años y tras la muerte de su padre, marchó a El Vendrell (Tarragona,
Catalunya). Allí se casó con Carles Casals, su profesor de música.
La
familia era humilde y las penurias y el sacrificio fueron grandes, hasta que
llegó la trabajada fama de Pau. Su destreza musical le permitió formarse bajo
la tutoría del conde de Morphy. Como reconoció el propio Casals a Albert E.
Kahn, uno de sus biógrafos, la influencia del
conde solo fue superada por la de su madre. Entre los músicos que Casals cita
como sus maestros, destaca también Jesús de Monasterio.
Estrella de la música, revolucionario del violonchelo
Pau
Casals lo revolucionó casi todo en el violonchelo, llegando a ser un virtuoso
como no lo había habido. Fue requerido por las mejores orquestas y auditorios,
y sus giras fueron intensas, llegando a dar más de 250 conciertos al año.
Su
fama le permitió rodearse de figuras claves e influyentes de la política, la
cultura y, especialmente, la música, tanto españolas como internacionales. O
bien ellos y ellas quisieron acercarse al maestro sabedores de lo que Pau o
Pablo Casals representaba.
Fred
Gaisberg, director de la EMI, siempre insistente, consiguió convencer a Casals
de que tenía que grabar. A la postre, fue todo un acierto: registró a la
Orquestra Pau Casals, activa entre 1920 y 1937, al trío Cortot-Thibaud-Casals,
que funcionó entre 1905 a 1933 y, sobre todo, grabó su mayor legado
discográfico: la integral de las Suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach, entre los
años 1936 y 1939, cuando el maestro superaba los 60 años.
Su
éxito hizo que la industria musical de las grabaciones comerciales cambiara,
porque no era habitual grabar la integral de una obra, sino más bien una serie
de movimientos de diferentes piezas. Por eso, hay un antes y un después de
Casals. Encontró su nicho de éxito y negocio en el llamado repertorio clásico:
Haydn, Schubert, Schumann, Dvorak, Bach o Beethoven, llenando salas de conciertos
allí donde iba.
No
tuvo tan buen ojo en lo que a la música contemporánea se refiere, ya que
compositores que él apadrinó, como Emánuel Moór, no han pasado a la historia
universal. Ahí le fue mejor al “otro” chelista que revolucionó el instrumento, Mstislav Rostropovich, quien inspiró
partituras de nuevos creadores, ampliando así el repertorio solista para
violonchelo y contribuyendo a su evolución. Los dos, Casals y Rostropovich,
son el siglo XX del violonchelo y ambos comparten además su máximo
compromiso con el tiempo que les tocó vivir.
El exilio y su legado
A
Casals, la guerra civil española le dolió sobremanera. Partidario de la
República, se exilió en la localidad francesa de Prades, antigua capital
histórica del condado catalán del Conflent, tras el triunfo de Franco. Desde
allí, usó su fama para alzar su voz en contra del fascismo.
En
1950, el violinista y director de orquesta Alexander Schneider convenció a Casals para celebrar un
festival, hoy llamado “Festival Pablo Casals de Prades”. La idea fue del pianista Mieczyslaw Horszowski, quien dijo: “Usted no
puede condenar su arte al silencio. Si no quiere abandonar Prades, quizá
permita que nosotros vengamos hasta aquí, un grupo de músicos, y celebremos el
bicentenario de la muerte de Bach”.
Fue una leyenda viva, siendo su imagen de la última
etapa de su vida la que ha transcendido a la posteridad. Supo que la música le
daba voz, por lo que, violonchelo o batuta en mano, se dedicó a la música por y para la paz. Dirigió interpretaciones de su
oratorio El pessebre por todo el mundo y también, a encargo
del secretario general de la ONU, hizo un himno para la organización –aunque no
está reconocido como el himno oficial de la ONU–.
El
culmen de esta misión se vivió el 24 de octubre de 1971 en la Asamblea General
de la ONU. Tras recibir la Medalla de la Paz, a sus 94 años, pronunció su
famoso discurso “I’m a Catalan (Soy catalán)”. Allí reivindicó
sus orígenes y reclamó paz en el mundo, en contra de la inhumanidad y
brutalidad de la guerra, después de dirigir un concierto donde también tocó el
“Cant dels ocells”.
Su
muerte acrecentó el mito. En sus últimos años, su vida personal fue moldeada y
construida en más de treinta biografías, donde tanto él como su entorno se
encargaron de crear su legado.
La biografía pendiente de Pau Casals
Conocemos
sus luces, pero mucho queda por saber sobre algunas sombras que, en parte, la
investigadora Silvia Lazo apuntó en su tesis doctoral de hace 10 años.
Porque,
hoy en día, sigue persistiendo una imagen distorsionada e idealizada de quien
es uno de los grandes de la historia de la música. Es parte de su vida
personal, que nunca destacó en la información que proporcionaba a sus
biógrafos, la que plantea más interrogantes.
Por
ejemplo, sus biografías no son claras sobre su relación con Frasquita de
Capdevila, su “compañera de vida”, con la que, después de más de 30 años de
convivencia, amistad y trabajo, se casó poco antes de la muerte de esta en
1955.
Décadas
antes había contraído matrimonio con la mezzosoprano norteamericana Susan
Metcalfe, en 1914. Su unión se alargó mucho en el tiempo porque, aunque ya no
convivían, no firmaron los papeles hasta que Casals los necesitó para casarse
de nuevo. Entre las incógnitas que plantea esta relación se encuentra la
mencionada en una carta que Pau escribió a Metcalfe el día
31 de mayo de 1904, el mismo año en el que se conocieron. En esa misiva, el
maestro habla de que Metcalfe conoce su secreto, “el secreto”. ¿A qué se
refería Casals en la carta?
Además, Casals mantuvo una relación con la
violonchelista portuguesa Guilhermina Suggia, a la que a posteriori,
apenas hizo referencia. Martita Casals fue su última esposa, a pesar de la
controversia producida en su entorno. Cuando se casaron, ella tenía 21 años y
él 80.
En
Puerto Rico, la llegada de Casals (una visita temporal que se convirtió en
permanente) contribuyó a la creación del Festival Casals, la orquesta y el
conservatorio, pero también supuso un expansionismo cultural occidental frente
a la cultura local, que fue pisoteada.
Esto
fue parte de la “Operación Serenidad”, uno de los tres grandes proyectos junto
con la “Operación Manos a la Obra” y la “Operación Estado Libre Asociado” que
llevó a cabo el primer Gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín, de la mano
de los Estados Unidos de América. No se sabe si el uso que se hizo del nombre
de Casals dentro de esta estrategia fue con conocimiento del violonchelista o
sin él.
En
su relato de vida, tampoco se habla mucho de su temperamento o su depresión,
omitidos o suavizados.
Queda
mucho por aprender del músico que hay detrás del mito. Casals tuvo una frase que aplicó a todos
los ámbitos de su vida: “Libertad… ¡pero con orden!”. Tocando la música de
Bach, así lo hacía, con su característico “tiempo robado”.
Durante
75 años enseñó a alumnos su particular técnica del violonchelo y visión musical
en diferentes lugares y situaciones, creando una escuela que se extiende hoy
día por todo el mundo a través de sus discípulos. 50 años después de su muerte,
hay que recuperar y reivindicar al gran músico que fue, separando si
es necesario (o posible) al artista de su biografía personal. No por renegar de
su vida, sino por poner en valor su música, que ahora se encuentra eclipsada
por el icono pop.
La
importancia de su legado musical es incuestionable, pero ¿quién fue Pau Casals?
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