Artículo de María
Teresa Baeza Romero, Contaminación atmosférica, Universidad
de Castilla-La Mancha, publicado en la revista digital The Conversation.
Como
divulgadora científica, visito numerosos colegios e institutos para impartir
charlas sobre contaminación atmosférica y cambio climático. Me sorprende
gratamente descubrir que muchos niños y adolescentes están familiarizados con
los pequeños gestos que podemos realizar como ciudadanos para proteger el medio
ambiente.
Lo
curioso es que, cuando indago un poco más y les pregunto, por ejemplo, por qué
el reciclaje contribuye a frenar el cambio climático, las respuestas que
obtengo no son del todo satisfactorias y correctas. Algo que me propongo
enmendar, al menos parcialmente, con este artículo.
A grandes males, pequeños gestos
El cambio climático es uno de los desafíos más
apremiantes que enfrenta nuestro planeta en la actualidad. A medida que las
temperaturas globales aumentan, los efectos perjudiciales sobre los
ecosistemas, la biodiversidad y la calidad de vida se vuelven cada vez más
evidentes.
Pero
¿qué podemos hacer como ciudadanos para combatir este problema?
Afortunadamente, existen pequeños gestos que todos podemos realizar en nuestra
vida diaria y que, aunque parezcan insignificantes, tienen un impacto colectivo
que puede marcar la diferencia, según respaldan los datos científicos.
Desde
mi punto de vista, hay cuatro “medidas estrella”: reducir el consumo de energía
en el hogar, fomentar la movilidad sostenible, reducir el desperdicio de
alimentos y optar por una alimentación sostenible.
Reducir el consumo de energía en el hogar
Un
pequeño pero significativo paso que podemos dar es reducir nuestro consumo de
energía en el hogar. Apagar los electrodomésticos y las luces cuando no los
estamos utilizando, utilizar bombillas de bajo consumo energético y optar por
electrodomésticos eficientes en términos de energía pueden marcar la
diferencia.
En
el año 2017, las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles en
los sectores residencial, comercial e institucional representaron un 8 %
del total de las emisiones directas (por ejemplo, procedente de chimeneas) y un
14 % del total de las emisiones consideradas como difusas (por ejemplo, de
fugas de edificios). De todas estas, un 61 % se originaron en nuestras
propias viviendas.
Al
disminuir nuestro consumo de energía, podemos ayudar a que descienda la demanda
de combustibles fósiles y, por lo tanto, reducir las emisiones de gases de
efecto invernadero.
Fomentar la movilidad sostenible
Otro
gesto clave consiste en fomentar la movilidad sostenible en nuestro día a día. Optar por el
transporte público, compartir vehículos o utilizar la bicicleta o caminar cuando sea posible puede
tener un impacto significativo en la reducción de las emisiones de carbono.
El
sector transporte representa el 25 % de las emisiones totales de
gases de efecto invernadero en España y casi el 40 % de las emisiones de
los sectores difusos.
Si analizamos a fondo el impacto de los
distintos modos de transporte, la carretera representa casi el 95 % de las
emisiones.
Por tanto, al elegir alternativas sostenibles al automóvil privado podemos
contribuir a reducir la contaminación atmosférica y las emisiones de gases de
efecto invernadero de manera significativa.
Reducir el desperdicio de alimentos
La
producción de alimentos tiene un impacto importante en las emisiones de gases
de efecto invernadero. A nivel global representa el 26 %
de las emisiones antropogénicas. En España, el sector de la agroganadero generó
aproximadamente el 12 % de las emisiones totales en 2021.
Por
otro lado, según el índice de desperdicio de alimentos 2021, publicado por el Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en el mundo se desperdician 931
millones de toneladas de alimentos cada año (el 17 % del total de
alimentos disponibles para los consumidores), de los cuales 569 millones
proceden de los hogares.
Otro
dato interesante: solo en 2020 los hogares españoles tiraron a la basura más de
1 300 millones de kilos de alimentos, una media de 31 kilos por persona.
Al
reducir el desperdicio de alimentos y planificar nuestras compras de manera
consciente, podemos ayudar a disminuir la demanda de producción y, por lo
tanto, reducir las emisiones asociadas. Hay muchos supermercados y aplicaciones que permiten adquirir comida con una
fecha de caducidad próxima a precios reducidos. Comprar estos productos y
consumirlos puede suponer un ahorro para nuestro bolsillo, pero también un
enorme beneficio para el medio ambiente.
Optar por una alimentación sostenible
Nuestra
elección de alimentos también puede tener un impacto en el cambio climático. La
producción de carne y lácteos, en particular, genera altas emisiones de gases
de efecto invernadero. La adopción de una dieta basada en plantas puede reducir
las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 50 % en comparación con
una dieta basada en carne.
Eso
no quiere decir que todos tengamos que ser vegetarianos o veganos, pero si
incluimos más alimentos de origen vegetal en nuestra dieta, y reducimos nuestro
consumo de carne, será beneficioso para nuestra salud a la vez que contribuimos
a reducir nuestra huella de carbono. Además, el origen de los alimentos
también cuenta: si puedes elegir, consume productos de proximidad.
Si
bien el cambio climático es un desafío global, cada uno de nosotros tiene la
capacidad de marcar la diferencia a través de pequeños gestos cotidianos. Estos
cuatro ejemplos son solo algunas de las acciones individuales que suman.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.