16 noviembre 2023

OTOÑO

 


OTOÑO

En el mágico libro de los gustos, siempre quedarán páginas por escribir. Esta evidencia es debida a los diferentes caracteres que presiden nuestras vidas, junto a las variadas circunstancias y determinantes que a diario nos afectan, de manera puntual o en procesos temporales de mayor extensión.

Nuestros gustos, opciones o apetencias, cambiantes o más o menos permanentes, están lógicamente referidos a esa realidad circundante que afecta a los múltiples campos de las vivencias que cada día protagonizamos:  el deporte, la literatura, el cine, el teatro, la religión, los alimentos, la ropa, los colores, los viajes, los juguetes, las viviendas, las flores, la política, las profesiones, la música, las marcas de los productos, los vehículos, la pintura, la temperatura, la electrónica, etc.

Ante tan elevada variedad de posibilidades, la primera postura que es necesaria adoptar es practicar el ineludible valor de la tolerancia. Básicamente, esta innegociable actitud consiste en aceptar o respetar los gustos de los demás. Enfrentarnos visceralmente, aplicando comportamientos pueriles, absurdos e intransigentes ante los demás es una muestra o prueba de inmadurez y de errónea irracionalidad, para quien así se comporte.

En este tan amplio panorama de intereses y gustos, vamos a centrarnos hoy en uno de esos ciclos repetitivos que anualmente nos ofrece la climatología y que incide en nuestro estado de ánimo. Podemos opinar acerca de la estación meteorológica que preferimos y aquella otra que menos nos apetece. Ya sea la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Resulta obvio que a las personas les agrada una fase estacional más que otra o sobre las demás. En principio reconocemos que cada una de las cuatro fases del año tiene ventajas e inconvenientes, soportando sus luces y sus sombras. Nos vamos a centrar en aquella en la que actualmente nos hallamos insertos según el calendario: EL OTOÑO que algunos denominan “la caída de la hoja”, el fall de los ingleses.

Venimos, en el recorrido mensual, de un verano pleno de luz, tórrido en lo térmico y esencialmente vacacional. Y se nos presenta ahora una estación en la que la luminosidad solar se reduce durante las horas del día. Las temperaturas también descienden y es previsible que lleguen las necesarias precipitaciones, acuosas o nivosas, También, se produce una vuelta a la rutina laboral o escolar. Los árboles de hoja caduca van perdiendo su follaje, con lo que las ramas quedan desnudas, modificando la estética visual del paisaje. Los suelos de la naturaleza y de los parques urbanos se ven cubiertos por ese manto vegetal de tonos ocres, marrones, amarillentos o verdosos, que gozan de una incuestionable belleza. Ese “mar” de tonalidades oscuras (la nubosidad suele ser manifiesta), con una temperatura progresivamente descendente, nos hace recurrir a la ropa de abrigo, que ha dormitado largos meses en la placidez de nuestros armarios. Ese estar más en casa y menos en la calle, provoca en algunos un cierto desánimo que incluso puede acarrear estados patológicos depresivos.

Para otros ciudadanos estos mismos elementos o factores facilitan su positiva motivación: ayudándoles para la necesaria reflexión, para emprender cambios en sus trayectorias vitales, para exaltar sus sentimientos y expresiones líricas y poéticas e incluso su romanticismo. Una de las grandes ventajas del otoño (que es inteligente aprovechar) es la mejor disposición para emprender algunos cambios que compensen o eviten el anquilosamiento teñido de aburrida monotonía. En esa “tristeza” ambiental muchos también perciben una mágica belleza o placidez psicológica, que le hace soñar, sentir y vibrar en la privacidad de su intimidad.

Es obvio que se puede leer y escribir en cualquier estación. Pero el otoño, por sus caracteres térmicos, cromáticos y visuales es una época anual bastante propicia o decisiva para desarrollar estas habilidades creativas que tanto nos hacen disfrutar y enriquecer. Ya se ha insinuado que el color del otoño son las tonalidades oscuras, sentimentalmente propicias para esa introspección anímica que renueve nuestra visual existencial. El color pálido violeta prevalece sobre otras tonalidades más cálidas o exultantes para la sociabilidad. También se ha estudiado el recurso durante esta época para generar la gestación de un nuevo ser, que puede ver la luz de la vida en los albores del estío veraniego y el incentivo vacacional. 

En el periodo otoñal no desaparecen las festividades y el comportamiento lúdico del verano, pues, en la fase terminal de esta estación, para el último trimestre de la anualidad, se inicia la preparación de esa singular y fraternal fiesta de la NAVIDAD, magna celebración que da pie a la entrada de un nuevo año, ya en los inicios del invierno y su agudeza climatológica. Sin embargo, la fase otoñal son meses más propicios para esos silencios reflexivos y plácidas soledades, que tanto nos enriquecen para la reafirmación personal. El goce visual de esas hojas que sobrevuelan nuestros espacios, que “siembran” un manto vegetal, ayuda a entroncarnos con esa madre naturaleza que cambia la aceleración de nuestros latidos vivenciales. Las rutas senderistas, con tenues rayos de sol o limpias y saludables gotas de lluvia, son lúdicos incentivos para reencontrarnos con ese medio natural que justifica tantos porqués y no menos interrogantes acerca de nuestra razón de ser y existir. –

 


José L. Casado Toro

Noviembre 2023


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