Dormir
¡Yo
lo que tengo, amigo, es un profundo
deseo de dormir!... ¿Sabes?: el sueño
es un estado de divinidad.
El que duerme es un dios... Yo lo que tengo,
amigo, es gran deseo de dormir.
El sueño es en la vida el solo mundo
nuestro, pues la vigilia nos sumerge
en la ilusión común, en el océano
de la llamada «Realidad». Despiertos
vemos todos lo mismo:
vemos la tierra, el agua, el aire, el fuego,
las criaturas efímeras... Dormidos
cada uno está en su mundo,
en su exclusivo mundo:
hermético, cerrado a ajenos ojos,
a ajenas almas; cada mente hila
su propio ensueño (o su verdad: ¡quién sabe!)
Ni el ser más adorado
puede entrar con nosotros por la puerta
de nuestro sueño. Ni la esposa misma
que comparte tu lecho
y te oye dialogar con los fantasmas
que surcan por tu espíritu
mientras duermes, podría,
aun cuando lo ansiara,
traspasar los umbrales de ese mundo,
de tu mundo mirífico de sombras.
¡Oh, bienaventurados los que duermen!
Para ellos se extingue cada noche,
con todo su dolor el universo
que diariamente crea nuestro espíritu.
Al apagar su luz se apaga el cosmos.
El castigo mayor es la vigilia:
el insomnio es destierro
del mejor paraíso...
Nadie, ni el más feliz, restar querría
horas al sueño para ser dichoso.
Ni la mujer amada
vale lo que un dormir manso y sereno
en los brazos de Aquel que nos sugiere
santas inspiraciones. ..
«El día es de los hombres; mas la noche,
de los dioses», decían los antiguos.
No turbes, pues, mi paz con tus discursos,
amigo: mucho sabes;
pero mi sueño sabe más... ¡Aléjate!
No quiero gloria ni heredad ninguna:
yo lo que tengo, amigo, es un profundo
deseo de dormir...
Juan
Crisóstomo Ruiz de Nervo, conocido como Amado Nervo, nace en Tepic,
Nayarit (México), el 27 de agosto de 1870 y fallece en Montevideo el 24 de
noviembre de 1919. Fue uno de los poetas más destacados del movimiento
modernista americano, y uno de los grandes representantes de la lírica mexicana
en el siglo XX. Su vida estuvo signada por la tragedia. Su padre muere en
1879, posteriormente se suicida su hermano Luis, y también desaparece Ana
Cecilia, su gran amor, en 1912.
En
1896, aparece su primera obra, "El bachiller", con rasgos
naturalistas y en 1898 se conocen "Perlas negras" y
"Místicas", poemas modernistas. Este último estilo se refuerza con el
contacto en París, con Rubén Darío y Leopoldo Lugones, con quienes inicia una
estrecha vinculación. Allí conocerá su amada y musa Ana Cecilia Luisa Daillez.
Publica en esa época un libro de poesías: "El éxodo y las flores del
camino" (1902).
Trata
en sus obras de Dios, al que busca con desesperación obsesiva, estableciendo
con la naturaleza una relación mística. Sus obras de neto tinte religioso son:
"Los jardines interiores" (1905), "En voz baja" (1909),
"Serenidad" (1914), "Elevación" (1917) y
"Plenitud" (1918). Publica también ensayos, como "Juana de
Asbaje" (1910), en homenaje a la poetisa mexicana Sor Juana Inés de la
Cruz, y "Mil filosofías" (1912).
Entre
sus prosas figuran "Almas que pasan" (1906) y "Ellos".
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