17 agosto 2023

PASEOS IMAGINATIVOS POR LA CIUDAD

 

Cuando disfrutamos viendo una película, leyendo una novela o asistiendo a una representación teatral, solemos preguntarnos, a la finalización del lúdico y cultural ejercicio, ¿qué habría ocurrido si el argumento desarrollado hubiera seguido por otro camino, en lugar del elegido por el autor? Obviamente, en este caso la película, la novela, la obra teatral, ya no sería la misma, sino otra muy diferente, mejor o peor para los gustos particulares de cada espectador o lector.

Pues al igual que ocurre “viviendo o empatizando” con estas realidades culturales, gracias a la creatividad del autor, tenemos una sensación parecida, en otro de los ámbitos de la actividad cotidiana. Muchas son las personas que también disfrutan practicando la sana, acertada y saludable costumbre de pasear. Tanto por el entorno urbano, como por los senderos de lo rural. Para ello utilizamos la fuerza del principal órgano locomotor que la naturaleza nos ha concedido: nuestras piernas y el ánimo, inexcusable, de nuestra mente. Siempre mejor las piernas, que el bus, el coche, los patinetes eléctricos o incluso la bicicleta.

Cuando paseamos y recorremos los espacios diversos de nuestra ciudad, a través de sus calles, plazas, avenidas, rotondas, barrios periféricos o encastrados en el perímetro central de lo urbano, zonas que hemos visitado una y mil veces a lo largo de nuestras vidas, vamos observando como la misma ciudad o ese campo más alejado, ha ido cambiando, debido a la influencia del tiempo transcurrido y a la acción transformadora de sus habitantes.

Durante esos recorridos, hay puntos comerciales en los que hemos tenido la oportunidad de ver, más o menos repartidos en el calendario, distintos tipos de actividad. Podemos recordar desde nuestra infancia, como nota curiosa, que donde estaba instalado un establecimiento funerario, hoy luce en ese mismo lugar un alegre bar de copas, casi siempre repleto de clientes, con atuendos y comportamientos vitales y despreocupados. O esa panadería de toda la vida, hoy reconvertida en una atrayente sauna relajante, tanto para el cuerpo como para el espíritu de sus afortunados clientes. También visualizamos aquella popular mercería, repleta de centenares productos para la ropa y la costura, hoy transformada en una pequeña sala de exposiciones, con obras de arte moderno que muchos observan y no tantos entienden.



Pues también a estos paseos, matutinos o vespertinos, podemos aplicar esa “traviesa” opción, expuesta al comienzo de estas líneas, imaginando cambios, algunos tan sensibles o relevantes que transformarían radicalmente la realidad que tenemos ante nuestros ojos. Apliquemos este lúdico ejercicio, a la vitalista y alegre ciudad de Málaga, muy conocida desde todos los ángulos y desde la que se escribe esta reflexión.

Observamos el céntrico y gran Hotel Málaga Palacio. AC, junto al botánico Paseo del Parque, establecimiento hotelero que tapa visualmente un flanco importante de nuestra Catedral. Si en vez de hacerlo con 12 plantas, añadiendo el entresuelo de los salones de restauración, hubieran sumado un número muy superior de metros, el desaguisado urbanístico hubiera sido tremendo y profundamente penoso. Pero ¿y si en este mismo espacio, en lugar de la gran masa hotelera, se hubiera diseñado y construido una gran plaza arbolada, con hídricas fuentes luminosas y setos de flores, para el recreo ciudadano? Así el flanco sur del monumento catedralicio sería fácilmente perceptible y no estaría semi oculto por las terrazas del gran hotel.

¿Y si ese tráfico continuo, que ensordece, contamina acústicamente y divide al Paseo del Parque, en vez de ser aéreo lo fuera soterrado? El lateral norte del Parque se uniría con el lateral sur, mejorando no solo la visual de esta maravillosa masa vegetal, tan importante para la ciudad. Fomentaría aún más la convivencia ciudadana, e incluso permitiría que el Metro llegara con más facilidad a esa zona este de la ciudad.

¿Y si la coqueta y romántica Plaza de la Merced se ampliara, aplicando la sensatez urbanística y no “crematística”, convirtiéndose entonces en la gran Plaza de Málaga, dedicada a las artes pictóricas, en un excepcional entorno picassiano, romano, musulmán, Renacentista, Barroco y Neoclásico?

Continuamos nuestros paseos, analizando y recordando con nostalgia los cambios habidos en esos entrañables portales y casas del antiguo centro malacitano, hoy reconvertidas en centenares de “restauradores” populares de fast food o comida rápida o pizzerías italianas, laberinto antiguo “colonizado” o invadido por miles de turistas sentados en taburetes de madera y utilizando uno más elevado, o un antiguo barril, como mesa para los alegres y suculentos “ágapes” que mantienen los comensales. 

También recordamos esas alegres, instructivas y fraternales tertulias que se formaban en las puertas de las casas, durante las tardes y en las noches de buen clima malacitano. Sobre las aceras o el suelo terrizo de las calles, se sacaban las sillas, los botijos o búcaros, los helados y, por supuesto, los vistosos abanicos. Todo ello sustentaba el intercambio de palabras, chascarrillos y las fraternales “sentencias” entre vecinos, amigos y conocidos, que tanto confortaban y ayudaban para la buena convivencia.

Y llegamos al cauce del Guadalmedina, el río que atraviesa la ciudad y que retiene sus escasas aguas en los embalses del Agujero y del Limonero. ¿Y si esta trayectoria fluvial estuviera embovedada a su paso por la ciudad? Sobre ese gran espacio longitudinal, norte - sur, podrían florecer densos macizos ajardinados, con fuentes y zonas lúdicas para el divertimento y el sosiego de mayores, jóvenes y niños. Algo parecido a la inteligente solución dada al río Turia, a su paso por la ciudad de Valencia.

Seguimos paseando, recordando, imaginando y soñando una ciudad que, a pesar de sus positivos cambios, podría ser otra, siempre mejor, al igual que nos ocurre con las películas, los argumentos de las novelas y las tramas escénicas teatrales. Resulta en sumo interesante recrear alternativas urbanísticas a esta ciudad en donde nacimos, crecimos y nos hicimos mayores, por esa ley innegociable del tiempo que afecta a toda la naturaleza, ya sea urbana o de etnografía rural. Y también a los protagonistas que la sustentan, con cariño, esfuerzo, dedicación o desidia. -  

 

José L. Casado Toro

Agosto 2023 


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