16 mayo 2023

REMAKES Y SECUELAS, EN EL MUNDO DEL CINE

 

Los bloqueos puntuales o “estructurales”, en la imaginación o en la creatividad literaria de los guionistas cinematográficos, paralela a los éxitos manifiestos de algunas grandes películas en el pasado, mueve a la industria del cine a “probar de nuevo suerte” con la repetición de esas obras inmortales para la asistencia y el aplauso de los espectadores. De esta forma se rueda de nuevo prácticamente la misma historia, con los mismos, algunos u otros actores. Es lo que en el lenguaje cinéfilo se denominan REMAKES. (Si en esa repetición de la historia el director se toma algunas licencias para variar aspectos y contenidos de la obra original, en vez de remakes se denominan REBOOTS).

Estos remakes de las grandes cintas del cine generan, en su inmensa mayoría, la desilusión, tanto del público que va a visionarlas, como de los analistas de la critica especializada, quienes quedan defraudados por la decisión del productor y del director para rodar prácticamente una repetición argumental, con resultados ciertamente desalentadores.


Por supuesto que cualquier productor puede poner mucho capital encima de la mesa para rodar, por ejemplo, en 2023, un remake de LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ, Gone with the wind, 1939, abonando importantes cantidades a consagrados actores y actrices, utilizando al tiempo medios digitales de alta cualificación. Nadie ha de dudar de que el resultado de semejante atrevimiento sería un burdo remake de una obra “inmortal” que hay que respetar, como hito “irrepetible” en la historia del cine. Piénsese despacio. En el año en curso, puede haber abundante dinero para intentar esta repetición, pero no se puede tentar a sus actores originales para que la interpreten. Vivien Leigh (1913-1967), Clark Gable (1901-1960), Olivia de Havilland (1916-2020) o Leslie Howard (1893–1943). Todos ellos ya fallecieron. Ese osado productor tampoco podría hacer una oferta tentadora a Victor Fleming, George Cukor o Sam Wood, directores que intervinieron en la película original y que hoy tampoco están entre nosotros. Incluso con otros actores y director, aquella gran obra de la historia del cine (238 m) de 1939, rodada en el más tradicional y emocionante celuloide, sería hoy, a pesar de los adelantos de la digitalización, un producto “desnaturalizado”, falsificado y repetitivo de un original que debe ser absolutamente respetado.

Estas nuevas versiones o enfoques de una primera historia, casi siempre “salen mal”. El espectador que ha tenido el acierto o la suerte de disfrutar de esa obra, hoy copiada, no la olvida, comparando y criticando acremente la osadía de un productor, director e intérpretes que se han esforzado en “copiar” el mismo argumento pero sin el arte, la originalidad, el estilo, el sentido emocional y la creatividad que no puede “traspasarse alegremente” al remake de una película, por muchos adelantos técnicos que se apliquen en el desacertado empeño.

Y si alguna vez leemos, en palabras de algún crítico especializado, esa insólita frase de que “el remake mejora la primera versión de la obra”, con nuestro escepticismo e incredulidad, obsequiaremos al osado “plumilla” con esa amable respuesta de que “hay gustos para todo”.

Existe otra modalidad de “remakes” a los que la industria cinematográfica, una y otra vez, se siente tentada, a fin de continuar exprimiendo los buenos resultados económicos de una 1ª y afortunada versión. Son las SECUELAS de una película “taquillera”. En pocas palabras, una secuela sería como la continuación de la historia narrada audiovisualmente. Con ella se trataría de dar respuesta a la pregunta que se plantean muchos espectadores, acerca de ¿qué ocurrió después, del THE END o EL FIN de la película que se ha visionado?

Lo que se ha escrito previamente sobre los remakes sirve para las secuelas. Pero éstas tienen otras variantes. Pueden realizarse con otros actores. También se puede “tentar” al intérprete principal o a los secundarios para que continúen la historia. Puede ser el mismo director quien controle el rodaje. En las secuelas, esa modalidad puede ser menos “lesiva”, pues el guionista se limita a continuar narrando el tema expuesto en la obra primera, dirigiendo esta segunda parte el mismo u otro director. Pero, en general, las secuelas de una película afortunada suelen ser “desafortunadas”, pues no suelen mejorar o añadir aspectos relevantes al impacto ofrecido por la obra original. Normalmente, defraudan el interés que despertó esa historia que se está continuando. Es como tratar se seguir “exprimiendo” una esponja que ya apenas mantiene líquido en sus micro oquedades.

Los ejemplos en este caso pueden ser numerosos. Vamos a centrarnos en una obra mítica de la historia del cine, dirigida por el gran maestro Alfred HITCHCOCK (1899-1980). Un emocionante thriller de intriga y terror. PSICOSIS (Psycho), 1960, con Anthony Perkins  y Janet Leigh, entre sus principales intérpretes. Esta también inmortal película, muchas veces revisionada por los espectadores, tuvo un enorme éxito de público y crítica desde el momento en que fue proyectada en las pantallas de los cines. Obra de “culto” para los cinéfilos: por ejemplo, los seguidores de Filmaffinity le dan una puntuación media de 8,4 sobre 10, una muy alta calificación, inusual en esta consolidada página de cine.

La industria cinematográfica tardó 23 años en realizar una secuela (no se “atrevieron” a hacerlo antes). Exactamente en 1983. El maestro Hitchcock ya no se encontraba entre nosotros, pero sí su protagonista principal: Anthony Perkins (1932-1992) que fue de inmediato contratado. Incluso repetía Vera Miles (la hermana de Marión Crane, asesinada en la magistral escena de la ducha). Le pusieron un “ingenioso” título: Psycho II, Psicosis II, El regreso de Norman. La crítica fue benévola en sus valoraciones, pero en esta secuela el éxito de público no se repitió. En la valoración de Filmaffinity, el 8,4 de la primera bajó a 5,3 en la segunda. Fue dirigida por Richard Franklin. En cuanto a la música, tampoco pudo componerla el maestro Bernard Herrmann, que nos había dejado en 1975.

Pero había que “seguir estrujando” la esponja económica de la taquilla. Tres años más tarde, 1986, Hollywood se embarcó en ese navío “crematístico” de la 2ª secuela. Psicosis III. Psycho III. Para asombro del público y crítica, fue dirigida e interpretada en esta ocasión por ¡Norman Bates! Es decir, por el actor Antony Perkins, ya con 54 años. Resultó ser un sonoro fracaso. La puntuación de Filmaffinity siguió bajando a un 4 sobre 10.

Perkins se sintió tentado a probar de nuevo suerte (probablemente bien compensado en sus emolumentos) con un Psicosis IV: el comienzo, en 1990. (Psycho IV. The beginning). Esta “precuela” fue un telefilm para la pequeña pantalla, que trataba de aclarar su “torturada” niñez y adolescencia, bajo una tiránica madre. Filmaffinity le concede otro 4 sobre 10.

Dos años más tarde, en 1992, el actor protagonista de las cuatro películas sobre el controvertido desequilibrado mental Norman Bates, falleció. Anthony Perkins nos dejó con sesenta años. Por cierto, Janet Leight, (la secretaria Marion Crane) no pudo, lógicamente, aparecer en estas secuelas (falleció en 2004) porque en la historia original, 1960, había sido acuchillada mortalmente en la escena de la ducha.

Como conclusión: es necesario respetar las primeras versiones de las películas, pues contienen los mejores elementos que enriquecen aquello que se quiere contar. Y como dice el refrán, “nunca segundas partes fueron buenas”. No es sólo por la calidad de la repetición, que normalmente sufre un deterioro, sino también por todo un conjunto de valores (originalidad, impacto, arte, estilo, actores, etc.) que se van perdiendo con la reiteración o el más de lo mismo. La imaginación siempre tiene recursos para buscar nuevos e interesantes argumentos. Con sólo mirar “a través de la ventana” o pasear por la calle, esos temas se van generando. Y también, por supuesto, observando y analizando en el interior de nuestras propias conciencias e intimidades. –

 

José L. Casado Toro

Mayo 2023

 


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