LA LUNA BLANCA
La
luna blanca
luce
en los bosques;
de
cada rama
parte
una voz
bajo
el ramaje...
Oh,
bien amada.
El
estanque refleja,
profundo
espejo,
la
silueta
del
sauce negro
donde
el viento llora.
¡Soñemos,
es la hora!
Un
vasto y tierno
sosiego
parece
descender
del
firmamento
que
el astro irisa.
Es
la hora exquisita.
Paul
Verlaine (Metz, 1844 - París, 1896) Fue uno de los poetas
más influyentes de la literatura francesa del siglo XIX y uno de los máximos
exponentes del movimiento simbolista. Entre sus obras destacan: “Poèmes saturniens” (Poemas
saturnianos), “Fêtes galantes” (Fiestas
galantes) y “Romances sans paroles” (Romances
sin palabras). En ellos utiliza una gran variedad de técnicas literarias, como
el verso libre y la repetición de palabras y frases, creando una sensación de
ritmo y musicalidad en sus versos.
En 1870, Verlaine contrajo
matrimonio con la adolescente Mathilde Mauté de Fleurville. Ese mismo año
publicó su colección de poemas titulada “La Bonne Chanson”. En ellos describe con un enorme intimismo,
cargado de emotividad, su encuentro con la amada, los paisajes en los que se
desarrolla su amor y la unión con Mathilde.
El entusiasmo
amoroso, la serena melancolía y el deseo de atrapar esos instantes que se
presumen irrepetibles, dominan los versos de Verlaine. Uno de estos
poemas, “La Lune Blanche” (La luna Blanca), es un buen ejemplo de ello. En
sus breves estrofas el poeta refleja la apacible quietud y belleza de la
naturaleza, como metáfora de los propios sentimientos que estaba viviendo, y
define como “hora exquisita” ese momento de “vasto y tierno
sosiego” en que se encontraba su alma.
Curiosamente, ese
idílico bienestar descrito por Verlaine duraría poco tiempo.
Exactamente hasta 1871, cuando conoció en París al joven poeta Arthur
Rimbaud, con quien iniciaría una relación amorosa que culminaría en 1872, fecha
en que abandonó a su esposa y a su hijo recién nacido y se fue a vivir con
aquél.
Fueron numerosos los
músicos que quedaron atrapados por la poesía de Verlaine y utilizaron
sus versos para componer canciones, muchas de las cuales constituyen algunas de
las piezas más emblemáticas de la música francesa de principios del siglo XX.
En concreto, el
poema “La Lune Blanche” fue objeto de múltiples versiones.
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