17 marzo 2023

SONIDOS DE CINE

Aunque hasta 1927 no se proyectó en EE.UU. la primera película sonora en la historia del cine (The jazz singer, El cantante de jazz, dirigida por Alan Crosland), en el universo cinematográfico siempre ha habido sonidos que, antes y ahora, nos emocionan y potencian nuestra cinefilia sentimental. Aun con los ojos cerrados, podemos escuchar y entender determinadas notas musicales, junto a la acústica gráfica de las palabras, que nos trasladan a esa poderosa y universal industria del cine que, además de ser un gran negocio, genera una “infinita” dinamización cultural para enriquecer nuestra imaginación y multiplicar nuestras íntimas vivencias. El cine nos informa, nos motiva, nos distrae, nos apasiona, nos asusta, nos divierte, nos hace dudar, dinamizando, además, el importante valor de la reflexión. Efectivamente, las películas vitalizan nuestro pensamiento, no sólo sobre el entorno próximo o lejano, sino también sobre nosotros mismos, multiplicando nuestro “pequeño mundo” circunstancial, en otras múltiples vidas que la imaginación convierte en empáticas e inmediatas realidades.

Veamos algunos ilustrativos ejemplos de esa intensidad sentimental que nos provocan los sonidos de cine. Cerremos los ojos y escuchemos el engranaje continuo de rodillos y lectores mecánicos, en aquellas ya antiguas y voluminosas máquinas que proyectaban las imágenes contenidas en los rollos de celuloide. Hoy la videoproyección digital ha suplido el funcionamiento de aquellas dos grandes máquinas proyectoras, que generaban esa mágica y valiosa acústica cuando hacían correr los metros de celuloide por sus numerosos elementos mecánicos sincronizados.

Otros sonidos muy conocidos nos permiten identificar a las grandes productoras cinematográficas: los simpáticos y entrañables rugidos del león de la M.G.M. Metro Goldwyn Mayer; las trompetas, a modo de fanfarria, de la Twenty Century Fox; esa breve melodía emocional de la United Artists Corporation; la espectacular entrada musical de la española CIFESA; aquellas palabras para la expectación, de “Filmax presenta”; los compases eléctricos repetitivos de la mítica RKO-Radio Films, o la motivadora ausencia sonora de ese pico montañoso cubierto de nieve y coronado de estrellas de la Paramount, etc.

Y es que el acompañamiento musical siempre será inherente a la identificación de las grandes obras del cine. Entre las inmensas posibilidades para elegir (el listado sería “casi infinito”) vamos a optar por cuatro títulos míticos, que cualquier aficionado al cine puede fácilmente concretar. Recordemos la música, plena de intriga y misterio, compuesta por Bernard Herrmann, para los títulos de crédito y otras escenas de PSICOSIS, 1960, del gran maestro Alfred Hitchcock. De manera especial, aquellos trepidantes compases que acompañan a la terrible y magistral escena de la ducha, cuando Marion Crane es asesinada. Añadamos también la angustiosa melodía de Dimitri Tiomkin, potenciando el clímax tensional de SOLO ANTE EL PELIGRO, dirigida por Fred Zinnemann en 1952, protagonizada por el gran actor Gary Cooper. La dulce melodía de Henry Mancini, Moon River, en la cinta Breakfast at Tiffany´s (DESAYUNO CON DIAMANTES) 1961, dirigida por Blake Edwards y protagonizada por la siempre inolvidable y atractiva Audrey Hepburn. Finalmente recordamos la romántica banda musical de LOS PARAGUAS DE CHERBURGO, 1964, compuesta por Michel Legrand y dirigida por Jacques Demy, teniendo como protagonista a una bella Catherine Deneuve de 21 años.

Hay otros sonidos vinculados a las salas cinematográficas, que nada más escucharlos potencian nuestros recuerdos emocionales, en tiempos próximos o más pretéritos. Comentemos algunos de los más relevantes. El trotar de los caballos montados por los soldados yankees del séptimo de caballería. en los westerns clásicos. La música introductoria, a base de trompetas, del Noticiario-Documental o NO-DO, revista cinematográfica creada para exaltar los logros del régimen franquista y que se proyectaba antes de la correspondiente película. Este documental “obligatorio” comenzó en 1943. En 1975 cambió de formato, desapareciendo definitivamente de las pantallas en 1981. El crujir de las pisadas, en aquellas películas rodadas en ambientes completamente nevados. Los “aullidos” del viento, en los thrillers de intriga y misterio. El chirriar de una puerta que se abre, por tener las bisagras o los goznes mal engrasados y que provocaba un miedo irrefrenable entre los “temblorosos” asistentes a la proyección.

Recordamos, con la sonrisa en nuestros rostros, las voces que solían escucharse en el “patio de butacas”. No se nos olvida esa imperativa palabra de ¡Acomodador!” por la que se llamaba a estos operarios para que se acercaran con linterna en mano, dada la oscuridad dentro de la sala y condujeran a la butaca que correspondía al desorientado espectador, según el número de fila y orden inserto en la entrada comprada en la taquilla. Era usual entregar al solícito acomodador la correspondiente propina. Otra de sus funciones era buscarte un asiento, entre las butacas que habían quedado sin ocupar. Entre proyección y proyección, se encendían las luces para el necesario descanso. Entonces aparecían los vendedores de ¡Oranges y gaseosas! ¡Chocolatinas, almendras y “arvellanas”! También era muy frecuente el monocorde crick crack de las pipas de girasol, especialmente en las salas o terrazas abiertas para el cine de verano. Muy cómicos y molestos eran los fuertes ronquidos de ese señor de la fila trasera a quien no le gustaba la película o estaba dormitando la ingesta de una copiosa cena, posiblemente bien regada con bebidas alcohólicas. En las escenas silenciosas, se potenciaba la acústica de las aspas de los ventiladores, que giraban para “refrescar” un poco la tórrida e insana temperatura. En realidad, estos aparatos sólo movían la atmósfera viciada de las salas cubiertas, durante la estación estival.

Mención aparte merecen las voces de los dobladores de  actores y actrices extranjeros. Algunos profesionales “doblaban” a más de un intérprete, lo cual producía cierta confusión entre los espectadores, pues estaban habituados a que determinado artista tuviera siempre el mismo tono de voz y “no entendían” que esa tonalidad pudiera estar en la boca de otro intérprete.

Se escuchaban también otros sonidos “inesperados”, como los gritos de alguna señora o jovencita, cuyo compañero de butaca se había “propasado”, provocando la acústica y potente indignación de la espectadora, que reclamaba la urgente intervención del acomodador de sala. Y también se sufrían otras muy peculiares acústicas, que el buen gusto aconseja no explicitarlas por escrito.   

Ya vemos que además de la película, por supuesto sonora, a los oídos de los asistentes a las salas cinematográficas llegaban otras acústicas, cuyo contenido se identificaba o traducía con unas claves interpretativas, simples o diáfanas, para la necesaria comprensión. Todos los sonidos que se ha comentado en este artículo, junto a otros muchos recuerdos, nos puede trasladar a ese mundo maravilloso, imaginativo, onírico, ficticio o real, que la magia del cine por fortuna atesora y mantiene. Sonidos que, hermanados con las imágenes, nos invitan a ese anhelado paraíso, inserto en el celuloide de los 35 mm o en las gigas actuales de la universal digitalización. De una u otra forma, el cine nos permite, con esa sutil generosidad que le caracteriza, multiplicar la privacidad de nuestras experiencias, con otras múltiples vivencias que tienen lugar en el “milagro” de la gran pantalla de “las sábanas blancas”. –

 

José L. Casado Toro

Marzo 2023

 

Psicosis

https://www.youtube.com/watch?v=RnYpF758Os0

https://www.youtube.com/watch?v=Q1ZTBmqvu8k

https://www.youtube.com/watch?v=4FdQjKYdEeU

 

Solo ante el peligro

https://www.youtube.com/watch?v=VXgm753pMAU

 

Desayuno con diamantes

https://www.youtube.com/watch?v=79mR95yetAA

 

Los paraguas de Cherburgo

https://www.youtube.com/watch?v=bvNKYCZWIcM

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