El 31.03.2014, en el `Resumen Gamberro de la Historia de
España´, decía Pérez Reverte: “Pues va a ser que no. Por mi parte”. Y también
por la mía. En los últimos tiempos, un abogado de origen marroquí residente en
España, en perfecto ejercicio de su derecho a solicitar, se ha dirigido a la
Real Academia con la petición formal de que la palabra `moro´ se defina en el
Diccionario como racista, discriminatoria y xenófoba. La cuestión no es menor
en absoluto, entre otras cosas porque una definición de esa clase incluida en
el DRAE, instrumento que los tribunales hispanohablantes -500 millones de
personas a su alcance en España y América- utilizan como base para consultar el
verdadero sentido de las palabras en cuanto asunto juzgan, supondría que, en el
futuro, cualquier uso de la palabra `moro´ podría verse incluido, por la cara,
en dos o tres artículos del Código Penal”.
Y el 9.06.2014, respecto a la palabra: `gilipollas´, explicaba
un chiste, en el que decirle un amigo a otro: `es que somos gilipollas´, y
responder éste: `no pluralices´, concluyendo el primero: `vale: eres
gilipollas´. Y ya que estamos con el tema, la definición de gilipollas que
figura en el Diccionario de la RAE: inocente, cándido, tonto o lelo, a Pérez
Reverte le queda incompleta; porque un gilipollas es un tonto, por supuesto.
Pero la definición, que esperaba corregir en una próxima edición: “... No
recogía lo fundamental, porque un gilipollas es un tonto que no sabe que lo es,
y que además se cree listo. Para entendernos: una mezcla de cantamañanas y
tonto del culo. Que a veces ni siquiera hace falta que hable, ni nada. Y al que
a menudo se le conoce hasta por los andares”. En este comentario sobre los
cantamañanas y tontos del culo, yo incluiría, parafraseando a Groucho Marx, decir:
“Él puede parecer un gilipollas, y actuar como un gilipolllas. Pero no se deje
engañar, porque realmente es un gilipollas”.
Juan
J. Aranda
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