Neruda decía que se postergaba sobre
las palabras de nuestra lengua castellana: sobre las que cantan, las que suben
y bajan, las inesperadas, las que se esperan con glotonería, las que se acechan
hasta que de pronto, caen sumisas donde tú deseas colocarlas, como reinitas, en
el texto. A mí me ocurre eso de vez en cuando, a veces con las frases. Hace
tiempo leí en una revista sobre los años de la Guerra Civil y su asquerosa y
cruel posguerra: `Se galvanizan Pistolas´; haciéndome recordar mis
conversaciones con un anciano, de boina y bastón, que vivió en Melilla,
recordando de cuando él era un joven despreocupado, lo que se leía en los
carteles de algunos locales de Melilla. Éste era un viejo guasón, que con su
retranca se reía hasta de si mismo. Solía decir que las casas de putas eran cooperativas del placer, o servidoras del catre, que cuando la
guerra, en una casa de lenocinio las ladillas hasta bailaban un pasodoble. La frase: `Se galvanizan pistolas´, por su significado, como
ustedes saben, quiere decir entre otras cosas, dar un baño de metal sobre otro con
ánodos de corriente galvánica, o aplicar el galvanismo a un animal vivo o medio
muerto. Mi primo Juan Galván, el de mi tía Virginia, cuando éramos niños y se
enfrentaba a otro, para echar una `peleílla´, yo le decía al chavea que mi
primo lo iba a galvanizar. Este anciano me contaba que en las casas de putas de
Melilla, (no en las particulares de `tapadillo´ o de `citas´), solía haber un
cartel más o menos con la misma leyenda: `Se galvanizan pistolas por `X´ ptas´.
He puesto una X porque no sé la tarifa que tenía la señora por galvanizarle la
`pistola´ a un señor en los años del `Charleston´. También había señoritas que
bailaban con caballeros, si éstos previamente le daban una boleta que costaba
otras `X´ ptas. por cada baile que ejecutaban en el `dancing´. A éstas
señoritas les llamaban `tanguistas´. Entonces para decir, peyorativamente, que
una señora era un pendón desorejado decían que era una tanguista; con la de
pendones que había, hay y habrán, en ambos sexos, sin ser `tanguistas´. En la
memoria de los que han pasado los 80 tacos de almanaque, recordaran que en
Melilla, cuando ellos eran unos críos, existían varios merenderos, que eran las
famosas ventas con sus `dancings´ nocturnos, situadas en las afueras de la
ciudad, por las carreteras de Alfonso XIII, Farhana e Hidúm, donde la gente se
divertía a `tutiplén´, como decía el viejo de Melilla. Más tarde supe que fue un
seudo profesor, que decía tener un
primo, cuyo título nobiliario era ser: `Conde del Potaje de Garbanzos´, y su
esposa la `Marquesa de la Aguja y el Hilo´, donde en su hogar, `et pandis fumantia reddimus de allium cepa´, o sea que
su casa apestaba a ajos, a cebollas, y a cocido podrido de varios días; ambos
presidentes de la `Congregación de Lavados y Cosidos”: el marido hacía las
labores culinarias y la esposa de costurera de portal, para la calle.
La
verdad es que el vejete, con su gracia, estaba `sembrao´. Yo creo, más bien,
que el `Conde´era él y la mujer la `Marquesa´.
Juan J. Aranda
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