Una de las señas
de identidad de la estación otoñal es la gozosa vuelta de los niños, los
jóvenes, los adultos y los mayores, a las aulas escolares de la educación y el
aprendizaje. Paralelamente a esta alegre dinámica, van apareciendo numerosos
artículos en el entorno mediático, en los que se analizan y comparan los
niveles educativos de los alumnos, sean españoles o de cualquier otra
nacionalidad. En la conclusión de los datos, positivos o más precarios, con
respecto a un colectivo de alumnos, suele llegarse casi siempre a una repetida
conclusión: los medios y los recursos de que
disponen los centros educativos influyen, de una manera decisiva, en la
calidad formativa de esos y otros alumnos que siguen una enseñanza reglada por
parte de la administración.
Como
consecuencia, los editorialistas y analistas de esta importante temática ponen
el acento en reclamar y exigir a las diversas administraciones educativas que
dediquen más partidas de los presupuestos, a fin de mejorar ese nivel formativo
que siempre se considera factible de cambiar, para lustrar las tablas
estadísticas. En este sentido, se piden más
ordenadores en los colegios, menor número de alumnos por profesor, más horas de
lenguaje, matemáticas o idiomas, por ejemplo y más cursillos actualizadores y
renovadores para los profesores de los distintos niveles. Paralelamente a estos
planteamientos, se repite la eterna polémica de los resultados obtenidos en la
enseñanza pública, concertada o totalmente de titularidad privada.
Todo este debate
resulta muy saludable y encierra parte importante de la verdad. Pero el
problema es que la educación y formación de las personas no se puede reducir
sólo a la influencia de LA ENSEÑANZA REGLADA, impartida en las escuelas,
colegios, institutos o universidades. Además de este trascendente pilar, hay
otros tres que conforman y modelan también la personalidad, conocimientos y
destrezas de los distintos ciudadanos. ¿Y cuáles
son esos tres pilares formativos, que tan decisivamente colaboran con los
centros escolares? La familia, el ejemplo pasivo de la ciudadanía y la
revolución digital de Interner (aliada con el marco mediático/cultural).
Expresándolo de una forma coloquial y tal vez algo burda, son esas otras tres
patas que influyen en la estabilidad de una silla para que no se venga al
suelo.
Abundando en la
cuestión, comentemos algunos datos objetivos. Una semana tiene 168 horas. De
estas horas, el alumno sólo permanecerá en su centro escolar entre 25/30, entre
lunes a viernes y durante los períodos expresamente lectivos. El resto del
tiempo semanal, los alumnos no estarán en su centro educativo. Esas 25 horas
corresponden al 14,08 % del tiempo semanal. Como consecuencia, en el aula de
clase se pueden conseguir importantes resultados para la formación de los niños
y jóvenes, pero en el 85 % de la semana esa necesaria “formación” (buena,
regular o deficiente) llega al alumno por otros cauces. Por supuesto, los niños
mimetizan y asimilan todo aquello que les rodea, por su capacidad de “mentes esponjas”. Analicemos muy brevemente esos
otros caminos para la educación de los escolares.
LA
INFLUENCIA FAMILIAR.
Es decisiva, tanto en lo positivo como en lo negativo. El profesor o maestro
puede razonar y aportar en el aula determinados hábitos y comportamientos,
valores que después el niño no va a encontrar en casa, tal vez en sus padres,
hermanos u otros familiares. Y en este terreno, nos acordamos, una vez más, de
aquellas experiencias aplicadas en otras épocas y denominadas “escuelas de padres”. El alumno puede encontrar en
casa una situación discordante, con respecto a lo que le han enseñado en el
colegio. Los ejemplos serían abundantes.
Si tan decisivo
es el ejemplo mimético familiar, no es menos importante LA INFLUENCIA, ACTIVA O PASIVA, DE LA CIUDADANÍA, realizada en su
comportamiento cotidiano. Ya sean vecinos, amigos o ciudadanos anónimos. Por
eso es tan importante, para la educación de los pequeños, el respeto que haces
de las luces de los semáforos: el buen uso de las papeleras públicas y los
contenedores de residuos; la limpieza y conservación del mobiliario público; la
actitud que adoptas dentro del transporte público o privado; las palabras que
utilizas cuando hay niños cerca de ti; el control que haces de las mascotas, en
la vía pública; el uso que haces del tabaco y las bebidas alcohólicas; etc. Y
en este apartado, deplorar el lenguaje y la actitud de nuestros representantes
públicos, cuando hablan en los medios de comunicación o discuten en sede o foro
parlamentario. Serían los primeros que tendrían que dar ejemplo de la más
exquisita educación. Por supuesto que los niños ven e integran en su “mente
esponja” todas estas influencias y muy desafortunados comportamientos.
Finalmente, el
“milagro” que ha supuesto LA REVOLUCIÓN DIGITAL DE
INTERNET para las personas de cualquier edad. Ninguna Enciclopedia
británica tendría hoy, por más volúmenes descansando en sus estanterías, más
información y trascendencia que la ofrecida por nuestra era digital, a través
de Internet. Los niños, cada vez más jóvenes, tienen a su disposición, en sus
domicilios o centros educativos, distintas y versátiles máquinas y aparatos, a
través de los cuales reciben una muy abundante, poderosa y exhaustiva información.
Móviles telefónicos, ya de la 5ª generación, tablets, ordenadores fijos y
portátiles, televisores “inteligentes”, añadiendo esa versátil fibra óptica que
potencia la velocidad de transmisión y funcionamiento. ¿Saben o pueden los
niños elegir, filtrar o rentabilizar, el buen uso, de todas estas inmensas
posibilidades que, de una u otra forma, van llegando a su dominio? A sus mentes
receptivas llegan textos, mensajes, informaciones subliminares, fotos, vídeos,
tutoriales, de la más contrastada naturaleza. Y, en la mayoría de las
ocasiones, sin que sus padres o tutores tengan conciencia de esta influencia
educativa que “invade” a sus “retoños”.
En consecuencia,
durante el otoño se produce la alegre y dinámica vuelta a las aulas. Son los centros
escolares, que se abren para reiniciar el proceso de la enseñanza, el
aprendizaje y los valores. Pero no se olvide que esas otras aulas, familiares,
socio mediáticas o de Internet, no tienen período vacacional. Nunca se cierran.
Siempre permanecen abiertas. -
José L. Casado Toro
Septiembre 2022
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