Artículo de Carmen Noguera Cuenca,
profesora del Departamento Psicología/ Psicología Básica. Grupo de
investigación HUM-891 Investigación en Neurociencia Cognitiva, Universidad de
Almería y de José Manuel Cimadevilla, catedrático de Psicobiología,
Centro de Investigación en Salud, Universidad de Almería, publicado en la
revista digital The Conversation
No se deje vencer por el humor agresivo y hostil,
hiriente, despectivo y autodestructivo. En lugar de eso, benefíciese de las
bondades de la risa abierta, alegre, desenfadada, que facilita la comunicación
y la integración amistosa y nos hace más tolerantes.
La verdad es que hay argumentos de peso, porque la
risa no solo nos beneficia a nivel emocional y/o psicológico, sino también
fisiológico. Entre otras cosas, influye positivamente sobre nuestros sistemas
cardiovascular, respiratorio, endocrino, muscular, nervioso e inmunológico.
Sin ir más lejos, se ha demostrado que reír ayuda a
combatir los efectos inmunodepresores del estrés, reduciendo el nivel de cortisol en
sangre. Paralelamente, activa las células T, lo que proporciona al sistema
inmune linfocitos para luchar contra sustancias nocivas.
A esto se suma que la risa favorece la producción de inmunoglobulina salivar A, proteína esencial para combatir
enfermedades infecciosas. Sin olvidar que el humor también estimula la
liberación de endorfinas, nuestros opioides endógenos, proporcionándonos una agradable
sensación de bienestar.
Los problemas, con perspectiva
Si a estas alturas no le ha quedado claro por qué el
sentido del humor es cosa seria, ahí va otro argumento: nos puede ayudar a
gestionar pensamientos distorsionados y sufrimientos cognitivos, preocupaciones
y miedos. Al moderar las emociones y permitir que nos
distanciemos un poco de los acontecimientos negativos, podemos afrontar los problemas desde
otras perspectivas. Además de que, con la distancia, nos resulta más fácil
establecer nuevas conexiones entre conceptos y pensamientos aparentemente no
relacionados entre sí.
De hecho, las personas que perciben emociones positivas suelen mostrar más flexibilidad
cognitiva,
lo que les permite buscar soluciones más creativas e ingeniosas para resolver
problemas. Tan evidente es que algunos autores abogan por incluir en el proceso
de enseñanza-aprendizaje el sentido del humor como potenciador
del pensamiento creativo.
¿Es usted muy serio? ¿Sus amigos le comentan que no
tiene sentido del humor? No se preocupe porque esta función cognitiva se puede
aprender y practicar, como otras habilidades del cerebro. En cierto modo es
como un programa que viene preinstalado en nuestro cerebro, pero necesitamos
activarlo y usarlo.
De la misma forma, ciertos cambios en la capacidad
mental y neuronal de la persona pueden dar al traste con el sentido del humor.
Hace ya un par de décadas se relacionó la dificultad en la comprensión del humor
con daños frontales del hemisferio derecho, vinculado con la personalidad, la
conciencia de uno mismo y la resolución de problemas.
En otro estudio muy interesante con imágenes
cerebrales, los investigadores observaron que entender tiras cómicas
incrementaba la actividad neuronal de áreas temporales izquierdas, relacionadas
con la comprensión del lenguaje. Pero también en núcleos dopaminérgicos mesolímbicos, como el núcleo accumbens, entre cuyas
funciones destaca la integración de la motivación con la acción motora, el
miedo, la adicción o la risa.
Más años, menos risas
Con la edad se reduce la habilidad para producir y
comprender el humor, y emitimos menos carcajadas. Los expertos lo achacan a una
disminución de la flexibilidad cognitiva, el razonamiento abstracto y la
memoria inmediata.
La demencia y el humor también se relacionan. Un
estudio reciente sugiere que las personas con demencia tienen dificultades para
comprender estímulos humorísticos, adoptan comportamientos humorísticos
infantiles (seguramente, porque les resultan más familiares) y presentan un
desajuste entre la emisión del humor y el contexto. Este deterioro cognitivo
dificulta también la comprensión de estímulos satíricos, del humor gráfico y de
aquellas historias que requieren ponerse en el lugar del protagonista para
entender por qué una situación es graciosa.
En esta misma línea, las personas con depresión mayor muestran dificultades para procesar
los componentes cognitivos y afectivos del humor, incluyendo la capacidad de
ponerse en el lugar de otra persona, lo que puede afectar a las interacciones
sociales. Estas personas también muestran un rendimiento más pobre en tareas de
inhibición, fluidez verbal y memoria de trabajo.
Parece indiscutible que potenciar el humor contribuye
a aumentar nuestro bienestar, autoestima e identidad y a afrontar mejor
posibles miedos e inseguridades y situaciones negativas. Póngalo en práctica y
mejorará su calidad de vida. Eso sí, no se desanime si no tiene tanto éxito
como esperaba: quizá las personas que le rodean no entiendan su sentido del
humor.
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