Hay días en que una noticia inesperada
te sacude de pronto, te deja en suspenso y te cuesta reaccionar.
—Ha muerto, a
los setenta años, el escritor Javier Marías.
La voz
radiofónica con la que me despierto cada mañana sonaba con un timbre más grave
de lo habitual.
Al escuchar
esta frase me invadió, de pronto, una sensación de orfandad, diría incluso de
desamparo. Javier Marías es el escritor —y digo es porque su obra no ha muerto
con él— que nunca me ha defraudado con sus novelas, incluso con aquellas, las
menos, que no alcanzaban ese grado de perfección que él perseguía y que casi
siempre alcanzaba.
He leído la
mayor parte de su obra —me quedan un par de títulos que ahora con mayor motivo
intentaré rescatar— y cada uno de sus
libros me ha despertado el interés, incluso la emoción por devorar sus páginas, a veces en una sola tarde—noche, o todo lo más
en un fin de semana.
No me gusta
subrayar, pero sí releer y reflexionar sobre lo leído. Y muchas veces lo he
hecho rescatando de nuevo la profundidad de una frase o de un pensamiento de
los que prodigaba en sus novelas y que me ayudaban a entender la complejidad
del ser humano y sus contradicciones.
Su prosa
elegante, culta sin pedantería, clásica e innovadora a la vez y el entramado de
sus historias en las indaga entre lo
oculto y lo aparente, entre lo sabido y lo callado—esta frase no es mía— lo
convierten, para mí, en el escritor contemporáneo más importante de nuestro
país.
Por cicatería
no le concedieron el premio Nobel —que
mereció mucho más que otros— y él renunció a cualquier distinción que tuviera
la vitola de lo institucional.
Fue incómodo con el poder político y
atacó, con ironía y finura, a tantos ismos que en la actualidad intentan
imponernos. Desde el progresismo
hasta el feminismo de nuevo cuño,
intolerante y necio, no ocultó sus opiniones y en la columna de El País las
expresaba con toda libertad. Esto hizo que algunos le tacharan de intransigente
o cascarrabias. Ladran, luego cabalgamos…
Mi
admirado Javier Marías, larga vida en tus novelas. Descansa en paz.
MAYTE TUDEA.
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