Artículo
de Manuel Gómez Pallarés, Catedrático en la Universidad de Valladolid,
publicado en la revista digital The Conversation.
Los
cereales han constituido desde siempre la base de la alimentación de la
humanidad. De hecho, podemos dividir a la población mundial por el tipo de
cereal en el que se basa su alimentación. Para la mayoría de los países
occidentales es el trigo. Sobre todo en forma de pan, pero también de pasta,
así como otros cereales como el arroz.
Los
cereales nos proporcionan una fuente energética (calorías) muy barata y sin
ningún componente perjudicial, ya que el contenido de azúcares simples, grasas
saturadas y sodio es mínimo. Estas características son las que los han
convertido, de manera natural, en la base de nuestra alimentación.
La
comida, además de nutrirnos, nos aporta una experiencia sensorial que deseamos
que sea lo más placentera posible. Para mejorar la calidad sensorial de los
alimentos basados en cereales el ser humano ha intentado eliminar las capas
externas de los granos (salvado y germen) de la forma más exhaustiva posible.
Por
eso la mayoría de los productos a base de cereales que consumimos en la
actualidad se basan en harinas o cereales refinados o blancos, en los que se
han eliminado estas capas externas del grano.
La
presencia de estas capas externas del grano genera productos más secos y
amargos, menos apreciados por los consumidores. Sin embargo, contienen
nutrientes muy interesantes como fibras, vitaminas –principalmente del grupo B
y E–, minerales y sustancias antioxidantes y bioactivas.
En
la sociedad occidental tenemos nuestras necesidades nutricionales básicas
cubiertas en la mayoría de los casos. Desde hace años hemos puesto el foco en
mejorar la alimentación y su efecto sobre la salud.
La importancia de comer productos integrales
Un estudio publicado en la revista The Lancet afirma que la intervención dietética que más
efecto puede tener en reducir la mortalidad de la población mundial es el
incremento del consumo de productos integrales.
Esta
mejora se debe, en parte, al mayor contenido de fibra de estos cereales, pero
no solo a eso. De hecho, el incremento del contenido en fibras de las dietas,
aunque también puede ayudar a reducir la mortalidad de la población mundial, lo hace en
menor medida que el consumo de productos integrales.
Entre
las ventajas demostradas de incrementar el consumo de
productos integrales destacan
la reducción en el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y algunos
tipos de cáncer. No hace falta recordar que estas son algunas de las
principales causas de mortalidad en la sociedad occidental moderna. Pero
también se han observado correlaciones entre un mayor consumo de cereales
integrales y la reducción de la obesidad, y los problemas de estreñimiento,
entre otros.
Tampoco
debemos olvidar que las harinas integrales son más
sostenibles que las blancas. Con el consumo de productos integrales el ser humano
aprovecha de la forma más completa posible todo el gasto en tierras, agua,
energía y otros insumos dedicados a producirlos. Si se separan las partes
externas y estas son destinadas a la producción de piensos o de otros
productos, la huella de carbono del proceso se incrementa.
Parece
muy claro que deberíamos incrementar nuestra ingesta de alimentos integrales.
Sin embargo, a pesar de las evidentes ventajas, seguimos siendo reticentes a
modificar nuestros hábitos alimenticios.
Guía para comer productos integrales
La legislación
relativa a harinas y panes ha mejorado la definición de los
productos integrales, y
hoy en día la información que recibe el consumidor es mucho más clara que en el
pasado.
1. Los panes que se denominan integrales
deben estar elaborados únicamente con harina integral.
2. En el caso de que las harinas integrales
se mezclen con harinas blancas debe indicarse en qué proporción.
Esto
ha provocado un esfuerzo por parte de las empresas para intentar conseguir
panes integrales al cien por cien y con mejores características sensoriales.
Para
reducir la sequedad típica de estos panes se suele recurrir a la incorporación
de aceites. También es posible incorporar algunas fibras con una alta capacidad
de absorción de agua, de manera que el pan final resulte más jugoso. Para
reducir el sabor amargo típico de los productos integrales puede recurrirse a
algunos enmascaradores del sabor y a sustancias que le aporten otros sabores
marcados.
Sin
embargo, la oferta de estos productos y la variedad en el mercado todavía son
escasas.
A
quien no le gusten este tipo de productos puede recurrir al consumo de
productos en los que se mezclan harinas integrales y harinas blancas, y cuya
información ya se muestra en el envase.
No
debemos obsesionarnos en consumir la totalidad de los cereales en forma
integral. Cualquier incremento en el consumo de productos integrales será
beneficioso para nuestra salud, y deberíamos incrementarlo en la medida de
nuestras posibilidades.
Un
buen objetivo sería consumir el 50 % de los cereales en forma integral o
todos con el 50 % de harina integral.
Otras
fuentes interesantes de cereales integrales, que en algunos casos son más sencillas
de incorporar a nuestra dieta, son el arroz y la pasta. Estos productos se
consumen cocinados y mezclados con otros productos que pueden ayudar a
enmascarar esos sabores que ahora nos parecen extraños. Sin embargo, a pesar de
que algunas guías dietéticas recomiendan una ingesta diaria de entre tres y
cinco porciones de alimentos integrales, la gran mayoría de la gente no alcanza
esta ingesta. Muchos no llegan ni a una porción diaria.
Hace falta una mejor comunicación
La
salud de la población es un foco de preocupación para las autoridades, por lo
que cada vez se toman más medidas en ese sentido. Además de que una población
más sana es más feliz, los costes sanitarios de una población con problemas de
salud se disparan y debemos asumirlos entre todos.
Una
de las medidas más efectivas para incrementar el consumo de productos
integrales es una adecuada comunicación de sus ventajas nutricionales. De
hecho, según nuestros datos, mientras que los consumidores que apuestan por el
consumo de productos integrales afirman que una de sus principales motivaciones
es la mejora en su salud, los que los evitan aseguran no encontrarles ninguna
ventaja.
Para
corregir estas creencias, en países como Estados Unidos los productos
integrales pueden llevar alegaciones nutricionales o de salud en los envases. Son mensajes sobre
las ventajas que tienen y que han sido demostradas claramente. El problema que
tenemos los países de Europa es que esto debe ser aprobado a nivel europeo, y
la definición del pan integral es distinta en cada país. Por tanto, no se puede
aprobar algo para un producto que no se sabe bien lo que es.
Si
no es posible incorporar alegaciones de salud en el envasado se pueden promover
campañas informativas en los medios de comunicación y las redes sociales, pero
esto suele ser costoso.
También
se están generando acciones a nivel internacional, con la creación de redes que
potencian el estudio y la comunicación de las ventajas de los productos
integrales y promueven un etiquetado más claro y homogéneo. Destacan Whole
Grain Initiative y Whole
Grain Council, cuyas páginas web pueden suponer una buena fuente
de información. Sin embargo, los resultados de estos trabajos no suelen llegan
al consumidor con claridad.
Por
último, las empresas tienen una responsabilidad importante en este sentido.
Deben intentar mejorar la calidad sensorial de este tipo de productos y su
oferta, sin incrementar los precios o no hacerlo de manera excesiva. Debemos
recordar que las empresas buscan beneficios, y si no observan una demanda por
parte de los consumidores no se esforzarán.
En
resumen:
- Las evidencias del consumo de productos
integrales indican que todos debemos hacer un esfuerzo por incrementar su
consumo a costa de reducir el de harinas y cereales refinados.
- Las administraciones deben hacer un esfuerzo por
trasladar información clara a los consumidores y concienciar de esta
necesidad.
- Los consumidores debemos trasladar a las empresas
la necesidad de disponer de una mayor oferta, a un coste adecuado y con
buenas características sensoriales, y las empresas deben responder a este
reto mejorando los productos actuales.
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