17 febrero 2022

ESTO TAMBIÉN ES HISTORIA

 



En el listado de las desapariciones de nuestros recuerdos, hay muchas que no tienen un valor histórico, ni se pueden comparar con la pérdida de comercios, edificios, estatuas o palacios. Aunque sí lo tienen desde el punto de vista de lo que supuso para el divertimento de los jóvenes de los años 70, 80, y más allá, del siglo pasado. No es historia con mayúsculas, es la de un tiempo que significó un antes y un después en el abanico del ocio de nuestra ciudad.

Cuando los medios económicos eran pocos surgieron los inolvidables guateques en casas particulares. Las chicas llevaban el picoteo y los chicos la bebida, supuestamente sin alcohol, aunque siempre se colaba lo indispensable para tomar un cuba-libre, un gin- tonic o un ron-cola. Que lo bebieran o no dependía de su elección, siempre quedaba el San Francisco. La labor del pinchadiscos solía ser por voluntariado, a veces forzoso. El anglicismo Disc Jockey, como tantos otros, fue calando en su vocabulario cuando bautizaron a los discos de vinilo de Larga Duración como Long Play, o LP, y single a un sencillo. Y ahí empezó la carrera imparable de los vocablos anglosajones...

Solía aprovecharse la ausencia de adultos en las casas donde celebraban los guateques para tener más libertad, aunque la fiesta se terminaba antes de las diez de la noche, ajustada a la hora que debían estar las chicas en sus respectivos domicilios. Los bailes, sueltos o agarrados, eran una versión más audaz y moderna de las ferias de los pueblos. Una antesala a lo que no tardó en llegar: Cafeterías, Pubs, Piano Clubs y Discotecas. En Málaga había unas cuantas: Maestranza, Bobby-Logan, El perro Andaluz y muchas más.


Donde crecieron como setas fue en la Costa del Sol. Y lo verdaderamente arriesgado era cruzar esa frontera invisible de Torremolinos y Benálmadena Costa, porque según los padres y la moral de la época, aquellos eran «antros de perversión». Así que los jóvenes de ambos sexos, animados por la prohibición y la clandestinidad, sentían que ir a bailar a esas discotecas les daba un valor añadido: ser unos rebeldes con causa. Vamos a refrescar la memoria: Number One, Boga-Boga, Madson Club, El Madrigal, Valentino, Bronx, Metro Club, Cleopatra, Piano Club, Gatsby o el Gran Gatsby, Piper´s, Borsalino, Caprice, Max´s, Joy, Tiffany´s, Piano Club Neptuno, Why-Not. Algunas de ellas eran las mismas rebautizadas, ya que después de un tiempo cerraron y abrieron con otros nombres. Eran muchas, sin contar todas las que se han quedado en el tintero.


Los trasnochadores ocasionales terminaban comiendo un bikini (sándwich mixto de jamón y queso) con un café largo o un mitad en el Noche y Día, para entonar el cuerpo. Los trasnochadores vocacionales prolongaban la juerga hasta la madrugada en Villa Otilia.

Quizá a algunos pueda parecerles una frivolidad que no hace historia, ni siquiera en minúscula. Para los que vivieron una juventud cercenada por dictaduras de distinta índole, fueron como una bocanada de aire fresco. Esto es solo un recuerdo para las protagonistas que nos hicieron bailar a otro ritmo.

 

 

                                                           Esperanza Liñán Gálvez

 


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