Artículo elaborado por Juan Antonio Nieto
y Mariana Silva López, profesores de la Universidad Internacional de Valencia y
publicada en la revista digital The Conversation.
Los patrones dietéticos de la sociedad
actual están cada vez más alejados de los tradicionales. De los propios de la
dieta mediterránea.
El incremento en la oferta y consumo de
productos ultraprocesados y
del sedentarismo, así como estilos de vida marcados por un elevado estrés, son
factores que han contribuido en ello.
No hay que olvidar que nuestro cuerpo
tiene su propio ritmo biológico. Es decir, como individuos, estamos programados
para llevar formas de vida y horarios específicos.
Ahora bien, hay circunstancias que pueden
hacerlos peligrar. Por ejemplo, el exceso de luz, las ingestas a deshora o el
elevado consumo de alimentos. En conjunto pueden generar lo que
denominamos cronodisrupción (ruptura de los ritmos
biológicos).
¿Por
qué el ayuno?
El ayuno intermitente consiste en reducir el número de comidas al día,
presumiblemente a solo 3, haciendo así un ayuno de entre 8 a 10 horas. Hay
quienes pueden llegar a practicarlo hasta 12, o incluso 18.
Durante el tiempo de ayuno, los niveles de
glucosa de nuestra sangre descienden progresivamente. Esto obliga al cuerpo a
movilizar grasa desde el tejido adiposo, precisamente para reservar parte de
esa glucosa.
Además, fuerza a activar procesos
metabólicos que aseguren el mantenimiento de los niveles sanguíneos de este
monosacárido, usando las reservas del organismo y obligando a su generación.
Numerosas investigaciones ponen de manifiesto cómo estos ayunos
intermitentes son eficaces para la pérdida de peso. ¿Por qué? Porque fuerzan al
organismo a movilizar y usar las grasas desde el tejido adiposo.
Asimismo, también se asocian con un buen
manejo de los niveles de glucosa en sangre. Mantenerlos en valores reducidos,
como cabe esperar, ayuda a un mejor estado de la glucosa en sangre.
Por ello, los ayunos intermitentes sin una
reducción calórica han sido propuestos por diversos investigadores como alternativas eficaces en el manejo de patologías metabólicas como son
el sobrepeso, la obesidad o la diabetes. Los estudios que se han mostrado hasta
ahora así lo indican.
Luces
y sombras
Es cierto que las investigaciones
existentes muestran que el ayuno intermitente puede ser una buena solución para
problemas actuales como el sobrepeso, la obesidad o la diabetes. Ahora bien, la
información es escasa. Además, los estudios no siempre se llevan a cabo en las
mejores condiciones. Al menos desde un punto de vista científico.
Es importante señalar que estas
investigaciones miden la evolución del peso a lo largo del tiempo. En este
sentido, se ha observado un indiscutible éxito.
Sin embargo, para estudiar los niveles de
glucosa en sangre, tales trabajos siempre recogen los datos al final de la
etapa de ayuno. Pero ¿qué sucede en nuestro cuerpo cuando hacemos una comida
tras un parón de 12 horas?
Lo cierto es que existen muy pocos
estudios al respecto. De hecho, algunos de ellos señalan que comer tras un
ayuno similar puede provocar desequilibrios hormonales (en concreto de la insulina) y de los niveles de
glucosa durante las horas posteriores a la comida. Poco se sabe del posible
efecto de estas desregulaciones a largo plazo. Como decíamos, faltan estudios
al respecto.
Por otro lado, el ayuno intermitente se
contrapone con las recomendaciones emitidas por los organismos oficiales en
materia de nutrición. Una de sus propuestas es realizar cinco ingestas al día
basadas en una dieta equilibrada, con un reparto y contenido calórico adecuado.
Es más, diversos estudios ponen de manifiesto cómo la falta del desayuno
en niños escolares (una forma de ayuno, en definitiva) se asocia con un menor
rendimiento académico.
Otro aspecto importante es que modelos
dietéticos adecuados, como la dieta mediterránea, basados en cinco comidas al día, han mostrado ser
exitosos. Se relacionan con el mantenimiento del peso, con la prevención de
obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares e incluso muestran un mejor
pronóstico en la prevención de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer.
Este patrón dietético cuenta con el aval
de numerosas investigaciones que muestran su eficacia, así como de estudios a
largo plazo que son favorables.
Todo ello evidencia que aún existe un gran
desconocimiento sobre los efectos reales del ayuno intermitente. Necesita ser
investigado en más profundidad, con estudios a largo plazo y que no solo
muestren la respuesta del organismo en estados de ayuno, también tras las
comidas.
Con ello, la comunidad científica y los
organismos oficiales en materia de nutrición podrán emitir una valoración
veraz, consistente y basada en la evidencia.
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