Artículo
elaborado por M. Carmen Vidal Carou, Mariluz Latorre Moratalla y Oriol
Comas-Basté, profesores del Departamento de Nutrición de la Universitat de
Barcelona y publicado en la revista digital The Conversation.
El 1 de octubre se conmemora el Día Internacional del
Café, una iniciativa de la Organización
Internacional del Café que este año se celebra con el lema “La próxima
generación del café”.
Para 2021, el objetivo es incentivar una mayor participación de los jóvenes en
su cultivo y producción.
Más de uno se puede preguntar si realmente es
necesario un día internacional para esta bebida. Obviamente, la respuesta aquí
no puede ser objetiva: para los cafeteros, probablemente sí. Para los que no lo
son, quizás sea un mero elemento publicitario.
Lo cierto es que el café es una de las bebidas más
consumidas en el mundo. Como otros muchos productos alimentarios, ha
protagonizado polémicas respecto a sus potenciales efectos, positivos y
negativos, sobre la salud. En este artículo intentamos aclarar algunas de las
dudas que han existido y existen al respecto.
¿Qué es el café?
El café es la bebida que se obtiene por la infusión en
agua caliente o por extracción con vapor de la semilla tostada y molida de las
plantas del género Coffea.
A pesar de que existen más de 66 especies distintas,
se cultivan únicamente 10. De estas, solo Coffea arabica L. (café
Arábica) –que supone más del 60% de la producción mundial– y Coffea canephora Pierre ex Froehner (café Robusta)
tienen importancia desde el punto de vista comercial.
Las semillas del árbol del café se encuentran dentro
de unas bayas de color rojo intenso. Es de ellas de donde se extraen los granos
de café verde o crudo que serán finalmente tostados. El proceso ejerce un
importante impacto en sus cualidades sensoriales (color, intensidad de sabor,
acidez y amargura).
Existen muchas historias sobre cuándo o cómo se
descubrió el café. Algunas poco probables. Eso sí, todas lo sitúan en África,
en la provincia de Kaffa (Etiopía).
Cuenta la leyenda que un pastor observó cómo las
cabras mostraban un comportamiento excitado después de haber mascado las bayas
rojas de café. Cuando él mismo las probó, también experimentó efectos euforizantes.
De ahí surgió el interés por ellos.
Hacia el año 575, el cultivo de café se extendió de
Etiopía a la península arábiga. Fue una expansión rápida, posiblemente causada
por la prohibición del Islam de consumir bebidas alcohólicas.
Posteriormente, se propagó hacia Asia, Constantinopla
y Venecia. Desde allí, se extendió a toda Europa a finales del siglo XVII. Poco
más tarde, el café se empezó a cultivar en la isla de la Martinica (América).
El café tiene actualmente un importante valor
económico. Es un producto que se comercializa en los principales mercados
mundiales de materias primas y genera elevadísimas transacciones económicas,
únicamente superadas por el petróleo. Hoy en día, más de 75 países de los
cuatro continentes se dedican a su producción. Todos ellos situados entre los
trópicos de Cáncer y Capricornio. Brasil
es, de lejos, el mayor productor a nivel mundial.
Los datos de consumo de café también son
sorprendentes. Se trata de la segunda bebida más consumida en el mundo después
del agua. Se estima que, a nivel mundial, se consumen aproximadamente tres
mil millones de tazas de café diarias. Países bajos y los países nórdicos son
los lugares donde más se consume a nivel mundial (de
6,6 a 8,3 kilos por habitante al año). En España, el consumo medio anual es
aproximadamente cuatro veces inferior.
Una taza de café: cafeína y ¿qué más?
El café es un producto con escaso valor nutritivo.
Aunque proporciona hidratos de carbono, lípidos y proteínas, sus contenidos son
muy bajos. También contiene potasio, magnesio, fósforo y calcio, además de un
contenido prácticamente despreciable de vitaminas.
Es evidente que su ingesta no tiene una justificación
nutricional. Ahora bien, dado su elevado consumo, está claro que esa no es ni
la más importante ni la única razón a la hora de beberlo. Su consumo responde a
cuestiones hedónicas o de valoración gastronómica.
El papel protagonista en la composición del café es
para la cafeína. Es el compuesto bioactivo responsable de sus principales
efectos fisiológicos y colabora en su sabor amargo. La cantidad de cafeína que
ingerimos al tomar una taza de café varía enormemente (entre 27 y 150 mg/100
ml) en función de multitud factores. Entre ellos, la especie botánica, el grado
de tueste y de molienda, la cantidad de café utilizada y el método de
preparación.
La tabla 1 muestra el contenido de cafeína en
diferentes preparaciones de café. También en otras bebidas que contienen el
principio activo, aunque muchos consumidores no lo sepan.
Tabla 1: Contenidos de cafeína.
El organismo absorbe rápidamente la cafeína tras su
ingesta. Suele permanecer en la sangre circulante una media de unas 4 horas
aunque, al haber una amplia variabilidad entre consumidores, su
vida media puede oscilar entre 2 y 10 horas.
Esto es así porque la velocidad de metabolización de
la cafeína varía de un individuo a otro, ya sea por razones genéticas o por
ciertos estilos de vida. Por ejemplo, los
fumadores metabolizan la cafeína más rápidamente. Además, hay que tener en cuenta que el
consumo regular de cafeína aumenta su tolerancia.
El café también contiene otras sustancias
estructuralmente similares a la cafeína y con propiedades más o menos similares
(teofilina y teobromina), aunque en proporciones mucho menores.
Pero además de esta protagonista, en los últimos años
se han identificado en el café componentes secundarios cuyos efectos en la
salud pueden incluso llegar a rivalizar con los de la cafeína. Así, el café se
ha revelado como una fuente interesante de compuestos fenólicos, algunos
procedentes del grano crudo y otros que se forman en el proceso de tostado,
destacando el ácido clorogénico y sus derivados. Estas sustancias tienen una
importante capacidad antioxidante y son también, en parte, responsables del
sabor amargo y de la astringencia del café.
Finalmente, se han identificado hasta 800 compuestos
volátiles que se generan principalmente al tostar los granos. Estos desempeñan
un papel fundamental en el apreciado aroma de esta bebida.
¿Supone beneficios para la salud?
No hay duda de las connotaciones negativas del consumo
excesivo de café, al igual que ocurre con tantos otros productos que, en dosis
moderadas, son inocuos o incluso beneficiosos, pero que en exceso son perjudiciales.
Sin embargo, las evidencias científicas más recientes
apuntan que su consumo moderado y regular no sólo no tiene efectos
perjudiciales, sino que se le asignan efectos saludables.
Desde hace años, diferentes estudios han ido demostrando
que el café, además de mejorar el rendimiento intelectual y físico, puede
reducir el riesgo de ciertas enfermedades. Por ejemplo, algunas de origen
cardiovascular, neurodegenerativas o la diabetes.
A fecha de hoy, la búsqueda del término “coffee” en la
base de datos PubMed proporciona más de 17 000
artículos científicos. De ellos, al menos 1.576 son revisiones y 814
estudios clínicos. Es imposible a los efectos de este artículo hacer una
revisión profunda de todos esos trabajos, pero sólo con esa cifra ya se pone en
evidencia el interés que despierta el tema.
De los diferentes efectos beneficiosos que se
atribuyen al consumo moderado de café, el más conocido es su potencial
estimulante del sistema nervioso central, debido a la cafeína. Este consigue
que disminuya la sensación de fatiga y aumente el rendimiento intelectual.
Además, proporciona un cierto estado de euforia y bienestar.
Estas acciones son consecuencia del bloqueo que la
cafeína causa en los neurotransmisores con actividad relajante. También del
incremento de los niveles de adrenalina y noradrenalina.
Frente a la controversia y las connotaciones negativas
para la salud del pasado, cuando lo normal es que se limitara o prohibiera el
consumo de café en numerosas situaciones patológicas, a continuación citaremos
algunos artículos en los que se concluyen efectos beneficiosos para esta
bebida.
Así, respecto a la relación entre consumo de café y
riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, recientes metaanálisis disponibles señalan que el consumo
de café, incluso en niveles elevados (más de 6 tazas al día) no se asocia a un
mayor riesgo cardiovascular.
Un trabajo
de revisión publicado
en 2014 concluyó que el consumo moderado de café se traducía en una disminución
del riesgo de sufrir afectaciones cardiovasculares en población adulta.
Los potenciales efectos beneficiosos del café no se
reducen solo a la salud cardiovascular, también a enfermedades metabólicas y
neurodegenerativas. Estudios recientes han puesto de manifiesto una importante
relación inversa entre el consumo de café y el riesgo de sufrir ciertos desordenes
metabólicos, especialmente la diabetes
tipo 2.
También le han atribuido efectos neuro protectores,
con resultados muy positivos en la prevención
de ciertas enfermedades de tipo neurodegenerativo, como el Parkinson y el Alzheimer.
Por último, y en contraposición a ciertas creencias
populares, hasta la fecha no se ha encontrado una asociación entre el consumo
moderado de café y un mayor riesgo de afectaciones
gastrointestinales como
úlceras, reflujo o gastritis; ni con el aumento de la presión arterial.
Así que, a priori, no parecen existir motivos para que
aquellas personas con hipertensión bien controlada deban dejar de
tomar café.
Pero, ¿qué entendemos por un consumo
moderado de café?
La mayoría de los estudios sobre los posibles riesgos
y beneficios del consumo de café consideran 3 o 4 tazas al día como un consumo
moderado. Esto equivaldría a una ingesta de cafeína de alrededor de 400 mg
diarios. Valor que la Autoridad
Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha establecido como dosis segura de
cafeína para los adultos en la población general, a excepción de las
embarazadas, que no deben superar los 200 mg.
Además,
la EFSA ha avalado científicamente el potencial de la cafeína para aumentar la capacidad de
atención en la población adulta que consume niveles de 40 a 75 mg por porción.
Por el momento, eso sí, esta declaración de salud no puede ser utilizada.
Con todo esto, desde nuestra modesta visión de
profesores de Nutrición y Bromatología, sólo podemos animarle a que, si le
gusta, siga disfrutando sin remordimientos de una buena taza de café en el
marco de un estilo de vida saludable y activo.
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