16 agosto 2021

EL AGOSTO DE LO POSIBLE

 

El octavo mes del calendario ha sido generalmente considerado como el más vacacional por excelencia, en el ámbito de la cultura occidental. Son numerosas las empresas, tanto las de titularidad privada, como las vinculadas a la administración pública, que “echan el cierre” durante esos treinta y un días que tiene la mensualidad. Muchos clientes acuden a un comercio para comprar un determinado artículo, mueble, electrodoméstico, etc. y ante cualquier petición que plantean se encuentran con la misma y repetitiva respuesta: “Habrá que esperar a septiembre, porque durante este mes las fábricas y los distribuidores no están funcionando. Cualquier consulta o gestión que realicemos no será atendida sino hasta que recuperen la actividad”.

El ciudadano también se plantea realizar y gozar de esas anheladas vacaciones, para el descanso orgánico y anímico. Pero este año 2021 también soportará el condicionante pandémico, menos intenso, por supuesto, que el del año anterior. Voces doctas y animosas repiten, una y otra vez, esa frase que anima a superar los condicionantes: “Hay que aprender a convivir con el virus”. La respuesta a esa frase es también repetidamente cansina: eso es, precisamente, lo que estamos haciendo, desde marzo del 2020. Una “convivencia” henchida de desconfianza, incomodidad y peligro, por el riesgo que supone tener al malvado e invisible virus tan cerca de nuestras vidas.

Cierto es que el porcentaje de ciudadanos ya vacunados se va incrementando, hasta alcanzar cifras importantes, pero el “bicho” tiene la diabólica capacidad de transmutarse, tomando o adoptando nuevas formas, igual o más letales, con respecto a su primera cepa, provocándose, en consecuencia, nuevas oleadas de contagios. Ahora estamos por la 5ª. ¿Cuántas variables más tendremos que conocer, convivir y tratar de reducir?

Las ferias tradicionales continúan desaparecidas, por razonable prudencia. Los viajes de vacaciones también se ven drásticamente reducidos, centrados preferentemente en el perímetro nacional o regional y siempre con el riesgo de que, en cualquier momento, el proyecto quede suspendido. Así que te piensas mucho abonar ese viaje con imperativa anticipación, porque después no es fácil, sino todo lo contrario, recuperar o conseguir que te devuelvan tu propio dinero, con esperas de largos meses para la paciencia. Las playas están abiertas, la economía y la ciudadanía así lo exige. También las estancias en la montaña, pero pensando en agosto, lo primero que se suele mirar es el kilometraje: mientras más cerca de casa, mejor. Y si no hay grandes viajes, queda el gusto de las mañanas y las tardes de playa y chiringuitos. Es frecuente encontrarse el agua costera fría, sucia, con medusas u otros componentes, con oleaje y resaca, pero la alegría del mar siempre templa los inconvenientes para el disfrute. Queda la bella y suculenta imagen de los espetos de sardinas y esas comidas familiares en las que vemos peligrosamente hacinados a los comensales y donde las mascarillas y protectores incívicamente “desaparecen”. Y no hablemos de los establecimientos de copas para la juventud, en los que la mascarilla protectora es un objeto inusual. Sin embargo, resulta confortable contemplar esa imagen de las mesas de los establecimientos playeros, con el cartel de “reservado”. Si no has concretado plaza por teléfono o internet, tienes que seguir buscando. Hay ganas, lógicas, necesarias y saludables, de salir y consumir ¡Estamos en agosto!

Algunos municipios realizan la acertada costumbre de habilitar espacios para la proyección de cine al aire libre. Además de ser gratuita la entrada, pueden disfrutarse películas de todo género y condición: clásicas, infantiles, de miedo, thrillers, de aventuras o acción, etc. Es una inteligente forma de conservar una hermosa tradición como era la existencia de terrazas para el cine de verano, que la mayoría de las salas tenían en los recordados años del siglo anterior. Hoy esas terrazas para el cine han desaparecido, por el avance de la especulación inmobiliaria, por la refrigeración en los domicilios y también por esas múltiples plataformas cinematográficas que sirven, a gusto del consumidor, la película deseada para ver en el hogar. Sin embargo, la magia del cine de verano sólo se experimenta con verdadero placer en esos ámbitos donde se rememora la cultural, entretenida y romántica costumbre de asistir a una sala cubierta con el sutil manto de las estrellas, en un espacio gratificado con ese delicado y embriagador aroma de claveles, jazmines, rosas y damas “de la noche”.

No son infrecuentes, durante el mes más vacacional, los resfriados y catarros de nariz y garganta, molestos y lentos para la recuperación. El origen de estas incómodas respuestas de nuestro organismo lo encontramos en distintos espacios y hábitos. Los conductores de los autobuses modulan la refrigeración (en algunos casos, congelación) a “toda pastilla” en sus vehículos. La toma “insensata” de bebidas cada vez más frías o granizadas también incide en las faringes. Los centros comerciales son ambientados con temperaturas cuasi invernales, para el mejor goce de la acalorada clientela, evitando que ésta practique la fisiológica practica de sudar. Los refrigeradores domiciliarios no paran de “runrunear” durante el día y también en las madrugadas. Y con nostalgia nos acordamos del abanico y de aquellos búcaros de cerámica amarilla, botijos que “sudaban” gotas cristalinas en su transparencia, artesanal mecanismo que hacía posible mantener el agua bien fresca en su interior.

Y recuerdas la Virgen de agosto, la noria del Tívoli y el fugaz pero ilusionado espectáculo de los fuegos artificiales, aunque no faltarán otros tipos de fuegos, más lesivos y catastróficos para la naturaleza, como son los incendios forestales, que seguirán dañando a un ecosistema irrespetado por los egos e impericias de los humanos. Pero la oportunidad de estos días, señalados para el cambio en los hábitos rutinarios, harán posible la lectura de ese libro o narrativa, varias veces comenzado y nunca finalizado, ese relajante y juvenil paseo en bicicleta, aunque siempre será más inteligente practicar el placer de caminar por caminos y vericuetos abiertos a la imaginación y al ensueño y no dejar de programar un viaje cercano a esos espacios teñidos de colores, en donde esperas recuperar el añorado sosiego.

El calendario y el ropaje térmico nos recuerdan que un nuevo agosto nos visita, condicionado por la cruda realidad de lo posible y el divertimento onírico de lo imposible. Apliquemos, con prudencia y esperanza, la siempre eficaz metodología de la voluntad, virada con ese mágico cromatismo de la creatividad. –

 

José L. Casado Toro

Agosto 2021.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.

Buscar