El eslabón perdido de la historia de la cultura europea
Artículo publicado en la Revista Digital: The Conversation
Fue
Sauvetât quien creó, en torno a 1050, la Escuela de Traductores, un grupo de
trabajo que incluía a los mozárabes toledanos, los judíos de la ciudad, los
profesores de la madrasa de la ciudad y nuevos pensadores, fundamentalmente
monjes cluniacienses.
Mandó
reconstruir el palacio episcopal frente a la antigua mezquita mayor convertida
en Catedral de Santa María –y a la que dio su primer estatuto–, y dejó una
parte del edificio para la Escuela.
La
riqueza de las bibliotecas toledanas en árabe y el conocimiento de esta lengua
por parte de los cristianos mozárabes le impulsaron a recuperar textos
perdidos de la Antigüedad clásica y a
fomentar la transmisión de los importantes avances de la Escuela Toledana en
Medicina, Álgebra y Astronomía.
Este
empeño cristalizó en la traducción de numerosas obras en un proceso en
fases: del árabe al castellano, y del castellano al latín (o directamente del
árabe o griego al latín), y, poco a poco, este centro europeo esencial dio a
conocer la hasta entonces desconocida filosofía árabe y hebrea de corte
aristotélico, lo que supuso una auténtica revolución de pensamiento que hizo
nacer la Escolástica europea. La Escuela toledana, ya en tiempos de Raimundo,
toma fama en toda la Cristiandad.
Uno
de los eruditos esenciales colaborador de Sauvetât fue Gerardo de Cremona.
Nacido en Lombardía, este erudito, para leer el Almagesto de Ptolomeo, al no
encontrarlo en su tierra, se trasladó en torno al año 1100 a Toledo, famosa en
toda Europa por sus colecciones de libros árabes.
Cremona,
que aprende el árabe para poder estudiar a fondo las obras conservadas en las
madrasas y bibliotecas de la ciudad, creó una red de discípulos y
colaboradores. Esta red tradujo obras de manera colaborativa (como
el Almagesto de Ptolomeo junto al mozárabe Galib) y buscó y reunió
cientos de textos para comparar versiones, hasta crear un corpus coherente no
limitado a las fuentes disponibles. Este corpus representa el canon científico
y filosófico de la época.
No
estamos hablando de la mejor Escuela: estamos hablando de la única Escuela que
hace revivir el mundo clásico griego que había desaparecido del universo latino
con el derrumbe del mundo antiguo. No hay una continuidad griega, latina y
europea. Hay una resurrección de la cultura griega primero en lengua árabe, luego
castellana, y finalmente latina. Este es el verdadero orden de las cosas.
Pero
veamos el prodigio de esa influencia en algunos casos. Juan Hispalensis o Juan
Hispano era un obispo mozárabe de origen sevillano del mismo grupo, razón por
la cual dominaría tanto el árabe como el latín. La mayoría de las obras
firmadas con este nombre (traducidas y de creación propia) versan sobre
astronomía y astrología.
Por
ejemplo, el Libro de Algoritmos en Aritmética Práctica, donde proporciona
la descripción más temprana del sistema de notación posicional, cuya
introducción en Europa se asocia con el Liber Abaci de Fibonacci.
Fibonacci alude a la sutil e ingeniosa invención india, la cual sin duda
conoció gracias al texto original traducido en Toledo.
Dominicus
Gundissalinus o Domingo Gundisalvo (ca. 1115- post 1190) fue un importante
filósofo y traductor toledano del siglo XII. Tradujo obras de Al-Kindī,
Avicena, Al-Gazzālī
o Avicebrón. Como traductor transmitió a la Europa medieval algunas de las
obras más importantes de la filosofía árabe, introduciendo en el debate
filosófico la metafísica aviceniana, la división de las ciencias farabiana,
y el hilemorfismo universal de Avicebrón.
Como
filósofo se nutrió de los autores que traducía y del Aristóteles árabe,
que estaba traduciendo en esa misma época Gerardo de Cremona. Algunos autores
lo consideran imprescindible para el desarrollo de la escolástica en el siglo
XIII, al haber iniciado una nueva forma de razonamiento filosófico y
teológico, intentando dotar de una base racional a la teología. Entre sus
obras destaca De divisione philosophiae, en la que establece una
clasificación de las ciencias novedosa al introducir la metafísica y la
filosofía práctica.
La
vida de Ibn Daud, o Avendauth, nos ilustra sobre la naturaleza de las
relaciones culturales de este grupo de intelectuales. Su nombre parece
corresponder, según la mayoría de las últimas investigaciones, al filósofo
judío Abraham ibn Daud. En la dedicatoria al arzobispo Juan de su versión del
prólogo al Kitāb al-šifāʼ
de Avicena, el traductor se autodenomina como filósofo y hebreo (“Avendauth
israelita philosophus”).
Considerado
el primer filósofo judío aristotélico, nació en la Córdoba almorávide
alrededor de 1110 en el seno de una familia ilustre. Fue criado en casa de su
tío materno Baruch ben Isaac Albalia, rabino, juez y jefe de la escuela
talmúdica de Córdoba, que lo instruyó tanto en los estudios rabínicos y
bíblicos como en la filosofía griega y hebrea. Al principio de la conquista
almohade (Córdoba fue tomada en 1148) huyó a Castilla y se asentó en Toledo,
ciudad en la que permaneció hasta su muerte y a la que se asociará su nombre.
Otros
traductores de origen semítico fueron Ibn Waqar, Abraham, (1236-1277), Abraham ben David Halevi, (1110-1180), Yehuda ben Moses ha-Kohén, Floreció en el siglo XIII o Rabbi Ishaq ben Sid, ya en el siglo XIII. (Estos autores
han sido recopilados en la la espléndida Biblioteca Virtual de Polígrafos de la
Fundación Larramendi, en su apartado dedicado a todos y cada uno de los
grandes traductores de Toledo).
La
sistemática e ingente labor de estos traductores, comentaristas y compiladores
atrajo a múltiples estudiosos de toda Europa entre los siglos XI y XIV. Muchos
de los eruditos de Toledo difundieron en las universidades europeas las obras
clásicas a las que habían tenido acceso, como Miguel Escoto (que se trasladó
luego a la corte de Federico II, en Sicilia) y Hermann el Alemán (luego
trasladado a la Corte de Manfredo).
Otros
traductores, con el florecimiento cultural del país, se ubicaron en ciudades
importantes españolas, como Plato Tiburtinos, que tradujo en Barcelona, en
colaboración con Abraham bar Hiyya. Hugo Sanctallensis dedicó traducciones al
Obispo Michael en Tarazona, o Pedro Alfonso de Huesca (probablemente
relacionado con Adelardo De Bath). Finalmente, en el valle del Ebro se
encontraban, dedicados a la misma actividad, Hermann el Dálmata, su discípulo Rodolfo
de Brujas y Roberto de Retines.
Marcos
de Toledo, descendiente de familia mozárabe que se instaló en Toledo tras la
invasión musulmana, nació en esa ciudad y en ella realizó estudios de
medicina y se ordenó sacerdote, llegando a ocupar en 1198 el título de
canónigo de la Catedral.
Tradujo
al latín diversos tratados de teología musulmana y de medicina griega, entre
los que se encontraban varias obras de Galeno, como el De pulsu, De
pulsus utilitare y De motibus membrorum liquidis según el texto
de Hunayn ben Ishaq. Además, se encargó de traducir al latín, a petición
del arzobispo don Rodrigo y del archidiácono Mauricio,
el Corán (1210-11), al que añadió una larga introducción.
¿Podemos imaginar la tolerancia intelectual y cultural que suponía una
traducción al latín del Corán en el siglo XIII, por clérigos
católicos mozárabes?
Eva
Aladro Vico, Profesora Titular de Teoría de la Información, Universidad
Complutense de Madrid.
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