Una
de las sensaciones más sutiles y dinamizadoras, sorprendentes en nuestra vida,
son los cambios anímicos que
muchos experimentamos en la sucesión de las horas. Ese pasar del pesimismo más desalentador
a la alegría más desbordante, o al revés, nos extraña, nos desconcierta, porque
a ciencia cierta desconocemos el por qué y el proceso transformador que provoca
las alteraciones en nuestro equilibrio.
Los
cambios en el estado ánimo se suelen presentar, en la mayoría de las ocasiones,
de forma impredecible, espontánea y rápida,
incluso provocando el más profundo desconcierto en nuestro autocontrol. Sin
conocer el por qué, lo cierto es que nos sentimos cambiados, tanto en un
sentido gozosamente positivo o, por el contrario, comenzamos a verlo “todo
nublado” y entristecido, no hallando fácil la salida de esa sima en la que “sin
quererlo” nos sentimos inmersos. Esas alternancias y variabilidad en nuestro
carácter nos abruman y aturden psicológicamente.
Desde
luego hay circunstancias externas, que influyen en este proceso motivador o
depresivo. Veamos algunas, especialmente las más positivas.
Hay
SONIDOS que percibimos como dinamizadores
para la alegría, mientras que otros los entendemos como motivadores o
potenciadores de la tristeza. Recordemos los diferentes toques de las campanas,
emitidos desde un templo, ermita o basílica. También, el teclado de un piano,
los sones de una trompeta, el ritmo acústico de una canción o el conjunto de
una formación orquestal. Son muchas las veces que decimos: voy a poner esta
grabación, porque su música me sube el ánimo.
El
VISIONADO DE UNA PELÍCULA también actúa como
catarsis para esa variabilidad anímica. Tal vez los géneros cinematográficos no
actúen de manera igualitaria para el conjunto de las personas. El drama, la
comedia, el romance, la ciencia ficción, el musical, el thriller, la comicidad,
el terror, el western, etc. poseen diferentes efectos para los distintos
espectadores. Es evidente que cuando hemos salido de una sala cinematográfica o
hemos apagado el televisor, nos sentimos mejor o por el contrario reconocemos
que la elección del título no ha sido afortunada.
Son
numerosas las ocasiones en las que demandamos o suplicamos unas PALABRAS AMABLES, tranquilizadoras, confortables,
para situaciones en las que no nos sentimos bien. Anhelamos que lleguen hasta
nuestros oídos esas frases “cariñosas” que puedan compensar la necesidad de
nuestros estados carenciales. A nuestro pensamiento fluye esa lúcida reflexión
acerca de lo poco que cuesta expresar unas palabras generosas, animosas, que
tanto bien pueden hacer para confortar a las personas con las que establecemos
contacto.
Ya
en otro momento se ha tratado en estas líneas acerca del CONDICIONAMIENTO ESCÉNICO. El cambio ambiental es
de suma importancia para influir en los estados del ánimo. En este contexto nos
preguntamos ¿será por el color de las paredes? ¿los materiales constructivos?
¿el mobiliario? ¿el diseño decorativo? ¿los juegos de las luces? ¿la
zonificación y el entorno? ¿la “huida”
de la rutina conocida? En este apartado podemos afirmar que nos sentimos mejor
o peor, cuando hemos trasladado nuestra ubicación de un lugar a otro.
Un
CORREO ELECTRÓNICO o un mensaje de WHATSAPP,
cuando nos llega de una forma inesperada o casual, puede cambiarnos el
semblante, tanto de la sonrisa a la mueca entristecida o al revés. Cierto es
que muchos de sus contenidos nos resultan inertes, pero para nuestra sorpresa
algunos de ellos nos proporcionan inputs motivadores para potenciar una mejoría
que siempre anhelamos.
Resulta
curioso e incluso extraño, pero también la magia ejercida por una simple MIRADA, tanto la procedente de una persona
desconocida o más cercana en la amistad, puede ejercer cambios extraordinarios
en nuestro ánimo. Y siempre llegamos a preguntarnos si el origen de esa
transformación que ejerce se halla en el autor de la expresiva mirada o en
nosotros mismos.
Tal
vez uno de los elementos más dinamizadores para mejorar nuestro inestable ánimo
sea algo tan fundamental para la vida como es el AGUA.
Lo vemos y sentimos a través de distintas modalidades, como la lluvia, el
oleaje del mar, el fluir de una arteria fluvial, el chorro de una fuente, el
reposo latente de un estanque o el estruendo espectacular de una cascada. El
agua puede provocarnos el sosiego, la sonrisa, el frescor, la pureza, la
inmensidad. Esta fuerza operativa del agua no nos es extraña, pues sin ella no
habría vida. Incluso una parte fundamental de nuestro cuerpo es agua.
Determinados
OLORES estimulan positiva o negativamente
nuestro estado de ánimo, ya sean aromas emanados de las flores o las plantas
del entorno natural. Pero no sólo es la vegetación, sino también el aroma
emanado desde un horno de pan, el que procede de los libros impresos que
reposan en una librería o también aquel que encontramos en una buena colonia o
perfume.
¿Quién
no se ha sentido gratamente motivado por la acción que ejercen determinadas IMÁGENES, como la que irradia la paciencia y el
sosiego de un pescador con su caña junto al mar o a una corriente fluvial; esa
frescura vital que proporciona aquella joven que se trenza pacientemente su
cabello, tras haberlo alisado y cepillado; la dedicación amorosa que desarrolla
el jardinero, esmerándose en el cuidado de los macizos florales: o incluso esa
forma diligente en el caminar de una
persona, que transmite potencia, fuerza, seguridad y firmeza en los principios.
Finalmente,
llegamos a preguntarnos ¿podemos provocar, por
nuestra parte, estos cambios positivos en el alicaído ánimo que nos
embarga? La respuesta no puede por menos que ser afirmativa. ¿Qué nos impide
desplazarnos a un entorno vegetal, entrar en una librería, adquirir un frasco
de colonia, poner esa canción que tanto nos agrada, vestirnos con esa prenda
que pensamos nos cae tan bien, llamar a ese amigo que parece nunca se ve
embargado por los problemas, visionar una romántica película o evitar, en lo
posible, las situaciones y escenarios que sabemos nos entristecen?
Como
decía el consejo de un buen amigo, “reduce el visionado de los telediarios. Sin
duda, serás un poco más feliz”. –
José
L. Casado Toro
Julio
2021
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