22 abril 2012

UN POETA SINGULAR

Me gustaría rescatar del limbo de la memoria a un poeta y personaje malagueño, que fue uno de los últimos eslabones -no sé si perdido o ignorado- de los Gálvez de Macharaviaya, aunque fácilmente podría haber sido protagonista de la picaresca española. Sus andanzas y correrías también fueron relatadas en Luces de Bohemia por Valle Inclán, y Borges era capaz de recordar de memoria sus sonetos inmortalizando la cerveza. Pío Baroja incluyó muchas trapacerías de este singular versificador en uno de sus libros.
Pedro Luis de Gálvez nació en un fecundo terreno artístico, en el Pasaje de Campos, cerca de la Plaza de la Merced en 1.882, pero fue en Madrid donde hizo carrera…
Ex seminarista, poeta, escritor, actor, incansable amante de las mujeres y del alcohol, carne de correccional y de presidio. Expulsado de Bellas Artes por tocar en vez de pintar a las modelos que posaban para los alumnos, anarquista, ex corresponsal de un periódico de Melilla. Generalísimo en 1.914 de un ejército del Principado de Albania, del que también fue expulsado por la indisciplina de su tropa. Toda una enorme lista de ocupaciones, aunque no por ese orden, y a las que podríamos añadir un sinfín de «genialidades» del artista malacitano.
Practicó con empedernida vocación, la vida bohemia de Madrid y fue un maestro en el manejo del sable, pero no del noble arte de la esgrima, sino el del sablazo al prójimo; que con su gran inventiva, utilizaba para sobrevivir cuando no lo conseguía con sus letras. Se dijo de él que era uno de los mejores sablistas: «un figura», con todas las connotaciones que tiene esa palabra en nuestra tierra.
Como una pincelada de esa imaginación innata de escritor, que despilfarró en algo más que en la literatura, voy a relatar una de las anécdotas que le dieron fama:
En una ocasión en que las tripas le rugían con insistencia, oyó maullar al gato de su vecina que se había extraviado. Lo cogió en sus brazos y se encaminó diligente hacia el Monte de Piedad, solicitando al oficial al cargo que quería empeñarlo por un buen dinero, alegando que era de raza y con pedigrí… El primer empeño de un ser vivo en Europa; todo un precedente para la historia.
El hombre se negó en rotundo, pero Gálvez insistió e insistió con su locuacidad habitual, ante la resistencia del atribulado empleado; mientras el gato saltó al mostrador y tuvieron que perseguirlo por todo el Monte de Piedad, donde ocasionó un gran desorden hasta volver a ser recuperado.
El pobre oficial, después de aquello y viéndose incapaz de lidiar con cliente y felino, sacó unas monedas de su propio bolsillo como único remedio para perderlos de vista y los echó a los dos a la calle. Una vez más había conseguido engatusar al prójimo y arrojó al suelo al lindo gatito, nada más alcanzar la próxima taberna…
Dicen que adoraba a su esposa y a sus hijos, quienes sufrieron estoicamente su particular forma de vivir.
También reseñan que en los inicios de la Guerra Civil, y en un controvertido Madrid, ayudó al escritor Ricardo León y al propio Zamora, guardameta del fútbol español, refugiándolos en su propia casa.
Su lograda fama de anarcosindicalista le llevó a la cárcel de Porlier, donde fue ejecutado el 20 de Abril de 1.940, por una condena de «conspiración marxista y otros cargos más», sin que ninguno de los ayudados testificara a su favor para salvarle.

Toda una vida que se comió «a bocaos», como uno de los últimos baluartes de la bohemia madrileña. La voz de un poeta apagada una vez más, como la de tantos otros, por unos tiempos convulsos. Dejó un legado escrito al que deberíamos acercarnos para conocer en profundidad, y no quedarnos en la superficie de sus hazañas y pendencias, aunque fueran muchas.
Las referencias históricas así lo cuentan, y yo no soy quién para dudarlo. Tampoco sé si ocupa alguna rama de mi árbol genealógico, porque compartimos el apellido Gálvez. Confieso que tal coincidencia me llenaría de orgullo, a pesar de su agitada existencia y de que soy incapaz de escribir poesía.
Como broche final y pequeño homenaje a un Gálvez de raza, nada mejor que su última creación poética, fechada el 19 de Abril de 1.940 y que dedicó a otro poeta con el que compartió galería carcelaria, D. Diego San José; en correspondencia a un bello soneto que San José le escribiera días antes de su muerte:

Pequeñito a los ojos se parece
—carne poca en los huesos, poca altura—;
cuando lo mira el alma, la figura
como gigante a vuestros ojos crece…
Si matan a don Diego, en él perece
del romance español, la galanura.
Tiene de Lope el arte y la ternura,
y a Quevedo la burla pertenece.
Por liberal honesto sentenciado,
su condena es al juez a quien afrenta,
que la gloria al reo da de anticipado…
Luego, dirá la Historia: “paradilla,
tuvo lugar en Porlier —Madrid años cuarenta—
preso al primer ingenio de Castilla…”




Esperanza Liñán Gálvez

2 comentarios:

  1. Muy interesante este singular poeta que al igual que el resto de Gálvez malagueños, tiene su historia. Enhorabuena Esperanza por dedicarle estas líneas.
    Un abrazo.

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  2. Gracias Maruja por tus palabras. La verdad es que fue un hallazgo casual, pero me interesé por el personaje y empecé a bucear en su intensa vida y anécdotas, que no tiene desperdicio. Ahora me queda la asignatura pendiente de conocer más sobre su obra y fijo que lo haré. Un abrazo grandote. Esperanza.

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